Sinhogarismo

Cuatro horas peinando las calles de Barcelona para saber cuántas personas duermen al raso

Arrels Fundació saca a la calle a más de 600 voluntarios para actualizar la fotografía del sinhogarismo

BarcelonaCon el objetivo de contar a las personas que duermen al raso en Barcelona, ​​más de 600 voluntarios de Arrels Fundació se han distribuido por todos los distritos de la ciudad este miércoles por la noche en grupos de 15, con bolígrafo, papel y un mapa de la zona que les tocaba examinar. Por cada persona localizada, una cruceta en el plano y una entrada a la aplicación que la entidad ha creado para ese día. Aunque los resultados no se conocerán hasta dentro de unos días, cuando se hayan pulido las posibles duplicaciones, en la entidad referente de la atención al sinhogarismo nadie duda de que se superará la cifra de las 1.384 personas del último recuento, hace dos años. De hecho, este año, el Ayuntamiento de Barcelona estima que son 1.500, sin contar las que tienen un techo en un centro de acogida, hostal social o albergue de emergencia. "Este año los datos serán dramáticos", augura José Luis, uno de los voluntarios.

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El ARA acompaña a un equipo de cuatro voluntarios por el barrio de la Sagrera en una noche en la que ya se deja notar el termómetro de diciembre, pero no lo suficiente para que el Ayuntamiento de Barcelona ponga en marcha la operación Invierno, que se activa cuando las temperaturas bajan por debajo de los 5 grados centígrados. Los cartones o los sacos de dormir son como una fina capa por donde el frío y la humedad se necesitan los cuerpos de quienes intentan descansar al raso sin ningún otro abrigo. La única instrucción que se da en el punto de salida de esta particular ruta es que no se estorbe a estas personas, ni se invada "su intimidad", relata la directora de Arrels, Bea Fernández. El recuento es un censo con el triple objetivo de obtener una fotografía actualizada del fenómeno del sinhogarismo, que va en aumento y se esparce más allá del área metropolitana; dimensionar los recursos que se necesitan, y concienciar a la ciudadanía de la problemática, explicaba Fernández antes del inicio de la actividad. Entre las 10 de la noche y las 2 de la madrugada, los voluntarios andarán y examinarán jardines, plazas y calles.

El recuento llega tan sólo unas pocas semanas después de que en este barrio de la Sagrera hubiera un susto en uno de los asentamientos informales que habían crecido justo debajo del puente de Calatrava. Un incendio destrozó varias chabolas el 19 de noviembre por la noche y el consistorio dio la orden de desalojar a todo el poblado y dejar sin ningún techo a una treintena de residentes. Lejos de desaparecer, estas personas buscan nuevos espacios en los que instalarse, y Fernández apunta que el recuento debe servir también para saber si estos "movimientos" han hecho que estas personas se trasladen a barrios que hasta ahora no tenían experiencia en el sinhogarismo.

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A cubierto

Desde el puesto de La Sagrera, los 15 voluntarios se reparten por las zonas que tienen asignadas. Menos de cinco minutos antes de empezar la caminata por una avenida Meridiana en obras, ya se encuentran la primera persona durmiendo en el interior de un cajero automático. En pocos metros, localizan otras cuatro en una especie de galerías comerciales cubiertas, donde hay quien duerme tapado de pies a cabeza por mantas pesadas, de esas que triunfaban en las casas antes de la irrupción de los ligeros nórdicos. Otro hombre, también solitario, se distrae mirando vídeos en el móvil, sin hacer caso del extraño grupo que se detiene frente a él. "A éste le conozco", salta uno de los voluntarios cuando ve a una persona sin hogar. Lo ha visto esta misma tarde mientras esperaba que le cargaran la batería del móvil en un local comercial. "La mayoría cuidan dejarlo todo limpio por la mañana para que ni vecinos ni comerciantes se quejen y los echen", explican los voluntarios.

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En los jardines del lado del Hipercor, que oficialmente reciben el nombre de la plaza de la Concordia, los bares de alrededor están bastante llenos de clientes que cenan. Justo en el centro hay tres cartones, uno junto al otro, en el que hay dos hombres durmiendo o descansando bajo el peso de las mantas, mientras un tercero está de pie unos metros más allá. En una esquina, un carro de supermercado lleno de pertenencias.

En un momento de la ruta, a los voluntarios les surge la gran duda de si un hombre que está sentado en un banco puede ser una persona sin hogar o es un vecino que hace el último cigarrillo antes de subir a casa. "¿Le preguntamos?", se siente, pero del debate concluye que es mejor no hacerlo y tampoco lo contabilizan. Surgirán más dudas. "Quizá sea demasiado temprano y hay personas que esperan que las calles se calmen para ir a su sitio y descansar", apuntan.

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