Salud

¿Qué le pasa a nuestro cerebro cuando no dormimos lo suficiente?

El descanso es una necesidad: garantiza el mantenimiento del cuerpo y consolida la memoria y el aprendizaje

BarcelonaDormir es una necesidad de primer orden. Todos los animales duermen, aunque sea un período de inactividad y de falta de respuestas conscientes que comporta un incremento de vulnerabilidad. El hecho de que dormir sea un fenómeno absolutamente universal y transversal en el mundo zoológico a pesar de que implique una cierta vulnerabilidad indica que es una actividad vital sin la cual la supervivencia no sería posible. Todos los animales duermen, pero no lo hacen de la misma forma. Hay animales en los que primero duerme un hemisferio cerebral y después el otro, como los delfines y las orcas, para evitar ahogarse. Incluso las hormigas duermen: las reinas lo hacen unas 90 veces cada día en períodos de seis minutos, y las obreras llegan a dormirse hasta 250 veces, pero sólo durante un minuto en cada ocasión.

En los mamíferos, como las personas, el ciclo de víspera y sueño viene controlado por el llamado ritmo circadiario. Tiene un origen genético. Son unos genes que en conjunto se llaman CLOCK (reloj, en inglés, por un motivo evidente), que se activan unos a otros de forma cíclica en períodos de 25 horas, lo que hace que cada día el cerebro se tenga que poner en hora. Estos genes estimulan unas estructuras cerebrales conocidas con el nombre de núcleos supraquiasmáticos, a partir de los cuales se desencadenan diversas cascadas hormonales que mantienen un ritmo razonablemente regular de víspera y sueño. Dicho esto, es necesario puntualizar que no todo el mundo tiene los mismos ritmos. Hay personas matutinas o vespertinas, que están más activas por la mañana o por la noche, respectivamente, y que de forma espontánea despiertan más temprano o más tarde. También hay personas que necesitan dormir más horas que otras.

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Se desconoce el porqué más profundo de esta necesidad imperiosa de dormir, o porque la evolución biológica no ha seleccionado otras formas de descansar que no impliquen tal desconexión del entorno. Pero se ha estudiado en profundidad qué ocurre en el cuerpo y en el cerebro cuando dormimos. Por un lado, el estado de reposo permite que el cuerpo rehaga su equilibrio interno a nivel bioquímico y metabólico, la homeostasis, lo que nos permite empezar el nuevo día en plenas condiciones fisiológicas. Por eso la falta de sueño puede favorecer la manifestación de trastornos metabólicos, como por ejemplo obesidad. También permite que el sistema inmunitario se regenere, de modo que al levantarnos pueda ser cien por cien operativo.

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Sin embargo, los efectos más importantes se notan en el cerebro. Cuando dormimos se consolidan las memorias, al tiempo que el cerebro aprovecha para realizar conexiones neuronales nuevas que permitan relacionar las vivencias y los aprendizajes del día con los recuerdos y conocimientos anteriores. De hecho, el cerebro se mantiene muy activo mientras dormimos, especialmente en la llamada fase REM del sueño. Se llama así por las iniciales en inglés de rapid eye movimiento, Porque los ojos se mueven muy rápidamente hacia todas direcciones. Se considera que estas reorganizaciones de conectividad neuronal son el origen más probable de los sueños, y que por eso pueden parecernos inconexos y carentes de sentido. El cerebro va conectando y reconectando recuerdos y memorias de forma asincrónica. En cualquier caso, el sueño desempeña un papel fundamental en los aprendizajes y la memoria.

Acumulación de residuos

Mientras dormimos el cerebro aprovecha para hacer el sábado; es decir, para limpiar y asear todos sus elementos. Durante el día, la alta actividad metabólica de este órgano hace que se vayan acumulando sustancias de desecho, que son el producto natural de su funcionamiento. Y también se van produciendo pequeñas roturas en las cubiertas protectoras de las neuronas, las llamadas vainas de mielina. La función de estas cubiertas es similar al recubrimiento de plástico de los cables eléctricos: evitan cortocircuitos y, además, en el cerebro aceleran la velocidad con la que las neuronas se pueden canjear información.

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Todas estas actividades que se producen mientras dormimos permiten entender qué ocurre cuando vamos faltos de sueño. Sin embargo, hay que enfatizar que no se puede marcar un número de horas necesarias que sea común para todos. Hay personas que con seis o siete horas tienen suficiente, mientras que otras necesitan ocho o nueve, o incluso diez. Lo importante, en cualquier caso, es la calidad del sueño: dormir profundamente y relajadamente el rato que lo estamos haciendo. Y esto se logra preparando bien el sueño, es decir, relajándonos y evitando situaciones de estrés un rato antes de ir a dormir.

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El insomnio, la falta de descanso o querer aprovechar horas de sueño para realizar otras actividades implica que las experiencias del día y las memorias no se puedan consolidar adecuadamente y que, además, no se relacionen bien los aprendizajes del día con los conocimientos previos. La memoria es menos eficiente y se presenta más fragmentada. Esto es importante a cualquier edad, pero muy especialmente en las épocas estudiantiles. Además, el cerebro no puede eliminar completamente las sustancias de desecho. Esto hace que tiendan a acumularse, pudiendo llegar a tener efectos tóxicos para el cerebro. Se ha visto, por ejemplo, que ésta es una de las muchas causas que pueden favorecer o acelerar la manifestación de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. No es en absoluto el único motivo, dado que es una patología multifactorial, pero puede contribuir a ello.

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Esta acumulación de sustancias tóxicas, junto con la reparación ineficiente de los circuitos neuronales que se van dañando durante el día, hace que se ralenticen los procesos de pensamiento y de razonamiento, lo que incrementa la probabilidad de que respondamos impulsivamente ante cualquier situación. Esta mayor dificultad para reflexionar también afecta a la forma en que gestionamos los estados emocionales, lo que influye negativamente en el estado de ánimo. También incrementa la probabilidad de tener otros trastornos neurológicos y, especialmente en personas susceptibles, que se manifiesten determinados trastornos mentales, entre ellos ansiedad, estrés y depresión, que a su vez también dependen del estado de ánimo.

En definitiva, el acuerdo generalizado que existe entre científicos y médicos en cuanto al sueño es que una buena higiene del sueño es uno de los pilares fundamentales de un estilo de vida que sea neuroprotector. Y hay pruebas convincentes de que mejorar el sueño puede tener grandes beneficios para el bienestar general de todas las personas.