¿Qué nos ocurre cuando trabajamos de noche y dormimos de día?
Hormonas como la melatonina o el cortisol se ven alteradas si no seguimos el reloj biológico
BarcelonaPasadas las once de la noche, entra en el trabajo. Después de una masa, elabora otra, y así va preparando –con un equipo de otras ocho personas– todo lo que llenará al día siguiente por la mañana el mostrador de la panadería: pan, croissants, ensaimadas... Jaume Bertran , panadero y propietario desde hace más de cuarenta años del Horno Mistral de Barcelona, explica –a las diez de la mañana, justo antes de acostarse– que, pese a vivir al revés del mundo, se lo ha sabido “montar bien ” y, físicamente, pese a sus 73 años, no se siente más cansado que si trabajara de día. "Me noto como siempre y con la familia lo he podido compaginar bien", asegura.
No es lo habitual. Dormir de día y permanecer activo durante la noche altera el reloj biológico. El neumólogo y coordinador de la Unidad del Sueño del Hospital Josep Trueta de Girona y el de Santa Catalina de Salt, Èric Rojas, explica el motivo: “Cuando vamos a dar la vuelta al ritmo circadiario –el natural del propio del cuerpo, que dura 24 horas y que regula las principales actividades y procesos biológicos– se produce una “descompensación interna”, por ejemplo, por la falta de producción de melatonina. “Una hormona que el cerebro secreta sólo por la noche mientras dormimos y cuando está oscuro. También se afectan a los niveles del cortisol, otra hormona que en este caso ayuda a estar activo de día ya realizar las tareas diurnas; y por la mañana, precisamente, es cuando está a su nivel máximo”, indica este doctor, que subraya: “Estamos intrínsecamente marcados por ser activos durante el día ya descansar cuando hay oscuridad”.
Los problemas de trabajar de noche
En el mundo, según la Internacional Labour Organization, un 20% de la población activa trabaja en turnos de noche. Aparte de las consecuencias físicas –las más graves pueden aparecen con el paso del tiempo–, la nocturnidad laboral lleva a estas personas, tal y como resalta Judit Hernández, socióloga, a un aislamiento: perjudica su interacción comunicativa y social. "Por el hecho de ir a contracorriente, les cuesta más participar en actividades, aunque sea ir a tomar un café con un amigo o asistir a una reunión vecinal, porque todo esto tiene lugar durante el tiempo en que ellos descansan", puntualiza.
El bombero Sergi Martínez, del parque Rubí-Sant Cugat, vive en su propia piel no sólo el “cansancio”, sino también la “soledad” que le supone estar en casa cuando la pareja está fuera trabajando y los hijos en la escuela. “Tienes la sensación de que te pierdes cosas y cuando disfrutas de tiempo libre no puedes compartirlo con quien quieres. Vas al contrario del mundo”, confiesa. Como el resto de los bomberos trabaja en turnos de 24 horas seguidas y después tiene libres los tres días siguientes. Las noches en este parque, además, suelen ser concurridas. “Un fuego en un contenedor, una persona que no puede salir del domicilio, accidentes de tráfico... Al día siguiente de haber trabajado, pese a dormir en casa, me noto más aplastado que de costumbre y no me levanto con las mismas condiciones”, describe. Sin embargo, también ve la parte positiva: “Cuando salgo a correr por la ruta de la carretera de las Aigües de Barcelona un miércoles por la mañana sé que encontraré gente, pero mucha menos que si lo hiciera los fines de semana. Lo mismo ocurre cuando vas a esquiar oa comprar en el supermercado, que puedes disfrutar de lo que haces en un horario en el que no hay tanta masificación”, precisa.
Rostro de mujer
Según el Idescat (a partir de la encuesta de población activa del Instituto Nacional de Estadística), en Cataluña han trabajado de noches y de forma ocasional un total de 138.200 personas en 2022. Por grupos de edad, entre los 35 y 44 años, es la franja más numerosa con 55.500 personas; principalmente varones, en concreto 101.900. Por el contrario, las mujeres son un total de 36.300. “Pero estas cifras no muestran el trabajo que realizan muchas mujeres –sin estar contratadas– en ámbitos como la atención a la dependencia, la limpieza... No podemos olvidarnos. Se trata de mujeres que, a menudo, trabajan de noche para conciliar la vida familiar y laboral con el desgaste que esto les supone para la salud”, comenta Hernández.
“Una mujer que va a trabajar en un hospital de día, además, no tiene tanta inseguridad en la calle como una que va de noche”, asegura. “Y es que las dinámicas en una ciudad por la noche no son las mismas que las diurnas. Para desplazarse de un sitio a otro es más complicado, hay menos seguridad, falta de iluminación, las esperas en el transporte son más largas... Todo esto tiene una incidencia en ellas”, ejemplifica Hernández, que advierte que el tiempo estructura las ciudades (8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de vida personal) y que, aunque "sería de justicia" que hubiera más servicios de noche para que "estas personas también pudieran disfrutarlo" , esto abre un debate sobre las ciudades que nunca duermen. "En ciudades grandes tiene su lógica que haya muchos servicios en horario nocturno, pero en las más pequeñas no tendría sentido".
Conflictos vecinales e irritabilidad
Más allá de uno mismo, las discusiones entre vecinos con distintos turnos laborales son habituales en un mismo bloque de pisos. “Ruidos absolutamente normales y cotidianos como ponerse zapatos de tacón y andar por el piso o ducharse si se producen antes de las diez de la noche son aceptables, pero si suceden de madrugada pueden convertirse en insufribles. Es la realidad de la persona que trabaja de noche. La incomprensión genera conflicto”, afirma Hernández, que también es mediadora comunitaria. Precisamente esa irritabilidad puntual que notan cuando despiertan de noche por ruidos los que trabajan de día es también una de las consecuencias físicas que experimentan –en este otro caso, de forma más continuada– los que tienen un trabajo nocturno. “El hecho de no dormir cuando toca genera mayor irritabilidad, apatía, abulia –falta de voluntad o iniciativa–, tristeza e incluso patrones más depresivos”, concreta Roger Aranda, psicólogo de La Fita Psicologia.
Rojas, por su parte, especifica que “suele aparecer insomnio, somnolencia durante el día y falta de alerta de que puede causar accidentes”. De forma progresiva ya la larga, según este doctor, pueden aparecer enfermedades como obesidad y diabetes. También aumenta el riesgo cardiovascular y de tener cánceres, como el de próstata y el colorrectal. Ahora bien, tanto Aranda como Rojas coinciden en que “el ciclo circadiano no afecta a todos de forma igual y el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación”.
Es lo que le ha pasado al panadero Jaume Bertran, también presidente del Gremio de Panaderos de Barcelona que, como tantas otras personas, no ha notado sus consecuencias e, incluso, le gusta hacer este horario. “Estoy con mi familia todo el tiempo que puedo: me acuesto después de compartir con ellos su desayuno ya las cuatro de la tarde –cuando me despierto– hasta la cena estamos juntos. Después, ellos se van a la cama y yo, de nuevo, me bajo al horno, que llevan desde hace un tiempo a los hijos. Vivir encima del negocio, eso sí, me ha evitado desplazamientos innecesarios”, concluye Bertran, un jubilado activo que, pese a tratarse de las noches, trabaja con la misma pasión del primer día.