VIVIENDA

El bloque del Raval que quiere ser un símbolo

Un edificio ocupado desde hace 10 años prepara 15 días de actividades para impedir el desalojo

Jordi Mumbrú
3 min
El bloc del Raval que vol ser un símbol

BarcelonaJusto en el núcleo del Raval hay un edificio que va sobrado de historias y que ahora busca un nombre. Está situado entre la calle Hospital y el pasaje Bernardí Martorell, y sus habitantes —que son ocupas— lo quieren convertir en un símbolo de la lucha contra la gentrificación. En total hay nueve pisos, y todos ellos están ocupados. Allí viven africanos (principalmente de Senegal y Gambia), pero también hay vecinos mexicanos y europeos. Algunos tienen papeles y otros no. Hay gente joven, familias con niños y personas enfermas. Algunos de ellos tienen trabajo estable, otros sobreviven “haciendo la manta” o vendiendo fotografías instantáneas hechas con una Polaroid a los turistas de la Barceloneta. El edificio es de Blackstone, el propietario inmobiliario más importante del mundo, y ya ha conseguido que un juez ordene a los Mossos que desalojen a los ocupas. La intención es rehabilitarlo y ponerlo en alquiler. El desalojo, que no será fácil, está previsto para la primera quincena de julio.

“Haremos una junta para explicarlo todo. Tranquilo. Lucharemos como hicimos la otra vez”, le explicaba el jueves en frente de la puerta de la escalera Fabián a Sizzla, que había quedado desconsolado al conocer la noticia. En febrero ya consiguieron, por segunda vez, parar el desahucio gracias al apoyo del Sindicato de Vivienda del Raval. El acceso al edificio no es fácil, ya que hay que entrar por un pequeño pasaje. Esta vez, sin embargo, será más difícil hacer frente al desalojo, ya que se puede hacer en cualquier momento durante los primeros quince días de julio. “Estaremos preparados las 24 horas del día. También a las seis de la mañana, que es cuando intentan ejecutar gran parte de los desahucios”, advierten Mustafá y Tatiana, vecinos del primer piso. “Estamos preparando conciertos y todo tipo de actividades durante todo el día. Respetaremos el descanso de los vecinos, pero no pararemos”, dice Mustafá. En el piso de arriba, Sizzla, un senegalés de 33 años, da la noticia al resto de compatriotas. No deja de imaginarse las consecuencias si pierde el piso donde vive desde 2009. “Tranquilo, nos pondremos abajo con los timbales, ya lo verás, no nos echarán”, le responde Omar, de 27 años.

“Qué manía de desalojar y desalojar. Si nos echan será peor. ¿Donde irá toda esta gente?”, pregunta Sizzla. En el edificio puede haber, en total, más de una treintena de personas. Fuentes del Ayuntamiento explican que están intentando que el propietario realoje a los ocupas. Desde Blackstone confirman que están “en contacto con el Ayuntamiento para encontrar una solución”, pero advierten que no piensan “regularizar una ocupación ilegal”.

Turismo, droga y gentrificación

Este edificio no tiene nombre, pero sí una historia muy representativa de los problemas que sufre el Raval. Antes de la ocupación, como recuerdan los vecinos, todos los pisos eran apartamentos turísticos ilegales. Cuando el Ayuntamiento empezó a controlar esta actividad, la propiedad los cerró. Con el tiempo, el edificio fue a parar al Banco Pastor, que más adelante fue absorbido por el Popular, que acabó en manos del Santander. Este último banco forma parte de una empresa, que se llama Quasar, cuyo accionista principal es Blackstone. Durante todo este cambio de manos la vida continuó dentro del inmueble. Por un tiempo fue la sede del Espai de l’Immigrant, una asociación que trabaja para ofrecer acogida a los recién llegados. También tuvo un narcopiso, del cual no se ha olvidado nadie. “Había jeringas por toda la escalera, parejas teniendo relaciones en el rellano... Era insoportable”, recuerda Tatiana. “Cuando hubo la batida en el barrio contra los narcopisos, los camellos de esta finca se asustaron y se marcharon. Pero en realidad los Mossos no les buscaban a ellos”, dice Mustafá. Fue él quien, aprovechando que se habían ido, se coló por la ventana y abrió la puerta desde dentro. Después llamó a los Mossos para decirles que allí había un narcopiso. Pero los camellos volvieron y los vecinos se enfrentaron a ellos. “No podíamos permitir que se repitiera aquello. Fueron dos años durísimos”, recuerda. Finalmente, limpiaron el piso, “que estaba lleno de ratas y de droga”, lo pintaron y lo dejaron a otros vecinos.

“El barrio está lleno de pisos turísticos. En dos años han cambiado los vecinos. Nosotros queremos pagar un alquiler, pero no podemos pagar estos precios”, lamenta Fabián. Por este motivo el Raval es uno de los barrios más organizados en contra de los desahucios. Este edificio, de hecho, confía en frenar su tercer desalojo. Y ganarse un nombre.

stats