Cambio climático

Científicos de California intentan desviar el sol para frenar el calentamiento global

Diseñan una máquina para reflejar la luz solar en el espacio y disminuir la temperatura del planeta

Christopher Flavelle / The New York Times
3 min
El 'cañón' instalado en la cubierta del portaaviones Hornet

CaliforniaUn martes por la mañana el ingeniero Matthew Gallelli se agachó en la cubierta de un portaaviones en la bahía de San Francisco, en Estados Unidos, se puso un par de protectores auditivos y accionó un interruptor. Unos segundos más tarde, un aparato parecido a una máquina para hacer nieve empezó a resonar. Una niebla fina de partículas de aerosol diminutas salió disparada y viajó cientos de metros por el aire.

Fue la primera prueba al aire libre en Estados Unidos de una tecnología diseñada para iluminar las nubes y hacer rebotar algunos rayos solares hacia el espacio, un mecanismo para enfriar temporalmente un planeta que se está sobrecalentando de forma peligrosa. Los científicos querían comprobar si la máquina, que tardó años en crearse, podía rociar de forma constante aerosoles de sal del tamaño adecuado al aire libre, fuera de un ambiente de laboratorio. Si funciona, la próxima etapa sería intentar cambiar la composición de las nubes que existen sobre los océanos de la Tierra.

"Cada año que tenemos nuevos récords de cambio climático y temperaturas y se producen oleadas de calor; la ciencia se ve obligada a buscar más alternativas", comenta Robert Wood, el principal científico del equipo de la Universidad de Washington que dirige el proyecto del blanqueamiento de las nubes marinas.

Blanquear las nubes es una de las diversas ideas para devolver la energía solar al espacio, lo que a veces recibe el nombre de modificación de la radiación solar, geoingeniería solar o intervención climática. En comparación con otras opciones, como la inyección de aerosoles en la estratosfera, blanquear las nubes marinas sería un método localizado y utilizaría aerosoles de sal de mar relativamente benignos en vez de otras sustancias químicas. Sin embargo, la idea de interferir en la naturaleza es tan polémica que los organizadores de la prueba fueron muy discretos con los detalles, ya que les preocupa que sus detractores intenten detenerlos.

En 1990 un físico británico llamado John Latham publicó una carta en la revista Nature en la que presentaba la idea de que inyectar diminutas partículas en las nubes podía contrarrestar el aumento de las temperaturas. La idea se basa en un concepto científico llamado efecto Twomey: grandes cantidades de pequeñas gotitas reflejan más luz solar que un pequeño número de gotas grandes. Inyectar grandes cantidades de aerosoles minúsculos, que a su vez formen muchas gotitas pequeñas, podría cambiar la composición de las nubes.

Blanquear las nubes no es tarea fácil. Para tener éxito, es necesario que el tamaño de los aerosoles sea el adecuado: las partículas demasiado pequeñas no tendrían ningún efecto, explica Jessica Medrado, científica investigadora del proyecto. Si son demasiado grandes, podrían ser contraproducentes y provocar que las nubes sean menos reflectantes que antes. El tamaño ideal son las partículas submicrónicas. Luego hay que expulsar al aire a muchos aerosoles del tamaño correcto: un cuadrilión de partículas, más o menos, cada segundo.

Financiación de Bill Gates

En 2006, el fundador de Microsoft, Bill Gates, recibió información de David Keith, uno de los principales investigadores en geoingeniería solar, que es la idea de intentar reflejar más rayos solares. Gates empezó a financiar a Keith y Ken Caldeira, otro climatólogo que también trabajó en el proyecto como desarrollador de software, para que avanzaran en sus investigaciones.

Los investigadores consideraron la idea del blanqueamiento de las nubes marinas, pero se preguntaron si era factible. Recurrieron a Armand Neukermans, un ingeniero de Silicon Valley que ideó un sistema para producir y rociar partículas de tinta para las fotocopiadoras. Caldeira le preguntó si podía desarrollar un filtro que no expulsara tinta, sino aerosoles de sal marina. El trabajo se trasladó a un laboratorio mayor y, a finales del año pasado, el rociador ya estaba montado y esperando ser utilizado en una bodega cerca de San Francisco. La máquina estaba lista. El equipo necesitaba un sitio donde probarla: la cubierta de vuelo del portaaviones.

El objetivo era determinar si los aerosoles que salían del rociador, que se habían manipulado con cuidado para alcanzar un tamaño específico, mantenían ese tamaño al salir disparados por el aire en diferentes condiciones de viento y humedad. Ahora se tardará meses en analizar sus resultados. Sin embargo, según Wood, las respuestas podrían determinar si el blanqueamiento de las nubes marinas funcionará.

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