REPORTAJE

DANA: La lucha por levantarse del barro

La ola de solidaridad y las operaciones filantrópicas compensan la lentitud de las ayudas

Varonica March y Hector Martinez, falleros de Paiporta, en el almacén de la asociación, que quedó arrasado por las inundaciones
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Dosier DANA: la lucha por levantarse del barro Desplegar

ValenciaPrimero fue el silencio. Un silencio de muerte y destrucción. Luego llegó el sonido de las botas de los voluntarios y palas. Luego los camiones bomba y las limpiadoras de agua a presión Kärcher. Ahora, cuatro meses y medio después de la catástrofe de la DANA, la banda sonora de los pueblos afectados en la Horta Sud son los taladros, martillos y escarpadas. Miris donde mires hay operarios trabajando en las plantas bajas. Al País Valencià ha llegado la hora de la reconstrucción y las calles hace apenas unas semanas que han recuperado cierta apariencia de normalidad una vez retirado el barro. Pero es sólo una apariencia, claro. Porque cada habitante guarda historias terribles de esa noche. La cicatriz material tardará años en desaparecer, pero la otra puede que nunca lo haga. Quizá por eso estos días también se oye otro sonido mezclado con los de las obras: los petardos de los niños, que anticipan un tiempo de fiesta, las Fallas, que debe servir para empezar a pasar página y dejar atrás tanta desgracia.

El centro histórico de Paiporta es la zona cero de la DANA. Allí hay calles en las que todos los bajos están destrozados y ningún comercio ha reabierto todavía. Uno de los locales en los que se trabaja a contrarreloj es el casal de la falla de la plaza Cervantes. Su presidente es Héctor Martínez, quien nos enseña el almacén, donde todavía es muy visible el barro que lo invadió todo. "Hemos decidido que no plantaremos los monumentos pero sí haremos pasacalles, la cabalgata, las charangas... Lo importante es juntarnos todos, hablar, abrazarnos... Piensa que todavía hay gente que no nos hemos visto después de eso. Y eso nos hará bien", dice con un punto de emoción.

El barranco del Poio, a su paso por Paiporta, donde se llama de Chiva, tal y como se encuentra actualmente, todavía con evidentes señales de la riada devastadora.

Sin embargo, las Fallas no son sólo un fenómeno festero. Es la red social y asociativa más importante del País Valencià, y fueron cruciales durante la crisis, como explica Verònica March, periodista de À Punt y miembro de la falla Cervantes. "Con los voluntarios empezamos a limpiar el casal ya el 4 de noviembre con la idea de convertirlo en punto de suministro. Enseguida se nos llenó de productos: pañales, productos de higiene, de limpieza, comida, botas de agua, escobas, fregonas..." Los grupos de WhatsApp fallecieron, donde hubieron 400 personas. Y fue después de Navidad, cuando empezó a abrirse paso la idea de que se podrían celebrar las fiestas: "Al principio nadie tenía ganas de nada y querían anularlo todo, pero en la última reunión ya cambió la cosa", explica Verónica, que se hizo famosa por sus conexiones en directo a la televisión pública valenciana desde Paiporta.

Héctor Martínez: "No podemos quedarnos estancados y no hacer nada, hay que salir adelante"

La Fundación Horta Sud es la entidad responsable de que muchas fallas hayan querido salir adelante, ya que ha repartido ayudas de hasta 20.000 euros para reponerse de los daños. Esto, sumado al resto de fallas del país, que han actuado como pulso de solidaridad y les han enviado de todo, explica este renacimiento fallero en los pueblos arrasados por la DANA. La falla Convento de Jerusalén de Valencia, por ejemplo, ha dado un monumento para que se pueda plantar en el centro de Paiporta bajo el título "SOM: una falla para la reconstrucción".

Una casa del centro de Paiporta con una pancarta en recuerdo de la Fineta, una de las víctimas mortales de la riada
El barranco de Chiva en el centro de Paiporta, en l'Horta Sud

Un paseo por Paiporta corrobora la idea de que la gente tiene ganas de volver a recuperar, al menos en parte, su vida anterior, por ejemplo comprando flores. Javier Marí vio cómo su floristería quedaba completamente arrasada de un día para otro. Y explica emocionado que, cuando pensaban que no iban a salir, llegaron los voluntarios y todo cambió. "Eran todos jóvenes, en un punto arramblaron la tienda y me la vaciaron. ¡Echaron demasiadas cosas y todo!", recuerda ahora con una sonrisa. Él tuvo especial mala suerte porque tenía toda la flor de Todos los Santos a punto cuando llegó la riada. Como tantos otros, explica que el primer dinero que recibió fue el del programa Alcem-se, patrocinado por Juan Roig. Fueron 8.000 euros que le sirvieron para pagar la persiana y los cristales de la puerta. Muchos otros negocios relatan lo mismo: ante la incertidumbre y la lentitud de las administraciones, ese dinero que se podía pedir con un simple formulario en internet llegaba en 15 días a la cuenta corriente. En algunos balcones, de hecho, se pueden ver pancartas con el lema: "Gracias, Juan Roig", y con el logo de Mercadona. El programa Alcem-se de Juan Roig ha destinado 25 millones a ayudas directas. El pasado martes Mercadona hizo públicos sus beneficios: 1.384 millones.

La DANA ha supuesto un reto gigantesco para las administraciones y el consorcio de seguros, que son las dos fuentes oficiales de ayudas. Pero la sensación que queda es que sin la ola de solidaridad y las operaciones filantrópicas que se han puesto en marcha, la mayoría de comercios no habrían reabierto. Javier Marí explica que, por ejemplo, muchos clientes le pagaron igualmente las flores de Todos los Santos, otros le hicieron donaciones o que muchas fallas de Valencia ahora encargan las flores a floristas de la zona. De hecho, en el Mercado de Valencia destinan todavía hoy una parte de los ingresos a los afectados.

Los comercios y plantas bajas del centro de Paiporta ya no tienen barro pero todavía están mayoritariamente por reconstruir.
Esther Puchades, perita de una aseguradora, valorando los daños de un edificio de vecinos de Paiporta.

En una finca de Paiporta hay un grupo de vecinos con carpetas que esperan una visita importante: la perita. Se trata de Esther Puchades, vocal de APCAS, la Asociación de Peritos de Seguros, y que en 30 años de experiencia nunca había tenido que enfrentarse a una situación similar. Los vecinos le enseñan todos los daños: el ascensor, el parking -que quedó totalmente sumergido-, los cuadros eléctricos, los trasteros... Ella asiente, toma medidas del nivel al que llegó el agua y toma fotos. "Se está valorando generosamente y encima sumamos un 20% más", afirma. En sus visitas de estos días, Puchades ha visto de todo. "En una finca de Catarroja me dijeron que un matrimonio no pudo salir del ascensor, y claro, eso te afecta, porque además como técnico te haces la película de lo que ocurrieron: primero se fue la luz, después sube el agua, te golpean las cañas...", relata compungida.

El Consorcio de Compensación de Seguros ha movilizado 3.000 peritos por la DANA y en general las indemnizaciones a los particulares se han agilizado al máximo. Sin embargo, hay muchas quejas en los negocios y los comercios. Aquí sí que mucha gente ha presentado alegaciones, porque considera que no se le han compensado bien los daños o se ha dado cuenta de que quizás debía haber estado más atento a la letra pequeña.

Javier Marí en la trastienda de su comercio, que ha logrado reabrir hace pocos días
Un balcón de Paiporta con un cartel de agradecimiento a Juan Roig por las ayudas dadas a los afectados

David Guillamon y Francisco Hidalgo, que cuentan con una empresa de reformas y pintura en Paiporta, se han encontrado con una situación muy particular. Al principio fueron víctimas, pero les sobra su trabajo. "Sólo aceptamos encargos de afectados por la DANA y hacemos un triaje según la necesidad: ante todo es la gente mayor que vive en bajos", explica Guillamon, quien denuncia que hay gente que se está aprovechando para inflar los precios. "La gente está desesperada por volver a casa", concluye. Hidalgo avisa de que muchas casas de Paiporta tendrán a partir de ahora una humedad crónica, que nunca se irá. Y explica el caso de una clienta que les ha pedido hora para junio, cuando cree que la casa se habrá secado por completo.

En esta empresa también han recibido la ayuda de Juan Roig y las destinadas a autónomos de la Generalitat (3.000 euros) y al gobierno español (5.000). Ambas administraciones pugnan por asegurar que han repartido más dinero o han sido más ágiles, pero la mayoría de testigos afirman que han tardado más o menos lo mismo. La Generalitat dice que ya ha repartido 192 millones a autónomos y negocios afectados y el gobierno central dice que ha repartido 335 millones. En global, la Generalitat ha repartido 419 millones en ayudas directas, mientras que el gobierno central afirma que alcanza los 4.400 millones. Sobre el terreno, ese dinero es visible en los comercios que ya han podido reabrir o en los bajos que lucen puertas y ventanas nuevas.

La pizarra de Ekólorix, donde apuntan los trabajos que tienen en marcha y el calendario de previsiones
Uno de los cientos de bajos de Paiporta, donde actualmente se trabaja para recuperarlo

La autoorganización del Parc Alcosa

Si en Valencia todo el mundo pone un ejemplo de solidaridad y autoorganización, al margen de las ayudas oficiales, es el del llamado Parc Alcosa, en Alfafar. Antes del barranco ya era un barrio degradado, con un 40% de paro estructural y unos niveles de pobreza del 70%. Su nombre oficial es barrio de Orba, y según relata el activista Paul Muñecas, hace sólo un mes todavía parecía una zona de guerra. "Aquí no se veían las rayas del suelo, no había señales de tráfico ni semáforos. Si te fijas, ahora son todos nuevos", relata. Allí, la llamada Koordinadora de Kolectivos del Parke se puso en marcha enseguida para atender a los afectados. "En los primeros días el Estado desapareció en todas sus formas, pero aquí, a diferencia de barrios más ricos, estábamos organizados", explica Muñecas.

Rápidamente pusieron en marcha un supermercado popular y un ropero que todavía funcionan, e incluso un punto de atención sanitaria y de reparto de medicamentos. La Red de Casals y Ateneos de los Països Catalans organizó el envío de ayuda y de voluntarios. Mohamed Louhichi, un refugiado tunecino que llegó a Valencia en 1987, explica cómo conectó enseguida con los voluntarios de una brigada de Sants. "Vendían todos los fines de semana, y si llegaban el viernes tarde y sólo tenían una hora, lo aprovechaban. Me ha gustado mucho verles cómo trabajaban, cómo veías que no venían de paseo sino en ayudar de verdad". Todos los relatos coinciden en este punto: sin la ayuda de los voluntarios, todavía hoy estarían sacando barro. La solidaridad llega allá donde el Estado no puede o no tiene capacidad para llegar.

Paul Muñecas ante el punto de reparto de comida en el Parc Alcosa, en Alfafar
Cola de personas ante un punto de reparto de comida en Benetússer.

La buena relación entre Louhichi y los voluntarios llegó al punto de que una de ellas le facilitó un coche familiar que no querían, puesto que él había perdido el suyo. ¿Cómo? Pues no precisamente por la DANA. "Fue la UME quien se me llevó el coche y ya no lo recuperé", afirma. Esto es lo que explica unos extraños carteles que pueden verse en muchos vehículos y que dicen: "Este vehículo funciona". Por eso el ejército, cuando llegó, no distinguía entre coches buenos y malos.

Cerca de la plaza del barrio se encuentra la escuela, que quedó completamente destruida por la riada y por un camión que se empotró en el edificio. Los alumnos han tenido que ser realojados en otro centro y en el edificio hay pintadas que avisan del peligro de derrumbe.

Mohamed Louhichi en el centro que coordina en el barrio conocido como Parc Alcosa, en Alfafar
Una escuela de Alfafar que ha quedado gravemente afectada y deberá ser derribada

Junto al barrio de Orba hay una calle que hace de frontera con Benetússer, otra de los pueblos afectados. Allí nos topamos con una cola larguísima de gente que espera para recoger alimentos. No se trata de un punto de suministro oficial, sino de la iniciativa de una activista, Neri Curado, que ha creado una entidad de reparto de alimentos llamada Gente Bonita. Sin embargo, el suyo es un ejemplo del discurso antipolítica y antipolíticos tan presente en las zonas afectadas. Bajo el lema "Sólo el pueblo salva al pueblo" carga contra los políticos y denuncia que ponen trabas a su trabajo porque las colas dan mala imagen. En algunas paredes hay pintadas de "Fuera políticos", y Muñecas explica que influencers de la extrema derecha intentaron hacer proselitismo en el barrio. "Aquí ha venido gente de Madrid de Núcleo Nacional, del Frente Obrero, pero les hicimos ver que no eran bienvenidos. Ahora incluso la gente de extrema derecha del barrio viene aquí a pedir ayuda", espeta.

Neri Curado frente al punto de reparto de comida y productos de primera necesidad que tiene abierto en su barrio de Benetússer y que gestiona por su cuenta.
Voluntarias que ayudan a Neri Curado atendiendo a la gente que hace cola.

El peligro de la antipolítica

El concejal de Urbanismo de Catarroja, Martí Raga, se muestra muy preocupado por esta ola de antipolítica. "El mensaje que se da es magnates sí, políticos no. Si Juan Roig se presentara a las elecciones ganaría seguro", afirma. En Catarroja la Fundación Hortensia Herrero, la esposa de Juan Roig, está sufragando la reconstrucción de parques infantiles, y Amancio Ortega también les hizo llegar dinero para distribuir 1.800 euros por familia. "Esto supuso un problema de gestión, ya que en el Ayuntamiento no tenemos infraestructura para repartir ese dinero, pero eso no lo puedes explicar a la gente", se queja Raga.

En Catarroja hay ahora mismo muchas obras de reconstrucción en marcha, desde las más grandes para canalizar el barranco del Poio, que aquí llaman de Chiva, hasta las de cada casa particular. No se piden permisos ni se cobran tasas, con una declaración responsable ya pueden iniciarse. "Ahora mismo no hay forma ni capacidad de supervisar todas las obras. Hay 3.500 viviendas afectadas. Quizás dentro de unos años tendremos cortocircuitos porque la instalación eléctrica no está bien hecha, pero no podemos hacer nada, la gente necesita su casa -admite-. Piensa que en unos minutos pasamos de vivir en el primer mundo a depender de José And eje en una frase.

En un domicilio de Catarroja cuatro amigos se reúnen para sacar adelante una cooperativa energética y aprovechan para comentar la situación. Son Salva Moncayo, Vicent Máñez, Joan Ramiro y Augusto Algueró. "En nuestra finca hemos cobrado 25.000 euros por hacer el patio pero no hay obreros, ni pintores ni nada. He llegado a llamar a un arquitecto de Alicante para realizar el proyecto y me ha dicho que están ocupados hasta agosto", dice uno de ellos. "Yo tengo un presupuesto de limpieza del garaje de 3.000 euros y otras empresas, por el mismo trabajo, quieren cobrarme 8.000 o 10.000", dice otro. Ésta es la gran problemática del momento. Más que el dinero, que por lo que explican la mayoría de testigos va llegando, ahora el problema es la falta de mano de obra y la inflación de precios. Antonio, un quiosquero de Catarroja, remacha el clavo: "Yo no puedo quejarme de lo que se me ha pagado, pero tengo que ir arreglando poco a poco porque no hay ni material ni gente para trabajar".

Hay un sector en el que la crisis es total, el de los ascensores. Por la calle se ven cabinas oxidadas que nadie ha venido a recoger. Los vecinos denuncian que los ascensoristas no dan a su alcance y que en algunos casos dan cita para finales de año. Uno de los vecinos de Catarroja confiesa que en su finca han realizado una irregularidad para hacerle funcionar porque tienen un vecino inválido. "¿Qué quieres que hagamos"?, se defiende. Las persianas metálicas también han hecho en agosto, ya que muchas quedaron reventadas no por el agua, sino por los coches que arrastraba.

Un grupo de vecinos de Catarroja reunidos para charlar de la situación del pueblo.
Antonio, quiosquero de Catarroja, nos muestra la trastienda de su establimnet, que aún no ha podido arreglar.

Resulta paradójico, pero junto a la destrucción ahora mismo también se ven muchos coches nuevos, todos con una matrícula similar. "El efecto es como si hubiera tocado la lotería en el pueblo", afirma irónico un vecino. Son muy visibles precisamente porque los parkings no están condiciones y todos están en la calle, aparcados de cualquier modo en plazas y zonas peatonales. Los ayuntamientos hacen la vista gorda y el paisaje recuerda en los años 80. Se calcula que los garajes públicos no podrán abrir en mucho tiempo, ya que ahora el nivel freático ha subido y tienen filtraciones por todas partes. Bajar a uno de ellos es cómo entrar en un paisaje apocalíptico.

Estado actual del parking municipal de Catarroja, que aún tardará meses en poder utilizarse.
Militares de la UME patrullando las zonas cercanas al barranco del Poio, ante la lluvia prevista durante los días en los que se realizó el reportaje.

Sin embargo, otras imágenes recuerdan más un escenario de guerra. Es lo que ocurre con los vehículos de la UME, desplegados por la alerta naranja vigente aquellos días, o un camión del ejército que se adentra con dificultades por las calles del centro de Catarroja para entregar muebles a una familia. Isabel los recibe con satisfacción en la puerta de la casa vieja en la que vive mientras sus dos niñas saltan de alegría (ese día tampoco hay clase). Isabel explica que llenó un formulario del Ayuntamiento con todo lo perdido y que hoy recibe la última entrega. Son muebles de la marca valenciana Sklum procedentes de una donación. De nuevo la solidaridad.

El ejército entrega muebles nuevos a una familia de Catarroja afectada por la DANA.

Junto al río Júcar, entre Fortaleny y Sueca, Nando Durà nos enseña un huerto de naranjos que quedó arrasado por la fuerza del agua. Él, que es vocal de la Unión Labradora y Ganadera y uno de los rostros más mediáticos de la agricultura valenciana, también se queja del funcionamiento de la administración. No tanto por la gestión de las ayudas como por la reconstrucción de los daños. "Lo encargaron todo a una empresa pública, Tragsa, que no tenía capacidad y ha tardado muchísimo en tener la maquinaria y la gente a punto. En cambio, sólo en Sueca los agricultores teníamos un millar de tractores que podríamos haber utilizado desde el primer día", lamenta. Los daños en el campo valenciano ascienden a unos 1.100 millones de euros.

Durà señala uno de los puntos débiles de la gestión de la DANA: la falta de conocimiento del territorio que tienen muchos políticos. "Todos los agricultores de Sueca sabemos que si hay temporal se pone una parada ahí delante y esta zona se inunda. Son cosas de pisar el terreno, pero no nos consultan nada. Es de una gran incompetencia no saber a qué te enfrentas cuando gobiernas un pueblo o una ciudad junto a un río. Pero es la clase política que tenemos".

Un edificio en construcción en Catarroja gravemente afectado por la riada
Nando Durà, labrador de SUECA, ante unos campos afectados por la crecida del río Júcar

Nuestro recorrido termina en la Albufera, en concreto en el puerto de Catarroja, que quedó completamente destruido y cubierto de barro, cañas y todo tipo de residuos arrastrados por el agua. Las máquinas excavadoras todavía trabajan y las embarcaciones están embarrancadas en el barro. En el restaurante Casa Baina, su ama, Mariví Blesa, se mueve nerviosa por las mesas repartiendo besos y abrazos. Y es que hoy es un día muy especial: reabren después de cuatro meses cerrados. La emoción es compartida por los clientes, que no paran de arrojarle florecillas.

Maria victoria Blesa, gerante y propietaria del restaurante Casa Baina, atendiendo a la entrevista con el ARA
Los fogones del restaurante Casa Baina vuelven a funcionar, cuatro meses más tarde

"Tardamos 21 días en poder acceder al restaurante, y cuando entré me puse a llorar de cómo estaba todo. Pero luego llegaron los voluntarios y todo cambió. Eran gente joven de todas partes, de Galicia y todo, y nos ayudaron a sacar el barro -relata con los ojos empañados-. Yo no he recibido todavía las ayudas del Estado, y la Generalitat, añade. Y hoy se ve el resultado.

Josep Olmos habla con Martí Raga- Concejal de urbanismo de Cataroja- en el restaurante Casa Baina, del Puerto de Cataroja, el día de la reapertura del establecimiento
Josep Olmos, copropietario de Casa Baina, en Catarroja, nos muestra una imagen de cómo encontraron el restaurante, cuando accedieron, veinte y un días después de la Riada

A su lado, su marido Josep Olmos señala por la ventana el lugar donde encontraron los cuerpos de dos niños de Torrent separados por unos pocos metros. "Era como si no hubieran querido separarse", dice.

En la sala del restaurante, los comensales degustan un ajo y pimienta y un arroz caldoso buenísimo. Es una pequeña victoria en la lucha por levantarse del barro. Una lucha a la que todavía le quedan muchos episodios. Pero que ya empieza a dar sus frutos.

Un mural de Catarroja en el solar de una casa que se llevó la riada y que se ha convertido en un símbolo de esperanza.
Dosier DANA: la lucha por levantarse del barro
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