La 'revolución' del papa Francisco
Se cumplen 10 años de la elección de Jorge Bergoglio como pontífice
Roma“Un Papa venido del fin del mundo”. Así se presentó el arzobispo de Buenos Aires ante los fieles que llenaban la plaza de San Pedro ese 13 de marzo del 2013. Diez años después, nadie duda de que la elección de Jorge Mario Bergoglio como máximo jerarca de la Iglesia católica supuso un terremoto dentro y fuera de los muros vaticanos.
La primavera de Francisco, como definieron algunos expertos las reformas emprendidas por el pontífice argentino, abrió las puertas a las mujeres y a los católicos en situación irregular, como los divorciados vueltos a casar. El pontífice inició un proceso de descentralización del poder de la curia, reformó las finanzas vaticanas para hacerlas más transparentes y hermanó la Iglesia de Roma con las otras religiones, tejiendo puentes con los católicos de China. Internamente, Francisco se enfrentó a la vergüenza de los abusos sexuales dentro de la Iglesia y pronunció un histórico mea culpa. Pero la anunciada política de "tolerancia cero" ante la pederastia clerical tuvo que pasar cuentas con una fuerte oposición que impide, una década después, que los adelantos se materialicen a la velocidad necesaria.
Abusos, la asignatura pendiente
En 2019 la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento vaticano al que el Papa encargó estudiar los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia, recibió más de 1.000 denuncias procedentes de todo el mundo, cuatro veces más que en los diez años anteriores. Una cifra récord que certificó el principio del fin de la cultura del encubrimiento que durante décadas protegió a los abusadores.
La cumbre histórica que se celebró ese mismo año en el Vaticano puso los fundamentos de un proceso de renovación profunda, con la abolición, por ejemplo, del secreto pontificio. Aún así, el rechazo de algunas conferencias episcopales –como la italiana o la española– a impulsar comisiones de investigación independientes, como sí hizo la Iglesia en Alemania y Francia, ha dejado una sensación amarga a las víctimas. “Si el Papa quisiera de verdad marcar un punto de inflexión, tendría que obligar a los obispos a denunciar estos casos ante la justicia civil. Desgraciadamente, esto no pasa”, lamenta Francesco Zanardi, presidente de la asociación Abuso, la organización italiana más importante de víctimas de pederastia clerical.
Mujeres, homosexuales, celibato y resistencias
A pesar de que con siglos de retraso, Francisco también ha intentado visibilizar la presencia femenina dentro de la Iglesia. La reforma de la burocracia para hacer más eficaz la maquinaria de la curia vaticana concluyó con la nueva Constitución apostólica, que vio la luz en 2022 después de ocho años de trabajo, y permite, entre otras cosas, que cualquier católico, incluidos hombres y mujeres laicos, pueda dirigir la mayoría de los departamentos vaticanos.
Si la apertura a mujeres y laicos ya fue difícil de digerir para los conservadores, la malinterpretada disposición del Papa a acoger dentro de la Iglesia a los homosexuales o abrir las puertas a la ordenación de hombres casados provocó una guerra fratricida. Después de la muerte de Benedicto XVI, los opositores a las reformas de Francisco, encabezados por el cardenal alemán Gerhard Müller, han redoblado sus ataques protegidos por una telaraña de medios propagandísticos que difunden los mensajes.
Francisco, el gran mediador
Como jefe de la diplomacia vaticana, el papa Francoscp impuso una nueva geopolítica orientada hacia las periferias del mundo. No es casualidad que en su primer viaje fuera a la isla italiana de Lampedusa, donde lanzó un mensaje potente a favor de la acogida de los migrantes. Con el Evangelio como guía, Francisco se ha convertido en un actor clave en la política internacional. Del deshielo entre Cuba y los Estados Unidos, pasando por el Próximo Oriente –impulsando una histórica reunión con el presidente Shimon Peres y ellíder palestino Mahmud Abbas para rezar por la paz–, Francisco se ha convertido en el gran mediador, con éxitos, pero también fracasos, como la crisis en Venezuela.
“Francisco, igual que sus predecesores, apela a la solución de los conflictos y condena las acciones políticas maliciosas. Esto genera la falsa percepción de una neutralidad del Papa, que sabe que la violencia genera violencia y las victorias generan derrotas y una paz inestable”, explica el jesuita Antonio Spadaro, director de la revista La Civiltà Cattolica.
Con 86 años y una salud delicada, el Papa argentino se enfrenta, probablemente, al desafío más grande de su pontificado: la paz entre Rusia y Ucrania. "La Santa Sede está dispuesta a todo por la paz", dijo hace un año. Aún así, ninguna iniciativa diplomática ha dado resultado y ni siquiera con la autoridad moral de la que disfruta el pontífice ha habido suficiente para frenar el derramamiento de sangre.