Ciencia

Almuerzo y cena en horarios regulares puede prevenir el envejecimiento muscular

Un estudio catalán abre la puerta a investigar nuevas estrategias para evitar la pérdida muscular y de fuerza

ARA
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Edificio sede del Campus de Mar de la UPF

BarcelonaTener un horario regular para comer puede mejorar el funcionamiento de las células musculares y, por tanto, prevenir el envejecimiento que se asocia con la edad. Un estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB) y el departamento de medicina y ciencias de la vida de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) ha constatado que la sincronización entre el reloj circadiario cerebral y los relojes periféricos de músculos y piel garantizan un funcionamiento óptimo del cuerpo. Mientras que el primero está regulado por el ciclo de luz y oscuridad (o día y noche), en el segundo desempeñan un papel fundamental las horas de las comidas. A medida que envejecemos se va produciendo un desajuste que puede tener efectos perjudiciales en la salud, tales como pérdida muscular, deterioro de las funciones metabólicas y motoras y disminución de la fuerza. Ahora el estudio sugiere que restablecer el engranaje diario a partir de los relojes periféricos (y, por tanto, de las comidas) podría evitar este envejecimiento.

Tanto el reloj central, que está ubicado en el hipotálamo del cerebro, como los relojes periféricos, que se distribuyen en los tejidos de todo el cuerpo, forman lo que conocemos como "reloj biológico". Es decir, toda la serie de mecanismos bioquímicos y fisiológicos que regulan los procesos internos que realiza el cuerpo humano de forma cíclica, cada 24 horas, para funcionar debidamente. Precisamente por éstos tempos diarios es que, científicamente, se llaman relojes circadiarios: el concepto proviene de las palabras en latín circa, que significa aproximadamente, y die (día). Con la edad, el reloj central suele deteriorarse pero los investigadores catalanes han comprobado que los relojes periféricos pueden tener la clave para restaurar el ritmo adecuado.

El estudio, publicado en Science, se centra en la comunicación entre el cerebro y el músculo, un ámbito que ya se había explorado. Los investigadores también han demostrado que comer sólo durante la fase activa del día puede reemplazar parcialmente el reloj central y mejorar la autonomía del reloj periférico muscular. En ratones han constatado que sólo es necesario regular las horas de ingesta para que las células musculares recuperen el ritmo correcto. Los resultados de la investigación, liderada por el doctor Salvador Aznar Benitah del IRB y por la doctora Pura Muñoz-Cánoves de la UPF, se han publicado en dos artículos complementarios en las revistas Science y Cell Stem Cell.

"Nuestro estudio revela que se necesita una interacción mínima de sólo un reloj central y un reloj periférico para mantener el funcionamiento óptimo de tejidos como el músculo y la piel, evitando su deterioro y envejecimiento", indica Muñoz-Cánoves . En concreto, la coordinación entre relojes garantiza al 50% el desarrollo de las funciones diarias de tejidos como músculos y piel, incluyendo procesos vitales como la reparación de ADN y el metabolismo. También demuestra que los relojes periféricos son capaces de mantener ciclos de 24 horas y de gestionar aproximadamente el 15% de las funciones que realizan los músculos y la piel de forma rutinaria en ausencia del reloj central. Todo ello son, según los investigadores, unos hallazgos con importantes implicaciones en el desarrollo de terapias contra el envejecimiento muscular y la mejora del rendimiento físico en edades avanzadas.

La importancia del reloj periférico

El segundo estudio, publicado en Cell Stem Cell, demuestra que el reloj circadiario de la piel es clave en la coordinación de la fisiología diaria del tejido. Mediante la integración de las señales del cerebro y, en otras ocasiones, modificándolas, se garantiza el correcto funcionamiento de la piel. Un hallazgo sorprendente es que, en ausencia del reloj periférico, el reloj central mantiene el ritmo circadiano de la piel, pero opera contrariamente a lo habitual (es decir, en un horario opuesto).

Por ejemplo, se ha observado que la replicación del ADN, si sólo estuviera controlada por el reloj central, tendría lugar durante el día, a la hora en que la piel está expuesta a la luz ultravioleta, pero la usual es que el cuerpo haga la replicación una vez pasadas las horas de máxima exposición a luz ultravioleta. Si no existiera el reloj periférico, se incrementaría el riesgo de acumular más mutaciones. De esta forma, se pone en evidencia la importancia del reloj periférico para adaptar las señales del reloj central a las necesidades específicas de un tejido concreto.

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