El horno más antiguo del País Valenciano reabre después de la DANA: "La gente se lo merecía"

Hornos y pastelerías luchan por recuperarse del temporal a la vez que se enfrentan a antiguas problemáticas como la falta de mano de obra

Batiste Rubio en el interior del Horno Baixauli de Picanya.
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Picaña"La solidaridad de la gente nos salvó". Parece una frase demasiado bonita. Un titular de prensa excesivamente redondo. Pero, según Batiste Rubio, un pastelero de 42 años del municipio de Picanya, uno de los más afectados por la DANA, eso es lo que realmente ha hecho posible la recuperación del Forn Baixauli, el más antiguo de la Comunidad Valenciana, que el pasado 29 de octubre quedó completamente destrozado por el desbordamiento del barranco de Poio.

Los responsables de su reapertura son muchos. Hay actores principales, como Batiste, su primo Vicent Baixauli –que es quien lleva la contabilidad del establecimiento– o la madre de Vicent, Amparo Aracil, que aprovecha el último año antes de jubilarse para transmitir los conocimientos durante toda una vida. También existen intérpretes secundarios, como el Gremio de Panaderos y Pasteleros de Valencia, la Fundación Mapfre y la ONG Cesal que han colaborado en la reconstrucción del negocio y que impulsan un programa de inserción laboral para personas en situación de vulnerabilidad que a su vez facilita que los comercios tradicionales encuentren trabajadores. Y, finalmente, hay un reparto anónimo y muy extenso: los amigos, vecinos, voluntarios y empresas que primero ayudaron a Batiste y Vicent a limpiar el negocio y, después, les dieron equipamientos y mobiliario. Algunos aparatos han llegado desde Baleares o Bélgica.

Fundado en 1745, el Forn Baixauli se encuentra en el corazón de Picanya ya poco más de cincuenta metros del barranco de Poio, casi en el punto donde el agua se llevó una pasarela, una de las imágenes más recordadas de la catástrofe. A Batiste, el desbordamiento de la rambla le enganchó trabajando. "Era alrededor de las 18.30 h [el aviso de la Generalitat llegó a las 20.11 h], mi hermano me dijo que moviera el coche. Al momento empezaron a sonar las campanas", recuerda. Media hora más tarde en el obrador el agua ya llegaba a la cintura. Alcanzaría los setenta centímetros. Esa tarde y noche en Picanya murieron diez personas. 228 en todo el País Valenciano.

Batiste y su familia se salvaron, pero lo que tenían por delante era muy empinado. Explica que cuando abrieron la puerta y contemplaron "el medio metro de barro y que la única máquina que funcionaba era un microondas", su idea "fue cerrar". No fueron los únicos: una horchatería situada casi en frente, no ha reabierto. Además, la catástrofe los golpeó cuando ni dos meses antes que los dos primos habían asumido las riendas del negocio familiar. Demasiadas dificultades. "Sacamos el mobiliario con la ayuda de amigos, después nos llegó gente que no conocíamos que nos preguntaban qué necesitábamos. Llegamos a ser cuarenta personas. En dos días teníamos el horno vacío. En ese momento decidimos que teníamos que devolver, que la gente lo merecía", enfatiza el panadero.

El Horno Baixauli de Picanya después de sufrir los efectos de la DANA.
Batiste Rubio en el Horno Baixauli de Picanya una vez que el estabilimiento ha sido reconstruido por los daños sufridos durante la DANA.

Pasaron los primeros días, pero la solidaridad no se desvaneció. Muchos vecinos les visitaban para animarles. "He hecho mi bautizo, habéis hecho mi comunión, mi boda, no podéis cerrar, nos decían", recuerda Batiste. Y el apoyo no se detuvo. El 85% del mobiliario y equipamientos provienen de donaciones. "Solo hemos comprado tres máquinas", destaca. Dos de las más importantes provienen de dos hornos mallorquines, uno de Palma que les regaló un mostrador de madera y otros aparejos y uno de Andratx, que les dieron congeladores, frigoríficos... De Bélgica han recibido dos cajas de utensilios. "Nuestra recuperación se basa en la ayuda de la gente", insiste. Sobre el papel de la administración, el panadero explica que recibieron un anticipo "testimonial" y que están esperando la indemnización del Consorcio de Seguros. "Piden fotos, facturas de todo cuando nosotros somos un horno muy antiguo. De dónde saco yo una factura de una máquina tan vieja...", se queja.

Un oficio en peligro

Para escapar del callejón sin salida también recibieron la ayuda del Gremio de Panaderos y Pasteleros de Valencia y la Fundación MAPFRE y la ONG Cesal que han impulsado la reapertura de siete establecimientos. La entidad destaca que la DANA ha afectado a alrededor de sesenta hornos, de los cuales cuatro o cinco podrían cerrar definitivamente. La continuidad de los obradores también se ve amenazada por la falta de mano de obra. Lo destaca Laura de Juan, secretaria general del gremio, que denuncia la pervivencia de una imagen distorsionada. "Hace muchos años que se hizo un cambio para conseguir horarios menos extensos. Gracias a las máquinas de fermentar ya no se trabaja de noche como antes. Además, es un trabajo bien remunerado y creativo", recalca.

Para conseguir el relevo que garantice la pervivencia de pastelerías y hornos artesanos, Cesal ya ha formado a cuarenta personas en riesgo de exclusión. Este lunes comienza un nuevo curso con veinte alumnos más. De los primeros, diez ya tienen trabajo y el resto se han incorporado a una bolsa de empleo del gremio. Uno de ellos es Yassine Khalil, un joven marroquí de dieciocho años que califica la experiencia de muy positiva. "He aprendido un oficio que me gusta, quisiera dedicarme", destaca. La que también confía en probar sus dulces en el Forn Baixauli es Reme Francisco, una clienta habitual: "¡Habría sido un drama perderlo. ¡Que dure muchos años!".

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