¿Cómo se podría aumentar la producción de vacunas?
Suspender las patentes o transformar fábricas son algunas de las propuestas de los expertos
GironaAl inicio de la pandemia parecía que lo más complicado y laborioso sería encontrar una vacuna eficaz contra el covid-19. Pero una vez batidos todos los récords con el descubrimiento de más de una fórmula que da inmunidad, ahora hay que elaborarlas, envasarlas y distribuirlas literalmente por todo el mundo para que lleguen a más de 7.600 millones de personas. Un reto de producción y logística nunca visto en la historia de la humanidad y que exige una muchedumbre de fábricas por todo el planeta que puedan obtener billones de dosis que, como todo el resto de vacunas, tienen que pasar unos controles de calidad muy estrictos en todas y cada una de las etapas de fabricación y distribución.
Ante los problemas de algunas farmacéuticas como Pzifer o AstraZeneca para cumplir los compromisos adquiridos con determinados países y la imposibilidad de los estados menos desarrollados de asegurarse unas dosis, cada vez hay más voces que reclaman que se suspendan temporalmente las patentes y los derechos de propiedad intelectual de las vacunas y así aumentar la capacidad mundial de producción y facilitar que llegue hasta el último rincón del planeta, independientemente de su bolsillo. De hecho, a principios de mes, la India y Suráfrica –con el apoyo de un centenar de países más– hicieron esta petición a la Organización Mundial del Comercio, pero los países más ricos, entre los cuales la Unión Europea y España, lo rechazaron.
Controles estrictos y continuos
La mayoría de vacunas nacen gracias a una alianza entre equipos de investigación y farmacéuticas, y la de Oxford/AstraZeneca es un ejemplo: se ha desarrollado en la universidad, pero es la empresa quien las fabrica y reparte. Cada tipología de vacuna requiere un proceso de producción determinado que se puede resumir en dos fases: la elaboración y mezcla de los componentes químicos y el envasado y distribución. Y cada paso del proceso está estrictamente vigilado: según cálculos del IPFMA –la patronal internacional farmacéutica–, un 70% del proceso de producción se destina a los controles de calidad.
“Tienes que garantizar que todos los componentes químicos sean puros y que has cumplido las condiciones marcadas, con un control constante de la temperatura. Y la tecnología ARN –que utilizan Moderna y Pfizer– es como un código: si una letra no está bien escrita tienes que tirar todo el lote y volver a empezar”, pone de ejemplo el director general del Institut Químic de Sarrià (IQS), Salvador Borrós, que, junto con la investigadora Cristina Fornaguera, participan en la búsqueda de la vacuna CoviNanoVax. La investigadora también recuerda que la ARN solo hace diez años que existe y que requiere un personal “especializado, con habilidades y que esté formado”.
Así mismo, no sirve cualquier factoría para hacer vacunas: todos los equipos, tecnología e instalaciones tienen que ser adecuados para esta finalidad y tienen que estar validados previamente por las autoridades. “Desde que empiezas a diseñar una planta farmacéutica hasta que la puedes utilizar necesitas unos cinco años”, calcula el director de producción de Hipra, Jordi Ruano. La empresa hace más de cincuenta años que se dedica a las vacunas para salud animal, y en marzo, por la pandemia, abrieron dos líneas de investigación de vacunas anticovid, una de propia y otra con el Hospital Clínic. “Teníamos el know-how, los equipos y mucha experiencia con coronavirus”, señala el jefe de salud humana, Toni Maneu.
Ante la demanda de suspender temporalmente las patentes y los derechos de propiedad intelectual de las vacunas anticovid, los cuatro coinciden en afirmar que no bastaría para aumentar la capacidad mundial de producción y utilizan un símil con la cocina apta para profanos: “Aunque te den la receta, necesitas un horno muy grande, hecho con unas piezas muy determinadas. Y tienes que conseguir unas primeras materias de alta calidad y que te puedan suministrar a grandes cantidades”, indican Borrós y Fornaguera. Y Ruano recalca que “no todas las plantas pueden producir vacunas" y que "en España, por ejemplo, hay pocas". "Es bastante más complicado que solo compartir la receta”, dice.
Intereses geopolíticos
Ahora bien, para la farmacéutica y portavoz de Salud por Derecho, Eva Iráizoz, el hecho de suspender los derechos intelectuales –como se hizo en 2001 con medicamentos contra el sida– daría la oportunidad a países como Suráfrica o la India de fabricar las vacunas a precios más bajos. “Se podrían adaptar las plantas existentes y transformar a los fabricantes veterinarios de cualquier parte del mundo. Pero si con las patentes se crean oligopolios, serán las farmacéuticas las que controlen cuánto producen, a quiénes venden y a qué precio, y esto obstaculiza el acceso universal a la vacuna”, advierte.
El investigador del IrsiCaixa Julià Blanco considera que la suspensión de las patentes sería una opción para fabricar más dosis, pero no cree que sea el único mecanismo. “Los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud tendrían que forzar alianzas entre diferentes empresas para maximizar y optimizar los recursos existentes y reconvertir plantas para producir más y de manera coordinada”.
Uno de los principales obstáculos es, sin embargo, que las vacunas se han convertido en “un instrumento de la geopolítica”, tal como lamenta la investigadora del Institutt de Salut Global de Barcelona (ISGlobal) Núria Casamitjana. “En América Latina, por ejemplo, hay países que se han comprometido a comprar la vacuna rusa ante la incertidumbre de la solidaridad que recibirían y de la disponibilidad de adquirir dosis de Pfizer, Moderna o AstraZeneca”. Des de el ISGlobal subrayan que la única manera de acabar con el covid-19 es conseguir la inmunidad de grupo en el conjunto del planeta, cosa que implica “el acceso generalizado a una vacuna eficaz y segura”. Y recuerdan que pueden surgir nuevas mutaciones del virus que obliguen a adaptar las vacunas existentes.
Por eso, según los expertos, ahora es más importante que nunca ser más rápidos que el virus: si apareciera una variante que fuera resistente a las fórmulas actuales habría que volver a la casilla de salida del proceso de vacunación mundial.