"Es en momentos así cuando te das cuenta de que has marcado la vida de alguien para siempre"
El atentado del 17-A puso los cuidados en el centro e hizo cambiar los protocolos hospitalarios y de urgencias para incluir el trabajo social
BarcelonaCuando se enteró de que había habido un atropello con numerosas víctimas mortales y heridos en Barcelona, Laura Morro estaba comiendo, estaba en casa después de toda una jornada de trabajo en el hospital. "Era justo el día que había vuelto de las vacaciones. Me llamó una compañera que en ese momento estaba en el Fnac de plaza Catalunya y me dijo que pasaba alguna gorda, porque no les dejaban salir a la calle", recuerda. Ella no es ni médico ni enfermera: es trabajadora social sanitaria en el Hospital del Mar. "Enseguida pensé que llevarían a la mayoría de los pacientes a nuestro hospital", dice. Salió de casa sin pensárselo y se plantó en su puesto de trabajo, como hicieron muchos otros profesionales sanitarios ese día. "Recuerdo que por las calles no había nadie, todo el mundo se encerró en casa, y cuando llegué a Urgencias dije: «¿Qué puedo hacer?» Y me respondieron: «Haz lo que sepas»", explica.
En ese momento no había muchas trabajadoras sociales ejerciendo en el hospital, pero las pocas que eran enseguida se activaron. Montserrat Roig, que ahora ya está jubilada pero ha trabajado como trabajadora social sanitaria en el mismo hospital durante 44 años, también acudió: "Yo estaba de vacaciones, en una terraza de Sitges con unos amigos, entre los que también había una compañera de trabajo, y decidimos plantarnos en el hospital para ayudar", recuerda. La respuesta de todas ellas, y su trabajo en Urgencias prestando atención psicosocial y acompañamiento en el momento más difícil de la emergencia, provocó que días más tarde la Generalitat realizara un cambio en los protocolos de urgencias sanitarias en los hospitales de toda Cataluña. Desde entonces, las trabajadoras sociales –que hasta el momento no estaban incluidas ni en los protocolos ni en las salas de Urgencias– se han convertido en un puntal en la respuesta inmediata a una crisis de estas características.
"Ahora lo primero que hacemos es liberar quirófanos, llamar al banco de sangre, activar a los cirujanos, los traumatólogos y las UCI... Y también llamar a las trabajadoras sociales", explica la jefa de Urgencias del Hospital del Mar y del CUAP Peracamps, Isabel Cirera. Ella también trabajó el 17 de agosto del 2017, codo con codo con Morro, Roig y el resto de sanitarios. Era la encargada de liderar a todos los equipos y recursos de Urgencias. "Pedí a Laura y al resto de trabajadoras sociales que montaran un punto de atención, pero fuera de las Urgencias, y lo hicieron en la recepción. Cuando tuvimos claras las listas de afectados compartimos la información, y ellas atendieron a todo el mundo que llegaba y se pusieron a buscar y reunificar a las familias", recuerda la jefa de área. "Eso nos quitó mucho trabajo de encima a los médicos. Estuvieron conteniendo toda la parte social y emocional, y ellas eso lo saben hacer mucho mejor que nosotros", añade.
La importancia de los cuidados psicosociales
Buscar a los familiares esparcidos por diferentes hospitales no fue tarea fácil. "En ese momento las historias clínicas no estaban ligadas informáticamente y no podíamos acceder a los datos de nadie", recuerda Morro, quien dice que "tiraron por el derecho". "Como las trabajadoras sociales sanitarias somos muy pocas y todas nos conocemos, llamamos a las compañeras de otros hospitales para intentar encontrar familiares –continúa–. Yo les decía: «Tengo una mujer con estas características que dice que iba con su hijo pequeño, ¿te cuadra?» Y así fuimos encontrando los vínculos". De hecho, fueron las trabajadoras sociales las que plantearon a los equipos médicos que había que unificar a las familias para que quedaran ingresadas juntas, para paliar el estrés y el dolor. "Nadie nos lo puso en duda. Todos los directores entendieron que las familias debían estar juntas y, aunque los hospitales tienen formas de hacer muy rígidas, ese día se fue flexible", dice Morro, quien asegura que los médicos hicieron todo lo posible para trabajar no por pacientes sino por unidades familiares, y se trasladaron a los menos graves.
"Iban llegando cada vez más personas preguntando por sus familiares, buscando respuestas –sigue Roig–. Nosotros necesitábamos que los médicos atendieran a los heridos, pero también había que dar respuesta a las angustias de la gente". Muchas personas también se plantaron en el hospital para ofrecer ayuda. "Fue muy bonito. Nos ofrecían su casa, traductores... Y también tuvimos que canalizar toda esta necesidad de ofrecer ayuda. En un momento así no puedes decirle a la gente se vaya, que estamos atareados", explica Morro.
Reunificar familias, localizar pacientes, resolver dudas, buscar traductores, hablar con los consulados y con el ministerio, vehicular las ayudas y acompañar los duelos a los trabajadores ya con los días en los días ya con los Rojos. hospitales, formamos parte, y estamos acostumbrados a trabajar juntos. Pero la diferencia es que ese día lideramos esta parte psicosocial: la dirección confió plenamente en nosotros, en un momento en que esto no estaba previsto en ningún protocolo de emergencias", recuerda Morro agradecida. "Está demostrado que el estrés afecta a la sanación; y ellas supieron canalizarlo todo muy bien", reconoce la doctora Cirera.
Roig recuerda que activaron una especie de piloto automático y que se repartieron las funciones de una manera muy "natural". "Estamos muy acostumbradas a gestionar situaciones de vulnerabilidad o riesgo y, aunque aquello superaba cualquier cosa que hubiéramos vivido", jubilada. Y así siguieron, conteniendo los cuidados más invisibles durante días.
Cambios en el protocolo
"Al cabo de un tiempo vino a vernos al hospital una persona del departamento de Salut. Querían saber exactamente cómo habíamos trabajado ese día porque les había llegado que todo había funcionado muy bien", recuerda Morro, que desde esta primavera es la nueva decana del Colegio Oficial de Trabajo Social de Catalunya. Incluyeron a las trabajadoras sociales dentro de los grupos de trabajo para diseñar un nuevo protocolo de emergencias, y desde entonces son las encargadas de los cuidados psicosociales en momentos de catástrofes. "También hemos realizado numerosas publicaciones en revistas y hemos participado en congresos como coordinadoras con el exterior en emergencias de este tipo", explica Morro. "Hasta entonces, las emergencias estaban ligadas a la parte médica sanitaria, y con el 17-A quedó clara la importancia de la atención psicosocial en el mismo momento de la crisis, no después", sentencia.
También hubo cambios en el hospital. "Pedí tener trabajadoras sociales en Urgencias, algo que hasta entonces era impensable. Ahora siempre hay. Son indispensables, pero no solo debería haber en las Urgencias de los hospitales, sino también en los centros de atención primaria", dice la doctora Cirera.
Las grandes desgracias –como los atentados de 2017 o la pandemia de 2020–, coinciden estas profesionales, han ayudado a visibilizar su trabajo de cara al exterior, lo que les ha permitido reclamar más recursos. Esto en el ámbito institucional, porque, por suerte, internamente con los pacientes sí que a menudo encuentran reconocimiento. "Recuerdo mucho a una niña que ingresó, junto con parte de su familia, que nos pedía a todas que si pasábamos por la playa le lleváramos una piedra –explica Morro emocionada–. El último día, cuando recibieron el alta, nos había preparado todas las piedrecitas de vuelta con su nombre marcado para que no nos olvidáramos de ella. de alguien para siempre", relata.
Días como el del 17-A dejan una huella imborrable a cualquier profesional implicado en la emergencia: "Cuando recuerdo ese día me saltan las lágrimas –coincide la doctora, profesionalmente acostumbrada a estas situaciones–. Estábamos prevenidos desde el incidente del Bataclan, sano, sabido concluye.