Las tragaperras son la principal causa de adicción al juego

Las máquinas siguen siendo el primer motivo de consulta, pero el juego online aumenta

Maria Altimira
5 min
Un hombre en una máquina escurabutxaques de un bar de Barcelona. PERE TORDERA
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Un gajo de uva, medio limón y otro recuadro luminoso con el número 7 que aparecen y desaparecen aleatoriamente. Ya casi nadie, excepto los clientes del bar que juegan, advierte la presencia de la máquina tragaperras que hace rodar la suerte después de tragarse otra moneda. La expansión de las tragaperras en los 80 convirtió estas máquinas en la principal causa de adicción al juego, y hoy los datos clínicos indican que lo siguen siendo.

Se estima que el trastorno de juego y el juego problemático en todas sus modalidades afectan al 0,5% y al 2,3% de los catalanes, respectivamente, según los últimos datos disponibles del ministerio de Sanidad. Pero algunos expertos, como David Pere Martínez, doctor en psicología social y director técnico de la agrupación dedicada a la intervención e investigación sociales Episteme, consideran que el problema está infradimensionado “porque hay una constante que establece que entre el 5% y el 10% de personas que empiezan una acción de riesgo acaban en una adicción”.

Una adicción que se está rejuveneciendo con la irrupción del juego online. Ahora bien, a pesar de que el perfil del ludópata es cada vez más joven, las máquinas tragaperras, asociadas a un usuario mayoritariamente masculino de entre 40 y 50 años y sin formación universitaria, siguen siendo la principal causa de adicción. Los responsables de 7 de las 9 unidades de adicciones comportamentales públicas que tratan la ludopatía en adultos en Catalunya aseguran que estas máquinas recreativas siguen siendo el principal motivo de consulta por adicción al juego de las cerca de 1.000 primeras visitas que registran anualmente. En 6 de estas 7 unidades, las que han facilitado los datos más recientes al ARA, las máquinas representan entre el 30% y el 66% de los casos de ludopatía. En cuanto a las dos unidades restantes, solo una, la de Sant Pau, sitúa las tragaperras como el tercer motivo de consulta, mientras que la otra, la del Institut Pere Mata de Reus, no tiene datos sobre este punto.

Desde estos dispositivos sanitarios, sin embargo, advierten de que la prevalencia de la adicción a las tragaperras tiene una dimensión mucho más reducida que años atrás debido al aumento del juego online. “La apuesta por internet ha aumentado mucho, pero cuando hablamos de tragaperras tenemos que tener en cuenta que sigue siendo la primera causa de adicción”, asegura Susana Jiménez, coordinadora de la Unidad de Juego Patológico y Adicciones del Comportamiento del Hospital de Bellvitge. Núria Aragay, responsable de la unidad del Consorcio Sanitario de Terrassa, aporta cifras reveladoras sobre esta tendencia: en 2012 el motivo de 68 de las 102 primeras visitas, un 66%, fue la adicción a las tragaperras, mientras que este año es de 42 puntos porcentuales. En Manresa, el porcentaje pasó de los 43 a los 40 puntos entre 2016 y 2020.

Neus Aymamí, responsable de la unidad del Hospital Universitari Santa Maria de Lleida, asegura que dos de los principales elementos que explican el alto potencial adictivo de estas máquinas son “el hecho de que el precio de la apuesta sea relativamente bajo y que haya una respuesta inmediata, intermitente y aleatoria que hace que nunca sepas cuándo ganarás”. También, añade, la accesibilidad a la máquina.

Cinco veces más que farmacias

La accesibilidad y también la vasta oferta de tragaperras son elementos muy perturbadores para aquellos que luchan contra su adicción. “En cada esquina hay una tragaperras”, lamenta Jordi, que prefiere utilizar este pseudónimo para preservar su identidad. Después del confinamiento, cuando los bares volvieron a abrir, sufrió “una nueva recaída”, explica. La última desde que empezó a jugar hace tres décadas, con solo 22 años.

La percepción de Jordi se ajusta a la realidad. En Catalunya hay cinco veces más establecimientos de hostelería con máquinas tragaperras que farmacias. Concretamente, hay 16.372, y un total de 28.830 máquinas instaladas, de acuerdo con una solicitud de acceso a la información pública presentada por el ARA.

“El problema es que las tragaperras están mal colocadas”, asegura Àngels González, responsable del primer centro de tratamiento e investigación del juego patológico en Catalunya, la actual unidad de Bellvitge. González, que estuvo al frente de los servicios de juego patológico del departamento de Salud, aboga por prohibir las tragaperras en los establecimientos de hostelería y limitar su presencia a los salones de juego, donde el control de acceso evitaría que tanto los menores como las personas que sufren ludopatía y están inscritas en el registro de autoprohibición puedan acceder a ellas.

Neus Aymamí coincide con González, pero afirma que hay muchos intereses creados porque tanto “el señor del bar, el operador, el fabricante como la administración ganan” y que revertir esto “es muy difícil”. Vega González, responsable del dispositivo barcelonés de Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS), también cree que la prohibición “sería clave” y, del mismo modo, lamenta que los intereses económicos sean un impedimento para conseguirlo.

Aragay, de la unidad de Terrassa, considera que la introducción de “elementos en la máquina que ayuden a tomar conciencia del tiempo que la persona lleva jugando y del dinero que ha gastado” también podrían ser muy útiles en la lucha contra la ludopatía.

Un sector hiperregulado

Albert Sola, presidente de la Asociación de Empresas Operadoras de Máquinas Recreativas de Catalunya (Europer), asegura que tanto el sector privado en general como el de las máquinas tragaperras en particular están hiperregulados. “No podemos hacer ningún tipo de publicidad de las máquinas, está limitado el premio que puedes ganar, el tiempo que dura una jugada, el número de tragaperras total y las que puede haber por establecimiento de hostelería”, explica Sola, que se muestra contrario a nuevas restricciones.

Las tragaperras, defiende Sola, pueden suponer unas ganancias de entre 100 y 1.000 euros semanales a los propietarios de los establecimientos de hostelería, el 50% de los cuales, según Europer, tienen máquinas recreativas instaladas. Además, de acuerdo con la patronal, las tragaperras reportan la mayor parte de la recaudación de la tasa del juego de la Generalitat de Catalunya. Una cifra que se sitúa entorno al 60% del total.

A pesar de la prevalencia que estas máquinas tienen entre las personas diagnosticadas por ludopatía en Catalunya, Natàlia Caba, directora general de Tributos y Juego, afirma que no se plantean ni la prohibición de las tragaperras ni ninguna otra regulación orientada a limitar el acceso de las que están operativas. Solo, precisa, se está estudiando la posibilidad de retirar aquellas que hace mucho tiempo que están en suspensión temporal, es decir, almacenadas y sin abonar tributos. Una situación, la de la suspensión temporal, que en 2020, coincidiendo con el aumento motivado por los meses de confinamiento, afectó a un total de 5.334 máquinas.

Caba argumenta que es importante saber cuál es el peso de esta problemática antes de regular porque “hay familias que viven de este sector”. Sobre la evidencia de los datos clínicos, asegura que una cosa es el número de personas que se visitan y el otro “el impacto que esto está teniendo” en relación al número total de los que sufren este tipo de adicción. Unos datos que la administración catalana no tiene y que son una asignatura pendiente, según asegura la propia Caba.

Desde el departamento de Salud, sin embargo, las cosas se ven de otra manera. Joan Colom, subdirector general de Drogodependencias de la Generalitat y máximo responsable de las unidades que tratan la ludopatía, asegura que tiene previsto abordar la problemática de las tragaperras en una nueva ley de adicciones comportamentales. La retirada de estas máquinas sería deseable, considera, pero también se están estudiando “mecanismos que conciencien y limiten el juego”.

* Este dossier es fruto de la investigación llevada a cabo por las autoras como ganadoras del Premi Montserrat Roig del Ayuntamiento de Barcelona para la promoción de la investigación periodística en el ámbito del bienestar social.

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