Barcelona

Coger turno y cronometrar el tiempo: cada vez más requisitos para sentarse en una terraza en Barcelona

Las normativas de algunos bares y restaurantes de zonas con mayor presión turística generan malestar entre los clientes

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El bar La Rovira en la plaza de Rovira y Trias de Gràcia utiliza un sistema de turnos para asignar las mesas de la terraza.

BarcelonaPrimero fue “Se busca aprendiz”. Después “Hoy no se fía” y “Reservado el derecho de admisión”. Más adelante “WC sólo para clientes” y “Mesa de la terraza sólo para comidas”. Hoy hemos llegado a “Pida turno para sentarse en la terraza”, “Tiempo máximo, 35 minutos” y “Mínimo dos comensales”. La evolución de la cartelería de los bares y restaurantes es también la evolución del gremio de la restauración, que con esta nueva realidad –destapada este verano con numerosas quejas en las redes sociales– revela la feroz dependencia del turismo y el enfoque descaradamente ultraliberal del sector.

Las protestas en las redes –sea cual sea la temática y el sector– ya se sabe que suelen ser sin matices y poniendo a todo el mundo en el mismo saco. Es obvio que, ni mucho menos, todos los bares y restaurantes actúan por igual ni han adoptado medidas tan restrictivas, pero la incomodidad de muchos clientes es palpable.

“Tanto quejarse y pedir apoyo durante la pandemia y cuando el turismo se recupera vuelve la ley de la selva”, exclama Loles, vecina del Poble-sec, algo cansada de ver cómo la zona de influencia de la calle Blai –con una rica oferta de bares y restaurantes– se ha convertido en un cierto sálvese quien pueda. Es muy revelador el cartel en todas las mesas de la vecina pizzería Verace: "El límite de tiempo para consumir en la terraza es de 60 minutos".

25 minutos para beber cerveza

Son varias las zonas de Barcelona afectadas por el malestar de vecinos y barceloneses, sobre todo de Poble Sec, Sant Antoni, Gràcia y algunas zonas del Eixample, coincidentes con el urbanismo táctico del Ayuntamiento. “A mí también me gusta mucho tomar el solecito en una terraza, pero hay clientes que piden un café solo y están entre una y dos horas”, no puede ser más elocuente la reflexión de la propietaria del Petit Ibèric, el bar de la calle de Viladomat que luce un cartel impactante en la entrada: “Café 20 minutos, cerveza 25 minutos, refresco 35 minutos, bocadillo 40 minutos”.

Es la medida más expeditiva que se les ha ocurrido para disuadir a los clientes con pocas ganas de consumir, sobre todo en franjas horarias en las que la terraza está solicitada por personas que desean sentarse para una comida. En el mismo barrio, en el clásico Amigó d'Urgell con Tamarit no tienen ningún tipo de limitación horaria: “Confiamos en el sentido común; si alguien que consume poco se alarga mucho, le decimos que necesitamos la mesa para otros clientes. Bien dichas, estas cosas se pueden decir, y no hay problema”, cuenta una de las camareras.

Joan me cuenta que hace unas semanas, en la terraza del casi siempre concurrido Sol Soler de la plaza del Sol gracienca, le sugirieron a él y a su familia –cuatro personas– que dejaran la mesa libre. Era media tarde, pronto todavía para el horario de cenas. En la misma plaza, el camarero de Joali detalla que no tienen limitaciones: “Sin abusar puede permitirse casi todo”.

Son las seis y media de la tarde y en el Tres de la calle de l'Alzina ya tienen las mesas paradas para las cenas: “Este horario completamente guiri es desesperante. Si quieres sentarte para tomar algo, hacer tiempo, conversar o hacer la previa de la cena, cada vez hay más requisitos que debes cumplir”, protesta Miki, habitual del barrio, que ya hace tiempo que se ha resignado al habitual y asumible trámite de hacer cola para sentarse, pero que lamenta la suma creciente de condicionantes. En la plaza Rovira i Trias la práctica de los turnos está bastante institucionalizada en todos los locales. En La Rovira hay unos cartelitos en cada mesa en los que se pide tomar turno en el bar, al igual que en los vecinos Café Flanders y Casa Vall.

¿Más terrazas?

Una de las obras públicas estrella del último mandato de Ada Colau y Jaume Collboni en el Ayuntamiento ha sido la pacificación de Consell de Cent, que la ha convertido en calle peatonal durante gran parte de su recorrido. “¿Pacificado???? –se exclama Carmeta, vecina de la calle Girona (también sometido recientemente al urbanismo táctico)– ¡Pero si es más peligroso que nunca! Como sabes que no pasan coches ni motos, vas paseando tranquilamente y se te puede echar encima cualquier bici o patinete eléctrico!”

Además, añade Mike, que regenta una peluquería del barrio, el nuevo urbanismo de la calle ha hecho proliferar terrazas y ocio: “Todo el mundo pone sus normas y ninguna es ilegal”, reflexiona. Es curiosa la paradoja: el urbanismo táctico impulsado por los comunes ha derivado en un panorama de ultraliberalismo en el que mandan las leyes del mercado más que nunca. Un panorama, todo sea dicho, al que ni el PSC –actual comandante del consistorio– ni el Gremio de Restauración de Barcelona dan ascos excesivos.

Subiendo por la calle Girona, cinco turistas francesas comen con comida para llevar en una de las mesas de uso público habilitadas recientemente como parte de la pacificación de la calle. Contrasta con el “Tiempo máximo 35 minutos” del Saffron, en Enric Granados con Valencia.

Puestos a elegir carteles, quizás vale la pena quedarse con lo que luce en el exterior del Frankie Cha Cha Cha, el restaurante italiano en lo más alto de la calle Roger de Llúria: “Escribe aquí todo lo que te haga feliz”. Las respuestas son variadas: las vacaciones, la familia, el vino, el amor, mi mejor amiga, una cerveza... el dinero.

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