Coronavirus

Salvador Macip: "Las mascarillas en los interiores tendrían que quedarse, también en las aulas"

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El investigador Salvador Macip al laboratorio, en una imagen de archivo.

BarcelonaEl investigador de la Universidad de Leicester y miembro del comité científico que asesora al Govern en materia covid, Salvador Macip, atiende al ARA por teléfono desde Reino Unido. Si bien la situación epidemiológica ha mejorado en Catalunya y Europa y se espera que los próximos meses la presencia del covid se reduzca, el científico avisa que hay demasiados contagios que hacen inviable dejar de vigilar del todo el virus. Por eso, defiende el mantenimiento de medidas poco invasivas, como el uso de la mascarilla en los espacios interiores. También en las aulas, donde las autoridades sanitarias quieren retirarlas de aquí a diez días.

Dejamos atrás la sexta oleada y las restricciones, pero tenemos 40.000 casos semanales. ¿Qué podemos esperar las semanas que vienen?

— La pandemia no deja de sorprendernos y, a pesar de que estamos mil veces mejor, hay que evitar los triunfalismos y recordar que venimos de unas cifras tan elevadas y de un pico con tantos miles de contagios que es fácil mejorar los parámetros. Si miramos la evolución en otros países que van algo más avanzados, vemos que el descenso de contagios se ha retardado y esto es posible que lo veamos también aquí, ahora que prácticamente hemos eliminado todas las medidas. Estamos en un momento muy diferente porque hay mucha gente vacunada de la tercera dosis y los últimos meses ha habido una eclosión de infecciones que ha disparado la inmunidad natural. Todo esto hace pensar que hasta el verano tendremos una menor circulación del virus.

Hay bastante consenso entre los expertos de que tendremos una primavera tranquila, pero del verano todavía no hay muchas previsiones.

— Es complicado anticiparse porque no sabemos qué escenario habrá. Por ejemplo, si ómicron continuará siendo la variante predominante. La teoría nos dice que el buen tiempo favorece la reducción de las infecciones, pero también podríamos esperar que la inmunidad baje y haya reinfecciones de gente ahora protegida. Se sabe que la vacuna no evita que nos contagiamos y parece que los anticuerpos de los que han pasado ahora el virus o se han vacunado podrían ir bastante a la baja de aquí a cuatro o cinco meses. Si esto pasa, en verano veremos alguna olita. Con todo, si no llega una variante que nos desestabilice.

¿De momento, pues, podemos decir que los datos nos avalan para hacer una vida completamente normalizada?

— Nos permiten hacer cosas que antes no podíamos. Esto se tiene que celebrar, pero no podemos desconectar de la pandemia. Si podemos vivir sin restricciones, fantástico, pero esto no significa que no haya que controlar los contagios y, si hace falta, poner en marcha acciones de contención. Para saber si le damos carpetazo al virus nos hacen falta unos meses. El momento es complicado: no tenemos que caer en la exageración, pero tampoco perder la prudencia.

Pero las autoridades sanitarias, también la catalana y la española, abogan precisamente por ir dejando de controlar el covid y “gripalizarlo”. Por ejemplo, haciendo menos tests. 

— Es la tendencia en Europa, porque no se puede eternizar el control del covid. Pero para convivir se tienen que tomar decisiones basadas en datos reales, y si miramos las cifras actuales no sería una buena estrategia. Políticamente, hay otras prioridades y, más que nunca, la realidad epidemiológica choca contra la realidad social. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que vivimos un “alto el fuego”, pero todavía no recomienda abordar el covid como una gripe. Este año no parece viable dejar de hacer pruebas. 

Si hablamos de cambios, el Govern quiere acabar con las cuarentenas de los alumnos la semana que viene y empezar el mes de marzo sin mascarillas en las aulas.

— Se está teniendo en cuenta la salud mental y el bienestar de los niños y todos sabemos que quitar las mascarillas en clase será un beneficio muy grande para ellos. Ahora bien, por otro lado, hay el impacto epidemiológico que pueda tener. Es decir, si tendrá efectos o no en la transmisión a sabiendas de que todavía no hemos llegado a cifras de contagio mínimas. El Govern ha decidido no consultar al comité asesor y tirará adelante con las opiniones de un grupo de expertos que desde el principio ha querido minimizar al máximo las medidas en la escuela. Y pienso que haría falta un debate más amplio, que para lo eso existe el comité. 

¿Por lo tanto, el problema no es tanto que se quiten las mascarillas sino el momento en que se quiere hacer?

—  Este es el problema: tenemos mucha prisa. Tenemos que ir hacia la retirada, pero cuando los niveles de transmisión sean menores. El riesgo más elevado lo asumen los no vacunados o los que todavía no han completado la vacunación, pero también hay vacunados que no responden como esperamos.

¿Y cómo se les protege?

— Controlando la circulación del virus. Por eso las mascarillas en los interiores tendrían que quedarse: evitan los casos graves en personas vulnerables y, en comparación con restricciones que hemos tenido, son poco invasivas. Todavía no es momento de dejar que el covid circule libremente y no pongamos ninguna vigilancia. Tendríamos que hacer todo lo posible para evitar al máximo que la gente mayor y enferma muera. Ahora se está diciendo que los esfuerzos se tienen que centrar en la población vulnerable, y es verdad, pero es difícil predecir quién lo pasará mal y quién no. Asumimos, porque así nos lo ha demostrado la pandemia hasta ahora, que los jóvenes lo pasan de mejor forma, pero una cosa es cómo lo vemos desde una perspectiva individual –por ejemplo alguien vacunado y sin patologías previas que siente que tiene un riesgo bajísimo de enfermar– y otra como lo abordamos desde la óptica de la salud pública.

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