Mascarillas en el transporte público, la falsa obligatoriedad
La llegada de turistas de otros países donde ya no es obligatoria, la relajación de los autóctonos y la falta de sanciones hacen que el uso sea minoritario
Barcelona“Como revisores, nosotros solo podemos recomendar llevar la mascarilla puesta dentro de los vagones. No tenemos potestad de obligar ni sancionar a nadie que incumpla la norma”, lo explica un trabajador de TMB en el andén de la estación de Liceu, de la línea 3, que hasta el 17 de agosto actúa casi como final de línea, puesto que la estación de Drassanes está en obras y el servicio se retoma en Paral·lel. Es un buen lugar para comprobar el estado de la obligación de llevar la mascarilla puesta dentro de los convoyes y la recomendación de hacerlo en los andenes y los lugares comunes de las estaciones, porque hay más personal atendiendo a los usuarios. ¿Y los miembros de seguridad privada tienen potestad de obligar o sancionar? Tampoco. Los trabajadores de Prosegur que en la entrada del andén informan a los viajeros hacen muy bien este trabajo, pero no recomiendan a ninguna de las treinta y tres personas sin mascarilla que acceden a la estación durante los cuatro minutos de espera para la llegada del siguiente metro que se la pongan para entrar dentro de los vagones.
“La empresa señala que es un tema de respeto y de conciencia social”, destaca el revisor. “A mí, para proteger mi salud al máximo, también me gustaría que se cumpliera la norma”, explica. “Hago un trayecto corto, dos paradas, no creo que pase nada si no me la pongo”, dice Conchita, que lleva la mascarilla dentro de la bolsa, pero no piensa usarla. “Me siento segura”, justifica una turista sueca que viaja con dos amigas. Ninguna de ellas sin protección, claro. En el andén de Diagonal, de cada veinte personas, dieciséis no la llevan. Dentro del convoy, la ratio mejora un poco, pero tampoco mucho: doce de cada veinte la llevan. “En nuestro país no es obligatorio, nos parece una medida obsoleta”, argumenta João. “La llevo en la mochila y si me lo piden me la pongo”, dice Sònia. Cuatro turistas alemanas de unos veinticinco años que bajan en Catalunya lelvan todas la mascarilla bien puesta “cubriendo nariz y boca”, como recomienda la insistente pero ineficaz cantilena que suena por megafonía. A pocos metros, de tres amigos argentinos, dos no la llevan y uno sí.
Recomendaciones reiteradas
Las recomendaciones por megafonía son reiteradas y elocuentes. También en las redes sociales. En el Twitter de TMB se hacen llamamientos como el de ayer, día 10 de agosto: “Gracias por llevar mascarilla en el busbcn y metrobcn. Es obligatorio dentro del tren y del bus. Recuerda que siempre tiene que cubrir nariz y boca”. A lo que el CM de la empresa no responde es a las frecuentes interpelaciones a este tipo de recomendaciones. De las seis respuestas suspicaces a este tuit ninguna de ellas tuvo respuesta oficial. El anterior tuit de recordatorio de la obligatoriedad es del 8 de agosto y pasa exactamente igual.
En la cuenta de Twitter de Ferrocarriles de la Generalitat, el último tuit de recordatorio de la prohibición es del 3 de agosto. El CM, en cambio, es más diligente con las quejas de los usuarios que no entienden que no haya manera de hacer cumplir la prohibición. Así, por ejemplo, Míriam Prieto, hoy mismo, hace este tuit: “Acabo de ver al subir en Terrassa a un agente de seguridad dentro del tren y en mi vagón un montón de gente sin mascarilla. ¿Cómo es posible? ¿Podéis avisar?” Y FGC responde: “Buenos días, Míriam. Recuerda que tienes a tu disposición la app de incivismos de FGC; de este modo la alerta de incivismo llega directamente al Centro de Mando de FGC, donde se procesa la información y se actúa en función del tipo de alerta”. Otros muchos usuarios hacen quejas similares, también por la ausencia de agentes de seguridad y la baja intensidad de la refrigeración, y la respuesta no es tan extensa y se limita a uno “Pasamos aviso, gracias”.
Sirva como elocuente y demoledor final el tuit del Anna Ripoll i Borràs: “Continúo afirmando que la gente hace lo que quiere. Hay que quitar esta obligatoriedad, yo continuaré trayendo la mascarilla, pero me sentiré menos idiota”.