Educación: la difícil salida del desconcierto

Los recortes y la pandemia han sido puntos de inflexión en una comunidad en la que las voces de alarma son recurrentes

Alumnes en una escuela de Barcelona
26/11/2025
3 min

BarcelonaLos tres lustros que van de 2010 a 2025 han estado marcados, en el terreno educativo, por una preocupante desafección general hacia los centros de enseñanza y una pérdida de los consensos básicos, tanto sobre métodos y lengua vehicular (con el catalán bajo presión judicial y política), como sobre modelos de gobernanza, currículos, uso de las nuevas tecnologías o formación del profesor. Sin embargo, también se han hecho avances, como la reducción de la segregación escolar a partir del pacto del 2028, que ha supuesto que la escuela concertada acoja ahora al triple de alumnos inmigrantes que hace una década, o los pasos adelante en la gratuidad de las guarderías.

Sin embargo, el periodo de estos quince años ha venido teñido de un malestar cronificado del que no se acaba de ver la salida del túnel. Son recurrentes las voces de alarma, a menudo desde presupuestos enfrentados. El trabajo profesional silencioso, en muchos casos muy meritorio, sigue en los centros, pero con un rumor de fondo que, entre los docentes, dificulta la ilusión de los jóvenes que comienzan y confirma el cansancio de los veteranos. Las cifras de burnout son preocupantes: según datos de 2021-22, ocho de cada diez docentes pidieron ayuda en salud mental.

El descontento tuvo su punto detonante en los recortes del 2010, momento a partir del cual el mundo sindical cogió mucha relevancia a la hora de hacer oír la voz del colectivo de maestros, históricamente más representado por asociaciones profesionales y más centrado en el discurso de la renovación pedagógica, muy fuerte en Cataluña que, en cambio, ahora también ha entrado en crisis, con voces que reclaman un regreso a un supuesto pasado de orden.

En estos quince años, la pandemia fue el segundo momento de desconexión entre docentes y departamento, pero también con las familias y el conjunto de la sociedad. El cierre de los centros tuvo respuestas desiguales para atender a los chicos y chicas y, en conjunto, y pese a esfuerzos, hizo bajar el nivel de conocimientos, además de provocar tensiones entre familias e instituciones educativas.

Los malos resultados académicos en las diferentes pruebas de nivel a lo largo de estos años (especialmente PISA, pero no sólo), con mejoras tímidas en los últimos cursos, no han hecho sino enrarecer más el clima, haciendo difícil el diálogo y los acuerdos para avanzar. Hay más debate que soluciones o acuerdos sobre por dónde ir.

Lo que se está dando es una mezcla desordenada entre enfoques metodológicos y curriculares, la presión para mejorar las condiciones laborales y la inversión presupuestaria, la irrupción de las nuevas tecnologías (se ha pasado de abrazarlas entusiásticamente a prohibir los móviles), la constante llegada de alumnos de procedencias diversas gobernanza de los centros (el intento, a los públicos, de ir hacia direcciones con mayor capacidad de decisión), las transformaciones profundas en los hábitos familiares, el combate demagógico contra la normalización lingüística, las diferencias entre centros públicos y concertados (entre otros, la sexta hora o la inestabilidad de las plantillas públicas), la desigualdad en el acceso a las actividades inclusiva (incorporando a las aulas cada vez a más niños con complicaciones de aprendizaje o comportamiento).

Todo esto no ha hecho sino convertir las escuelas de educación primaria y los institutos de secundaria en un terreno abonado al desconcierto, una desorientación que en parte también afecta al campo universitario, con especificidades propias, tanto laborales como metodológicas y de convivencia entre centros públicos y privados.

Entre los extremos de la nostalgia de una época en la que supuestamente reinaba la cultura del esfuerzo y se reconocía la autoridad de los maestros, y la necesidad imperiosa de ponerse al día ante el reciente estallido de la inteligencia artificial (IA) y una cultura cada vez más audiovisual y menos lectora, cuesta encontrar la vía para avanzar hacia el centro de la excelencia las miradas) como de alumnos. Y por supuesto, en el campo educativo los cambios, para bien o para mal, suelen notarse a medio y largo plazo.

Pero la realidad del mundo educativo catalán, pese a estar marcado por dichos resultados por debajo de las medias de la OCDE, no es ajena a un desconcierto de dimensiones global, con pocas certezas y mucha experimentación. Más allá de soluciones mágicas, el combate contra el pesimismo educativo se prefigura como crucial para los próximos años. La conciencia a ponerse está ampliamente asumida.

stats