Afganistán

Fátima Amiri, la afgana que no puede estudiar por los talibanes en Afganistán y por la burocracia en España

A pesar de las muestras de solidaridad con las mujeres afganas, no existen mecanismos para que puedan continuar sus estudios aquí

24/03/2025
6 min
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BarcelonaRecuerda que acabó con toda la ropa y el pelo ensangrentados, y que tuvo que saltar por encima de los cuerpos sin vida de sus amigas que quedaron tirados en el suelo después de que un terrorista suicida se inmolara en el aula. Era el 30 de septiembre de 2022. Entonces ella sólo tenía diecisiete años. En el atentado perdió el ojo y el oído izquierdos, y más de cincuenta compañeras de clase, que murieron. Sin embargo, Fátima Amiri no se hizo famosa por eso, sino porque una semana después del ataque contra su centro educativo en Kabul se presentó malherida al examen de la selectividad y logró una de las notas más altas. "No podía perder esa oportunidad", afirma. Los medios de comunicación internacionales hablaron de su proeza e incluso la BBC la incluyó en la lista de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes de 2022.

Sin embargo, Fátima nunca llegó a estudiar en la universidad en Kabul. Poco después, a principios del 2023, los talibanes expulsaron a todas las mujeres de las universidades, así que sus esfuerzos no sirvieron de nada. Varias personalidades y gente anónima, conmovidos por su caso, recaudaron dinero para que pudiera recibir tratamiento en Turquía con el objetivo de que recuperara el oído –que ya no recuperó nunca–, que le arreglaran la mandíbula que también le quedó dañada para siempre, y que le pusieran un ojo de cristal en la cavidad vacía.

Fátima viajó a Ankara acompañada de su padre, un hombre de edad avanzada y enfermo del corazón, porque de otra manera los talibanes no la dejaban salir del país. En Turquía volvió a realizar la selectividad, volvió a aprobar, y empezó a estudiar ingeniería informática, pero al cabo de un mes tuvo que abandonar la universidad porque las autoridades turcas amenazaron con deportar a su padre. A finales de 2023, padre e hija llegaron a España, que fue uno de los pocos países que les ofreció protección internacional. Actualmente viven en Salamanca. "Quiero estudiar ingeniería informática, pero aquí también me ponen trabas. No hay talibanes, pero tampoco puedo estudiar", lamenta la joven, que acaba de cumplir veinte años. Si en Afganistán se lo impidieron los talibanes, aquí el problema es la burocracia.

El título oficial de bachillerato de Fátima dice que finalizó sus estudios en el 2021, el año en que los talibanes regresaron al poder y expulsaron a todas las alumnas de secundaria de los institutos. Pero en realidad ella logró graduarse un año después, en septiembre del 2022, poco antes de resultar gravemente herida y que hiciera la selectividad en Kabul. El hecho de que su título oficial indique que acabó en el 2021 (y no en el 2022) le obliga a también tener que realizar la selectividad en España. Por tercera vez. "Soy humana, no un robot", deplora.

El único país donde las mujeres no pueden estudiar

Afganistán es el único país del mundo donde las mujeres tienen prohibido estudiar educación secundaria y superior. Tampoco pueden trabajar en trabajos calificados, ni viajar solas. Su situación es tremenda, coinciden todos los organismos internacionales. Pero, ¿qué se está haciendo aquí para ayudarlas?

En 2022, el ministerio español de Universidades concedió 2,6 millones de euros en subvenciones a las universidades públicas para atender las necesidades de los estudiantes y el profesorado procedentes de Ucrania. En cambio, nunca ha planteado algo similar para las estudiantes afganas. Tampoco hay nada previsto en el ministerio de Igualdad, ni en el de Migraciones, ni en los departamentos de Investigación y Universidades, o de Igualdad y Feminismos, en el caso de Catalunya, según ha comprobado el ARA.

"No tenemos datos sobre los programas específicos que cada universidad pueda desarrollar en el ámbito de la cooperación internacional y la solidaridad", se ha escudado por su parte la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), que en su día, cuando los talibanes volvieron al poder en 2021, se pronunció a favor de ofrecer "protección y asistencia a los académicos y estudiantes de Afganistán".

Desde entonces, la Universidad de Valencia es la única de todo el estado que ha convocado un programa de becas específico para mujeres afganas. Lo hizo por primera vez en el curso 2022-2023 y recibió un total de 67 solicitudes, de las cuales 49 eran de mujeres que seguían en Afganistán y aspiraban, de esta forma, a continuar sus estudios. Sin embargo, la universidad sólo concedió cuatro becas porque no disponía de más recursos. El curso 2023-2024 hizo una segunda convocatoria y volvió a becar a las cuatro mismas beneficiarias, según detalla su vicerrectora de Sostenibilidad, Cooperación y Vida Saludable, Pilar Serra.

Otras universidades también han becado estudiantes afganas, pero siempre han sido casos muy puntuales. Quizás el más numeroso sea el de la Universidad Carlos III, de Madrid, que este curso becó a dieciocho mujeres refugiadas, de las cuales seis eran afganas. Todas, estudiantes de máster. Es decir, en ningún caso son chicas que estuvieran a las puertas de la universidad en Afganistán o que ya hubieran empezado la carrera y no pudieran continuar por la prohibición de los talibanes.

"Tenemos problemas para facilitarles el acceso, porque lógicamente estas personas refugiadas no huyen de su país con una carpeta con documentos compulsados bajo el brazo", declara Ana López, vicerrectora de Servicios Sociales, Campus Saludable, Igualdad y Cooperación de la Universidad de Sevilla, la única que hasta ahora se ha interesado por el caso de Fátima Amiri y que está moviendo cielo y tierra para que pueda estudiar, pero que también está topando con la terrible burocracia.

Alternativas en Afganistán

¿Si no se les facilita los estudios aquí, al menos se está haciendo algo para que las mujeres puedan estudiar en Afganistán? La ONG catalana Ponts per la Pau tiene escuelas clandestinas donde estudian muchas de estas jóvenes que han sido expulsadas del sistema educativo por los talibanes, pero su problema es poder enviar dinero a Afganistán porque actualmente no es posible realizar transferencias bancarias a causa del bloqueo financiero impuesto por la comunidad internacional contra este régimen. La única forma de transferir dinero es mediante Western Union, MoneyGram o el sistema conocido con el nombre de hawala. "Algunos donantes son flexibles, como el Fons Català de Cooperació al Desenvolupament, el Fons Mallorquí de Cooperació o el menorquín, y aceptan estos métodos de transferencia", afirma la fundadora y presidenta de la asociación, Nadia Ghulam. Otros, en cambio, no quieren ni oír hablar de ello.

Una de las escuelas clandestinas de la asociación Ponts per la Pau, en Kabul.

La Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo ha destinado 1,6 millones de euros a ayudas a Afganistán desde que los talibanes regresaron al poder, pero todo el dinero ha sido para asistencia humanitaria y canalizado a través del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Este año, por primera vez, financiará un proyecto de Ponts per la Pau destinado a la formación de chicas y mujeres.

Por su parte, el ministerio de Asuntos Exteriores también ha hecho un importante esfuerzo económico en Afganistán desde 2021, con una aportación total de 43,3 millones de euros, que también ha enviado a través de las agencias de Naciones Unidas que trabajan con el beneplácito de los talibanes y que, lógicamente, no pueden invertir en la formación de mujeres si quieren continuar operando en el país. Asimismo, España ha organizado dos encuentros de activistas afganas para hacer oír su voz.

"Necesitamos acciones"

"Más allá de palabras, necesitamos acciones", afirma Fátima Amiri, quien lamenta que se hable mucho de las mujeres de Afganistán, pero no se haga nada para que puedan estudiar, como por ejemplo la concesión de becas o la realización de cursos online gratuitos para las chicas expulsadas del sistema educativo. Eso mismo piensa María López de la Usada, vicepresidenta de Netwomening, una red de voluntarias que ayudan a refugiadas afganas en España: "Hay que arremangarse y, en este sentido, la sociedad civil va muy por delante de las administraciones".

Fátima no se cansa de llamar a puertas para poder estudiar ingeniería informática: ha estado en el Parlament de Catalunya, se ha entrevistado con políticos, con el director de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, con ONGs... Todo el mundo coincide en que su historia es desgarradora y su resiliencia, admirable. Pero, de momento, nadie ha movido un solo dedo para que, por fin, pueda estudiar en la universidad.

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