Guissona: el pueblo donde el trabajo une 47 nacionalidades
La abundancia de puestos de trabajo frena el racismo pero no garantiza la integración entre recién llegados y autóctonos

Guissona (la Segarra)El número de inmigrantes que ahora viven en Guissona -más de 3.500- supera a todos los habitantes que vivían en el año 2000. Un crecimiento exponencial que se explica por la gran oferta de trabajo que hay en el pueblo y que ha convertido a Guissona en el municipio de Catalunya con un porcentaje más elevado de recién llegados. El 49,9% de los habitantes son extranjeros, que provienen de 47 países diferentes, sobre todo de Rumanía (34%) y Ucrania (30%) pero también de Senegal (12%), Bulgaria (7,6%) y Marruecos (5%). En 2000 Guissona se convirtió en el primer pueblo del Estado en el que la población inmigrante superó a la autóctona. Una pequeña ONU en medio de la Segarra que ha logrado alejar cualquier sombra de racismo y xenofobia gracias a la gran cantidad de trabajo que hay en el municipio. El paro no supera el 5%.
El buen funcionamiento del Grupo Alimentario de Guissona (GAG), propietario de las tiendas BonÀrea, emplea directamente a 4.000 personas. "Si la gente está ocupada es fácil mantener la paz social", explica Antoni Condal, responsable del departamento de relaciones externas del GAG. La empresa empezó a buscar a trabajadores foráneos al ver que extremeños y andaluces dejaban de llegar a Catalunya para quedarse en su territorio y trabajar en el sector de la construcción. "En el 2000 sólo encontramos a 20 personas en todo el INEM español dispuestas a venir a trabajar", asegura Condal. La empresa optó por fichar a los senegaleses que en verano hacían de jornaleros en los campos frutales de Lleida, pero no era suficiente. El GAG crecía a un ritmo frenético, contratando a unas 200 personas cada año. La opción de realizar contrataciones masivas de jóvenes de países del este de Europa, a los que ayudaban a tramitar los permisos de trabajo y de residencia, tampoco acabó de funcionar. "Eran médicos e ingenieros que mataban pollos", recuerda Condal. Fue entonces cuando la empresa decidió ir hasta los países de origen para seleccionar directamente a jóvenes con experiencia en mataderos o carnicerías.
Permisos y reagrupamientos
Una vez en Guissona, la empresa les facilitaba una vivienda, aprender el idioma (el 85% de los guissonenses entienden el catalán, según el Idescat) y las costumbres del país. Y también impulsaba la reagrupación familiar, una iniciativa que ha sido clave para la buena convivencia: permite a los recién llegados no perder su identidad -se reencuentran con la familia y cierran filas con el resto de compatriotas- ya la vez conocen, enseguida, las normas de convivencia.
Ioana llegó hace siete años de Rumanía. Ella cree que "siempre será extranjera" en una tierra que, sin embargo, le ha acogido mejor de lo esperado. No piensa en volver: "Aquí tenemos trabajo, yo y mi marido. No necesitamos nada más", dice. Pero que no haya conflictos, no significa que haya integración.
"En las juntas de las entidades culturales y deportivas no hay la mitad de inmigrantes", ejemplifica Xavier Casoliva, el alcalde desde el 2011, que admite que "cuesta muchísimo" implicar a los recién llegados. "Piensa lo que tú harías si fueras al extranjero: si estuvieras en Londres con otros 500 catalanes. ¿Con quién irías?", pregunta. El alcalde explica que aunque "no hay una calle o un barrio de los inmigrantes", como ocurre en otras ciudades, sí hay bares "donde sólo van inmigrantes" y otros donde solo hay autóctonos. El Ayuntamiento, defiende Casoliva, hace esfuerzos por implicarlos en el día a día cultural. El alcalde explica que tejer buenas relaciones entre las distintas religiones que conviven en Guissona tampoco ha sido fácil. En la iglesia del pueblo, por ejemplo, coinciden diferentes ramas del cristianismo, cada una con su cura. Lo mismo ocurre en la mezquita, donde acuden musulmanes de distintos países.
Otras consecuencias de la llegada de inmigrantes son los nuevos equipamientos municipales: se ha abierto una escuela de primaria, se ha ampliado el instituto, se ha renovado la biblioteca, se ha construido un nuevo pabellón municipal y es un alcalde que Guissona sea un área básica de salud por no tener que ir a Cervera "cada dos por tres".
La escuela, clave para la acogida
Uno de los nuevos equipamientos es la escuela. Cerró el 2007 para trasladarse a un espacio mayor pero pese a la ampliación quedó pequeño y tuvo que reabrirse el anterior centro, con el nombre de Ramon Estadella. "No estaríamos aquí si no hubiera llegado la inmigración", afirma Laura Martí, directora de Estadella. El centro cuenta ahora con 220 alumnos, el 70% de los cuales son de familias inmigrantes. "La mayoría ya han nacido en Catalunya", explica. La jefa de estudios, Marta Amat, afirma que los niños y niñas ven la diversidad "como algo natural". "A ellos les da igual si el compañero es negro o es rubio. Ellos no tienen los prejuicios que tenemos los adultos", remacha la directora. La escuela tiene un aula de acogida y un soporte lingüístico para enseñar el catalán a los recién llegados.
El gigante del GAG, que sigue creciendo, seguirá llevando a inmigrantes al pueblo. Es la paradoja guisense, porque, curiosamente, el motivo que explica que Guissona sea el pueblo con más recién llegados es, también, lo que explica que no haya racismo: el trabajo.