Educación

SOS en el campo: faltan agrónomos para modernizar la agricultura

Los retos medioambientales urgen a encontrar más vocaciones para una profesión que no conoce el paro

Oriol Jové
4 min
Parque agrario Sant Boi de Llobregat

Lleida"Aunque solo me quedan dos asignaturas y el trabajo de final de máster (TFM), no me lo podía compaginar. Además, sé que cuando acabe el máster encontraré trabajo”. Así explica Helena, de 23 años, por qué ha preferido dejar el trabajo de los últimos tres meses en el departamento de Agricultura como técnica en la Oficina Comarcal del Segrià para acabar el máster que la habilita para ser ingeniera agrónoma. “Si estudiara en otro ámbito con menos oferta quizás me habría planteado aparcar los estudios”, admite. El caso de Helena explica rápidamente el problema: los ingenieros agrónomos son importantísimos y se gradúan con cuentagotas. Y a los pocos que hay, lógicamente, les llueven las ofertas. 

Esta titulación interuniversitaria, que llevan a cabo conjuntamente la Universitat de Lleida, la de Girona, la UPC y la Rovira i Virgili de Tarragona, se hace solo en Lleida. Desde el Col·legi Oficial d'Enginyers Agrònoms de Catalunya (COEAC) alertan que cada año finalizan el máster un máximo de 20 estudiantes en toda Catalunya, pero que a la vez les llegan alrededor de un centenar y medio de ofertas de trabajo, que no se llegan a cubrir ni mucho menos.

Conxita Villar, decana del Col·legi, lo corrobora: “Todos los estudiantes que han acabado el máster este pasado mes de junio están trabajando”. Villar advierte que, además, cada vez se necesitan más y alerta del peligro que corre la agricultura sostenible sin ellos: “La perspectiva a escala mundial es que la población siga creciendo, lo cual incrementará la demanda de alimentos”. Y a la necesidad cada vez mayor de alimentos se suma a la emergencia climática. Según Villar, “si la Unión Europea obliga, por ejemplo, a reducir a la mitad el uso de los productos fitosanitarios para el 2030 pero se tiene que producir la misma cantidad", habrá que actuar para que la producción no se reduzca por las plagas y las enfermedades, y esto se tiene que conseguir "con investigación en genética o en agricultura de precisión". Por eso, continúa, si cada vez hay menos profesionales con conocimientos, "tenemos un problema”.

La trazabilidad del producto

El sector agroalimentario carga, pues, con el peso de la mochila de tener que ser más sostenible, pero no es la única exigencia que tiene encima. “El campo se ha profesionalizado mucho”, asegura Òscar Trindade. “Antes, en producción primaria tenías muy poca información, y hoy cualquier productor está haciendo trazabilidad en su campo y tiene que tener todo el procedimiento de lo que ha tratado o abonado, y lo mismo pasa con la industria agroalimentaria. Cualquier producto que te llega a un supermercado sabes de qué finca ha salido y qué tratamiento ha tenido, y esto pasa por manos de técnicos, básicamente ingenieros agrónomos”.

Òscar es ingeniero agrónomo y lleva el despacho Gain Agro, dedicado a realizar proyectos, y explica que no encuentra jóvenes para entrar a trabajar. “Tenemos la necesidad de incorporar a gente joven porque en el sector se está produciendo un cambio que tiene que liderar esta generación, y estamos rechazando proyectos porque no los podemos asumir con los que somos”, confiesa. Y explica lo que considera una “preocupante” falta de vocación: “Yo me matriculé en 1989 y en primero de carrera éramos 350 alumnos”.

El estigma del estereotipo

David, precisamente, quiere dedicarse a hacer proyectos, y tiene tres ofertas de trabajo sobre la mesa para escoger a pesar de que, como la Helena, tampoco ha acabado el máster. Todavía no ha decidido qué elegir, pero es consciente de que es una situación anómala. “Ya no se trata de tener o no tener trabajo, es que la agricultura lo necesita, porque siempre se critica que es un sector con problemas de sostenibilidad, pero si no hay gente capacitada para poderlos solucionar, los seguirá teniendo”.

¿Y por qué falta vocación? Según David, es por los estereotipos que tiene el apellido “agrónomo” de la ingeniería: “En realidad mi trabajo no dista tanto del de un industrial, y en cambio me ha pasado muchas veces que cuando digo que soy ingeniero agrónomo se piensan que hago unas cosas que no tienen nada que ver con lo que hago realmente, porque la titulación es mucho más amplia de lo que todo el mundo se piensa”. Explica que, hasta ahora, ha estado haciendo proyectos de instalaciones de riego, pero que normalmente se suele asociar este trabajo con los cultivos y con el campo, y es aquí donde identifica el problema: “Los jóvenes no tienen el impulso de hacer esta carrera porque la desconocen completamente. Si vas a un instituto y hablas de los agrónomos, no es que los desprecien, pero la mayoría nunca se habrán planteado serlo”. Y en cambio, asegura que “todos comemos tres veces al día y detrás este proceso hay, como mínimo, un agrónomo detrás”.

Villar llega a una conclusión similar: “Los alimentos siempre los necesitaremos”. Con esta afirmación, augura un futuro en el que ser ingeniero agrónomo es cada vez más necesario: “Hay muchos oficios que dicen que con el futuro desaparecerán, y este, en cambio, tiene unas perspectivas enormes, porque cada vez está más encarado hacia la tecnología, el uso de big data, la genética y la digitalización”. Y, por eso, lo tiene muy claro: “Hace falta que dejemos de ser invisibles”, reclama.

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