“Voy a una escuela donde no se han dado por vencidos conmigo”

Los centros de nuevas oportunidades se reivindican como respuesta al fracaso escolar y piden reconocimiento y una financiación estable

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La Thais tiene 15 años pero no va al instituto. Es alumna del Umbral, una escuela de nuevas oportunidades para jóvenes que se han descolgado del sistema educativo encomendero. Este curso se graduará de la ESO y después quiere estudiar para ser educadora social.

BarcelonaElla lo tiene claro: "Yo no soy un caso de fracaso escolar. Antes sí, pero ahora sé que me sacaré la ESO y más cosas". Pero las estadísticas, tercas y frías, sí incluyen a Thais, de 15 años, en este doloroso 17,4% de abandono escolar prematuro en Catalunya. "Me aburría mucho en clase. No veía ninguna motivación y la liaba para divertirme y para que nadie se preocupaba por lo que me pasaba", recuerda de cuando cursaba solo 1º de ESO en un instituto de Cornellà de Llobregat. En segundo la expulsaron un mes de clase y al volver al aula la distancia fue inasumible: "No entendía nada, lo dejé y me quedé en casa". Como ella, dos de cada diez alumnos dejan el instituto antes de terminar la ESO, una cifra que supera con creces la media europea, de un 10%.

Hasta que Thais encontró una mano amiga a la que agarrarse: la Fundación El Llindar, un centro de segundas -o nuevas- oportunidades para jóvenes que se han descolgado del sistema educativo ordinario. Entró sin esperanza ni confianza en sí misma, pero dos años después es otra. "Todos hemos terminado aquí por algún motivo u otro, nos ha pasado algo y eso nos une. ¿Por qué crees que se llama de segundas oportunidades? Pues porque en esta escuela no se han dado por vencidos conmigo, con nosotros", explica con franqueza.

Detrás de cada una de las décimas de este 17,4% de abandono hay "mucho sufrimiento", afirma Begoña Gasch, directora de El Llindar. "Llegan aquí porque algo no ha ido bien en la escuela. La mayoría dicen que las cosas se empiezan a torcer en 2º o 3º de primaria. ¡Imagina la cantidad de años que han estado en un aula teniendo la sensación de ser invisibles, de no ser nadie!" El trabajo en la Fundación es "reconectar en el aprendizaje y en la vida", una tarea difícil que requiere tiempo, espacio, acompañamiento y un cambio de mirada. Thais lo explica así: "Aquí se preocupan por mí, no me tienen al final de la clase. Antes de preocuparse por los estudios se preocupan por la persona. Me preguntan qué me pasa, qué necesito, en lugar de preguntar siempre por los deberes y los exámenes".

Esfuerzo con recompensa

En El Llindar, sin embargo, "no hay milagros, hay esfuerzo". La joven lo certifica: "Pensaba que sería muy fácil, que me regalarían la ESO, y no es verdad. Me la he tenido que ganar". Ella da clases y talleres, donde aprende carpintería, mecánica, peluquería. "Hemos probado muchos oficios, pero creo que no me quiero dedicar a nada de lo que he aprendido aquí. Yo quiero ser educadora social, yo seré educadora social", dice convencida. ¿Pero si Thais está estudiando, cómo puede ser que forme parte de las estadísticas de abandono escolar? Porque El Llindar y las otras ocho escuelas de nuevas oportunidades de Catalunya no forman parte del sistema educativo reglado. Los centros lamentan la falta de reconocimiento y las dificultades para homologar y certificar titulaciones propias, así como la fragilidad económica de unos proyectos mayoritariamente privados que dependen de concursos públicos que van y vienen. "Durante años hemos intentado encajar, pero ahora pedimos que nos hagan un lugar, que se ensanche el perímetro del sistema educativo, porque no todo tiene que pasar dentro de los institutos. La concepción de que todo tiene que pasar dentro del sistema ordinario es un concepto de educación muy arcaico", dice Gasch.

Los centros de nuevas oportunidades se mueven en los márgenes del sistema, en una especie de limbo: con suerte, el departamento de Educació les autoriza algunos cursos (PFI, ciclos medios ...) y el departamento de Afers Socials, a través del servicio de Ocupación de Catalunya (SOC), los financia. "No hay un marco propio que articule las escuelas de segunda oportunidad como un recurso reconocido para los jóvenes que se han quedado fuera de los circuitos habituales", apunta Paco Estellés, director general de Salesianos Sant Jordi, que añade: "La segunda oportunidad no es para los jóvenes, es para el sistema, porque no hemos hecho el trabajo bien hecho".

Así, los chicos y chicas que, como Thais, han dejado el instituto y no tienen la ESO cuentan como fracaso escolar, a pesar de que estén formándose en estas escuelas. "Hay jóvenes que viajan 50 kilómetros solo para llegar al centro. ¿Cómo podemos decir que han abandonado los estudios? ¿Cuántos de nuestros hijos harían este esfuerzo? Cuando los motivamos, les curamos las alas y les damos las oportunidades que necesitan, lo hacen", defendía Marta Masagué, responsable del servicio de atención a los jóvenes del SOC, en el quinto encuentro de los 43 centros de segundas oportunidades del Estado, jueves en el Hospitalet de Llobregat. 

“No es responsabilidad de los chicos”

En la jornada, los centros reclamaron a las administraciones que se les reconozca como una respuesta educativa que funciona para reducir las vergonzosas cifras de abandono en España, que ya es el país de la UE con más fracaso escolar. "El abandono escolar prematuro no es responsabilidad de los jóvenes ni se explica por necesidades del mercado laboral, sino que se explica por un malestar muy profundo en la forma de escolarizar", apunta la doctora en sociología Aina Tarabini. Begoña Gasch cree que el problema es que en los institutos se obliga a los estudiantes a "ser rentables y cumplir con unos tiempos muy marcados", lo que hunde la autoestima de los alumnos a los que les cuesta más y los termina "centrifugando y expulsando" del aula.

Desde el departamento de Educació entonaron el mea culpa: "Tenemos que reconocer que no termina de ser verdad que no dejamos a nadie atrás. Debemos hacerlo mucho mejor", dijo la secretaria general, Nuria Cuenca. E insistió: "Quién fracasa no es el alumno. Quien fracasa es el sistema educativo".

Es lo mismo que cree Thais: "Lo que pasa en los institutos no es culpa de los profesores. Ellos tienen treinta alumnos en una clase, cada uno con sus problemas. Lo que está mal es el sistema". Tiene clarísimo lo que hay que cambiar: "Lo que sería necesario es que los institutos se adaptaran a nosotros, no nosotros a ellos. No necesitamos más escuelas como El Llindar, necesitamos que todas las escuelas sean así directamente". ¿Qué quiere decir esto? “En los institutos nos tratan a todos por igual, cuando todos somos diferentes. A algunos alumnos les cuesta dos años y a otros cinco, pero si nos dejan tiempo nos lo sacamos", dice.

Del fracaso al orgullo propio

Thais no ha vuelto a pisar su instituto desde 2º de ESO. Ahora, a punto de graduarse, dice que solo volvería si fuera para hablar de El Llindar: "Me gustaría que la gente que está en el instituto en un rincón de la última fila, sin aprender, sin decir nada para no molestar, supiera que hay escuelas donde te enseñan a hacer cosas". Begoña, la directora del centro, se emociona al oírla hablar: "Estoy orgullosa de mí. Ahora ya no hay quien me pare”.

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