La mayoría de embarcaciones que salen de Roses van hacia el Cap de Creus, donde hay calas muy preciadas, como la Jóncols o la Montjoi, balizadas para contener las barcas, pero también muchos lugares vírgenes sin boyas, como el cabo Norfeu, donde las embarcaciones se acercan hasta cerca de la costa. Se da la circunstancia de que, durante el verano, el acceso por carretera al parque está limitado y que a estas playas sólo se puede acceder en bus lanzadera y caminando, mientras que, por mar, las restricciones son más laxas. Para superar este agravio comparativo entre bañistas y embarcaciones, desde hace años la Generalitat trabaja en un nuevo Plan Rector de Usos y Gestión (PRUG) que, pese a las presiones de los sectores económicos vinculados a la pesca y la náutica, quiere restringir el fondeo libre en las reservas más importantes del parque. En principio, estará vigente el próximo verano.
Masificación de embarcaciones e incivismo en las calas de la Costa Brava
SOS Costa Brava denuncia que muchas embarcaciones de náutica recreativa no respetan las normas de fondeo y molestan a los bañistas
GeronaEn la Costa Brava, durante los meses de julio y agosto, fuera de las playas de los núcleos urbanos, en las calas más buscadas o en rincones a receso del viento y las olas, casi siempre hay barcas fondeando. Pequeños yates, menorquinas, lanchas o veleros que apagan el motor, echan el ancla o se amarran a una baliza y disfrutan del entorno marítimo desde un lugar privilegiado. La Ley de Costas prohíbe que atraviesen el límite de boyas de color amarillo, que marca la zona de agua reservada exclusivamente para los bañistas, y cuando no existen boyas que regulen la distancia, las embarcaciones no pueden acercarse a menos de 200 metros de las playas de arena ya menos de 50 metros de las rocas. La plataforma ecologista SOS Costa Brava, sin embargo, denuncia que muchas veces estas normas no se cumplen y que las embarcaciones ocupan más espacio de lo permitido, molestan a los bañistas y dañan el fondo marino.
"Recibimos muchas quejas de usuarios que están hartos de bañar hélices, motores, gasóleo y ruidos de las barcas, que generan muchos problemas. Hay una sobreocupación incompatible con la tranquilidad, tanto en las playas balizadas como en las que no tienen boyas", critica Jordi Cruz, portavoz de SOS Costa Brava. Y añade: "Es como si en un parque o un jardín con niños jugando pones coches encima, no tiene ningún sentido". "La gente viene a fondear a ras de costa porque a 200 metros no ven el fondo, les da miedo y les molesta la garbinada. Entonces invaden la zona de baño donde hay gente que ha llegado para estar en calma después de andar una hora bajo el sol", certifica.
Extranjeros con motos de agua y fiestas en alta mar
Desde el puerto deportivo de Roses, uno de los más activos durante el verano, reconocen que algunos clientes no hacen un buen uso de las barcas, fondean en calas prohibidas y estorban a los bañistas con música fuerte o velocidades peligrosas. Los responsables del puerto, sin embargo, aseguran que los socios que llevan años amarrando en Roses son respetuosos con el entorno y que los problemas se concentran sobre todo en el público joven y extranjero, que alquila a empresas del sector embarcaciones que no requieren titulación, como zodiacs o motos de agua. "En Roses estamos junto a Francia y nos encontramos con jóvenes franceses que atraviesan la frontera, están de vacaciones y creen que aquí pueden infringir las normas", lamenta Anna Martí Barneda, directora técnica del puerto. "Como no hay una normativa específica que lo prohíba, a menudo consumen alcohol, entienden que coger un barco es como salir de fiesta o quieren motos para correr por las olas, lo que comporta un riesgo tanto para los bañistas como para el resto de embarcaciones", manifiesta.
SOS Costa Brava censura duramente estos criterios permisivos que permiten conducir embarcaciones de hasta 5 metros de eslora y un motor de 15 caballos sin titulación. "Es como si te dejaran conducir un coche no muy potente pensando que ya aprenderás en la carretera", compara Jordi Cruz. Y, para barcos de hasta 6 metros sin límite de potencia, sólo es necesaria una licencia de navegación, que se consigue con 6 horas de formación. "Está claro que tenemos un problema en el mar si hemos regalado títulos a gente incívica. La ley lo permite y está hecha a medida de los intereses de los clubes náuticos", exclama el miembro de SOS Costa Brava.
Crecimiento postpandemia
La Asociación Catalana de Puertos Deportivos y Turísticos (ACPET) de la Costa Brava constata que, desde la pandemia, la demanda de embarcaciones recreativas ha crecido exponencialmente, hasta el punto de que, de Blanes a Llançà, ahora mismo no hay ninguna plaza de amarre disponible para guardar una barca durante todo el año y la lista de espera es larguísima. Para suplir este exceso de demanda, se instalan puertos flotantes sobre el mar con boyas de estacionamiento, donde los usuarios pueden alquilar durante la temporada de verano una baliza individual.
Sobre las denuncias de los ecologistas, la asociación portuaria de las comarcas gerundenses responde que son hechos aislados que no representan la tónica dominante y que no tienen ningún medio para controlar cómo actúan las embarcaciones en alta mar. ACPET afirma que hacen todo lo que está en sus manos: repartir folletos para concienciar, exponer carteles con las normas de navegación y fondeo, identificar los campos de posidonia u organizar jornadas de recogida de plásticos. Para controlar las acciones en el mar, piden mayor vigilancia y sanciones de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Civil. La división de policía marítima de los Mossos, en el sector norte, sale de Palamós y dispone de 10 agentes especializados.
Afectación ambiental
Más allá de las molestias en los bañistas y el impacto visual de la náutica recreativa, SOS Costa Brava también alerta de los problemas ambientales que causan las barcas en el litoral durante el verano. Los ecologistas se basan en los estudios científicos de la Cátedra de Océanos y Salud Humana de la Universidad de Girona, que advierte de los daños que generan las embarcaciones cuando fondean en hábitats frágiles y protegidos, como las praderas de posidonia, una especie protegida por normativa europea. Los académicos de la universidad gerundense también avisan de los peligros de la contaminación acústica de los motores para los ecosistemas marinos, de los derrames tóxicos de carburantes y pinturas de los barcos y del vertido de aguas grises y basura en el agua. Así también lo denuncia Enric Ballesteros, biólogo marino del Centro de Estudios Avanzados de Blanes: "Cualquier cosa que hacemos los humanos en la naturaleza tiene un impacto, y la manera de minimizar el problema de las barcas es concienciar a los tripulantes para que sepan los lugares donde no pueden anclar –afirma–. Este no es el único impacto de la costa catalana que hay que controlar, sino pensar en un plan de gestión integral para definir qué tipo de litoral queremos preservar para el futuro”.