El desahucio de un imán en Salt enciende el malestar de la comunidad migrante por la falta de vivienda
El desalojo del religioso y su familia desató dos días de altercados, que acabaron con al menos seis detenidos

SaltoEl desahucio de un imán y de su familia ha hecho encender los ánimos de la comunidad migrante de Salt, que lleva mucho tiempo denunciando racismo inmobiliario y dificultades a la hora de acceder a la vivienda. Las protestas comenzaron la noche del lunes, de forma espontánea, sin ninguna comunicación previa ni ninguna entidad convocante, y continuaron este martes por la noche, en una segunda jornada de altercados y enfrentamientos que acabó con al menos seis detenidos.
En la segunda noche, más subida de tono, un centenar de personas, la mayoría de origen migrante, jóvenes y encapuchadas, han encendido hogueras en medio de las calles del centro de Salt, por los alrededores del Ayuntamiento, y han lanzado piedras contra la línea de antidisturbios, entre las ocho y las doce. Los Mossos d'Esquadra han desplegado refuerzos de orden público y han activado unidades de los ARRO para contener los disturbios. El refuerzo policial sigue activo para prevenir más incidentes y el Ayuntamiento también se ha reunido con el resto de imanes del pueblo para que hagan de intermediarios y ayuden a calmar los ánimos.
El afectado es el imán Kalilu Diawara, de la mezquita Ahlu-Sunna, de la calle Rafel Masó, frecuentada por gambianos y senegaleses, y tiene setenta años. Su hija, Henda Diawara, de 26 años, nacida en Salt, explica al ARA cómo se ha producido la sucesión de los acontecimientos: "Hace veinte años que vivíamos en este piso. Pagábamos la hipoteca, pero el banco desapareció hace cinco años, entonces pedimos que se convirtiera en alquiler social, pero no se nos."
Desahucio e intento de ocupación del mismo piso
El desahucio se produjo sin incidentes y la familia de origen senegalés, con seis hijos en el cargo, cuatro de ellos menores, quedó en la calle, solo con la posibilidad de alojarse en un hotel de emergencia durante tres noches pagadas por el Ayuntamiento. Pasado este tiempo, la familia acudió a los servicios sociales, que no pudieron atenderlos y, el lunes por la tarde, decidieron volver al piso del que habían sido expulsados, en el paseo Països Catalans. Esbozaron la puerta e intentaron ocuparle, pero la alarma sonó enseguida y los cuerpos de seguridad acudieron al apartamento para desalojarlos de forma exprés, siguiendo el protocolo de antiocupaciones.
"La policía dio un empujón a mi padre, que es mayor, se golpeó en la cabeza y acabó en el hospital, al igual que yo, por un porrazo", continúa Henda Diawara. Fue a partir de ese segundo desahucio que empezaron las protestas, el lunes por la noche, frente a la comisaría de los Mossos d'Esquadra del municipio, donde se lanzaron huevos y piedras. El martes por la mañana y por la tarde las movilizaciones se repitieron de forma pacífica, en este caso con el apoyo de la familia Diawara y del Sindicato de Vivienda de Salt. Más tarde, por la noche, y ya sin el amparo del sindicato y la familia, la juventud continuó en las calles ocasionando altercados de forma no organizada.
El imán, sin embargo, ha pedido a los jóvenes que no se repitan las manifestaciones violentas. "Entendemos el malestar, que te echen es lo peor que te puede pasar, y conocemos a mucha gente que lo han desahuciado, pero la violencia no es la solución", argumenta Henda. La familia Diawara, por el momento, vive repartida entre pisos de amigos a la espera de que el Ayuntamiento les ofrezca una vivienda.
Qué hay detrás de las protestas
La protesta responde al malestar social del colectivo migrante, sobre todo por la falta de vivienda, los desahucios continuos y las trabas de las inmobiliarias a la hora de alquilarles pisos, según el Sindicato de Vivienda saltenco. "Desde septiembre la situación se ha agravado; cada semana se producen desahucios en Salt de familias con menores, todos escolarizados en escuelas públicas, y ya hacía tiempo que avisábamos a las administraciones de que la situación estaría pronto, tal y como se ha visto con este estallido social", dice Judit Font, miembro del sindicato, que ha seguido de cerca el caso. Y añade: "Las personas que están ocupando viviendas lo hacen de forma forzada, porque necesitan un techo y no tienen forma de acceder dentro del mercado normalizado". En esta misma línea se ha expresado el portavoz del Sindicato de Alquiladoras de Catalunya en una atención a los medios en Sitges: "Lo extraño es que no haya un estallido social diario y continuo".
En el caso de Salt, los inquilinos denuncian que la mayoría de los pisos son propiedad de fondo buitre y grandes tenedores, que el 60% de la población no puede pagar un alquiler de más de 700 euros y que la bolsa de alquiler social está colapsada. Para este miércoles el sindicato no tiene previsto convocar movilización alguna, pero sí, en los próximos días, prevén convocatorias pacíficas para denunciar la situación.
Karim Sabni, director de la cooperativa saltense de inserción laboral Idària, también pone sobre la mesa el descontento de gran parte de la sociedad saltense. "Los jóvenes están cabreados porque viven un maltrato, un racismo y una violencia que se ejerce a todos los niveles, desde la vivienda hasta el ámbito laboral o en las identificaciones indiscriminadas en la calle", afirma. Y, sobre el hecho de que el detonante haya sido el desalojo de un imán, añade: "Los imanes no tienen nada que ver, es casualidad, si hubiera sido un cura los titulares no serían estos. Con quienes deben hablar las administraciones es con el colectivo joven de saltenses y saltencas de orígenes diferentes, para que se expliquen".
Por su parte, el Ayuntamiento de Salt ha condenado enérgicamente los hechos violentos de estos dos días al tiempo que lamenta la ola de desahucios que se han producido en los últimos meses en pisos de fondo buitre, ya que estas propiedades no permiten al consistorio negociar ni ampliar la oferta de alquiler social.