Silencios y cicatrices: historias de abusos que necesitan ser explicadas
Mar y las hermanas Guasch han autoeditado dos libros para romper el tabú sobre la violencia sexual
BarcelonaBel Olid tardó siete años para que alguien le publicara el cuento ¡Estela, grita muy fuerte!. Y no fue ninguna editorial catalana. Lo publicaron en 2009 en México. "Ningún editor se atrevía con un libro sobre este tema", explica la escritora. Y este tema prohibitivo eran los abusos sexuales infantiles.
Hasta hace muy poco, esta era una cuestión prácticamente tabú en nuestro país. Pero, poco a poco, a pesar de que todavía cuesta y la mayoría de los casos siguen silenciados, los abusos que sufren los niños –también adolescentes y adultos– se han empezado a abordar tanto familiarmente como públicamente. El tiempo de omertá languidece, los miedos se desvanecen. Incluso, a pesar de que sigue habiendo muchas reticencias, mucha gente se atreve a denunciar: en 2012 en Catalunya se presentaron 683 denuncias por abusos, 620 por agresiones sexuales y 38 por acoso, mientras que en 2019, el año antes de la pandemia, fueron 1.772, 992 y 70, respectivamente.
Referentes que dan el paso
El pianista James Rhodes publicó en 2014 Instrumental, en que explica los abusos que sufrió de pequeño y cómo la música le salvó. Recientemente, Francia se ha visto zarandeada por las historias de Vanessa Springora –El consentimiento– y Camille Kouchner –La familia grande–. En el primero la autora reflexiona sobre los abusos que el escritor Gabriel Matzneff cometió cuando ella era una niña. En el segundo, el foco se sitúa sobre el político y ensayista Olivier Duhamel, que abusó del hermano de Kouchner.
La pintora Paula Bonet también trata los abusos sufridos en la juventud en La anguila, en una historia llena de detalles autobiográficos. Fuera de la literatura, la dramaturga Bàrbara Mestanza aborda en Sucia la agresión sexual que sufrió hace unos años en Madrid. Joan Reig, batería de Els Pets, convirtió en canción primero –Corvus– y después explicó abiertamente cómo sufrió los abusos del rector de Constantí. Testigos que se suman a la ola del Me Too, que afloró en Estados Unidos, y a las investigaciones periodísticas que sacan a la luz cada vez más casos. Cuanto más se habla de ello, más personas deciden dar un paso adelante.
Necesidad de explicarlo
Hasta el punto de autoeditar libros para explicar los abusos sexuales sufridos. Mar Moleón lo ha hecho con La voz escondida en el silencio, donde narra su propia historia sin tapujos, explicando cómo su padre abusó de ella hasta los 15 años. "Se supone que tienes que odiar a tu acosador, pero a la vez tienes que querer a tu padre por naturaleza. ¿Cómo cojones se gestiona esto?", se pregunta en el libro, del que ha imprimido 500 copias. Fueron muchos años de silencio. Cuando intentó compartirlo dudaron de ella. "¿No te lo habrás imaginado?", le preguntó el que entonces era su marido y con quien, por suerte, tuvieron al cabo de unos años una conversación sanadora. Su padre murió y, en lugar de sentir alivio, Mar experimentó nuevamente la "culpa" y la "vergüenza" que siempre le acompañaban. "El acosador me preguntaba si sentía placer cuando me tocaba y esto destrozaba mi corazón de puro dolor y culpa, porque en ocasiones mi respuesta silenciosa era «sí»", reflexiona; un punto sobre el que alerta el psicólogo de la Fundación Vicki Bernadet Lluís Escala. No se puede culpabilizar nunca al niño. "En un primer momento está la seducción del adulto hacia el niño, que este entiende como aprecio. El abusador se aprovecha de este deseo y, una vez seducido, se puede permitir la interacción sexual. El abuso se vuelve una forma de reconocimiento", argumenta Escala.
Cuando Mar escuchó a una amiga explicando su experiencia en la radio, empezó el cambio. Lo pudo decir a su propia madre. A sus hijos. Pudo dar el paso del "sobrevivir" al "vivir". Y decidió escribir su historia. "Teniendo en cuenta que mi propósito con este libro es ayudar a personas que han pasado por situaciones similares a conseguir una vida llena y en paz, pensé que sería más fácil poder llegar de tú a tú, de alma sanada a alma herida", argumenta.
21 relatos
Muy diferente es Cicatrius, relats d'històries silenciades, el libro que han autoeditado – han hecho 300 ejemplares– Roser y Núria Guasch. Se trata de una combinación de relatos de ficción pero basados en historias reales de ellas dos y otras personas que se las han compartido. Son relatos narrativos, líricos y dramáticos, 21 historias para mirar a la cara a "esta violencia execrable", con un tono "positivo" pero sin olvidar que "romper el silencio y no tener credibilidad genera una desprotección que como sociedad no nos podemos permitir". En 2019 Roser se encontró en el hospital a su tío. Se quedó paralizada, vio que tenía que hacer algo. Aquel hombre había abusado de ella y su hermana de pequeñas, hasta que a los 18 años Núria lo dijo a sus padres y "el monstruo" desapareció de sus vidas. Pero la cicatriz seguía estando. "Este libro nace de la necesidad de no callar. Tenemos cicatrices que todavía notamos", relata Roser.
"Es diferente tener una cicatriz que una herida. Una cicatriz es un recuerdo de una herida que ya no está. Sigue ahí, pero más sanada. No hace el mismo daño que la herida", explica Escala sobre el título de la obra escogida por estas dos leridanas que han volcado en este proyecto una parte de sus ahorros. "Podríamos haber pagado a un psicólogo, pero elegimos un libro", resume Roser.
Tanto para Mar como para las dos hermanas escribir forma parte del proceso de curación. Quieren ayudar a otras personas para que puedan encontrar herramientas cuando lean los libros, pero a la vez sanar el dolor que sufrieron de pequeñas. Un dolor que afecta a muchos menores: el 20% de los que sufren abusos, la mayoría en el entorno más cercano. "El monstruo está en casa. Se tiene que creer y escuchar al niño, darle voz", remacha Escala. "La escritura permite apropiarte de la historia. Una persona me hizo daño, me colocó como objeto, y escribiéndolo paso a ser sujeto", resume el psicólogo para explicar la necesidad de publicar estos libros.