Así se vacía de vecinos el centro de Barcelona
Sociedades inmobiliarias compran edificios enteros, expulsan a los inquilinos y hacen viviendas de lujo
BarcelonaEs una de aquellas porterías típicas de los edificios del Eixample de Barcelona. Tiene una puerta de hierro forjado, techos altos y paredes ornamentadas. Sin embargo, ahora está llena de trastos: hay sacos de escombros, barras de hierro e incluso una taza de váter al lado de la entrada. También hay polvo por todas partes. Un letrero indica que el uso de casco es obligatorio y en la fachada una gran pancarta anuncia la venta de viviendas. Están rehabilitando el edificio.
El bloque tiene seis plantas y dieciocho pisos. Los obreros han picado las paredes, han levantado las baldosas del suelo y han quitado las puertas de las viviendas. De todas, menos de dos, que continúan intactas como estaban hace décadas. Dos vecinas siguen viviendo a pesar de que el edificio entero está en obras. “Ahora el ruido se puede aguantar, pero antes era insoportable”, se queja una de ellas, la señora Núria, de 82 años. La otra inquilina tiene setenta y cuatro años.
Son las únicas vecinas que tenían un contrato de alquiler de renta antigua y no han querido irse aunque admiten que las obras están siendo una tortura. No se fían de que no las dejen volver. Un promotor extranjero compró el bloque, situado en la calle Provença, y entonces empezaron los problemas. El resto de vecinos se vieron obligados a marchar porque no les renovaron el contrato de alquiler.
“El piso más pequeño, de 53 m² y un dormitorio, vale 375.000 euros. Y el más grande, de 137 m², 829.000 euros. Las obras se acabarán a finales de año”, explica una comercial por teléfono cuando se llama al número de información que indica la pancarta de la fachada.
Esta semana se ha celebrado el primer juicio contra un vecino del edificio conocido con el nombre de la Casa Orsola, también en el centro de Barcelona. Se trata de una situación similar, pero allí algunos inquilinos se han negado a irse a pesar de que tampoco les han renovado el contrato de alquiler. La asociación de vecinos de la Dreta de la Eixample asegura que no son casos aislados, sino una práctica habitual. Para demostrarlo, llevan recogiendo datos desde el 2016 y han hecho un inventario de unos cuarenta edificios del barrio que han sido rehabilitados en los últimos años. Según dicen, muchas de esas viviendas se han reconvertido en pisos de lujo que solo están al alcance de bolsillos de extranjeros adinerados. “Así es como nos están expulsando a los vecinos del barrio”, se queja el arquitecto y presidente de la asociación, Jaume Artigues.
Esta periodista ha visitado uno por uno los casi cuarenta edificios del inventario. En ningún momento me he identificado como reportera. La realidad supera los datos recogidos por los vecinos. Hay situaciones surrealistas. El gráfico de más abajo resume algunos casos.
En la portería los buzones aún tienen los nombres de los vecinos y algunos están llenos de cartas. En el principal hay una residencia de gente mayor, y en la segunda planta, un vecino. El resto del bloque está vacío. Es fácil darse cuenta, porque en la puerta del piso del único vecino hay colgados unos adornos de Navidad. En el resto, una pegatina dice “Stop Alarma”. El bloque también está en la Dreta de la Eixample, en la Gran Via.
“Antes había vecinos en todos los pisos”, asegura el único inquilino, el señor Juan, que prefiere no extenderse en explicaciones porque no quiere tener problemas con la propiedad. Optimum Re Spain Socimi S.A. compró el bloque en diciembre de 2015, según ha podido comprobar el ARA en el Registro de la Propiedad. A partir de entonces no renovaron los contratos de alquiler a los vecinos. El señor Juan era el único que tenía uno de renta antigua. “Me ofrecieron dinero para que también me fuera porque quieren rehabilitar el edificio”, afirma. Lo único que le preocupa es que el ascensor deje de funcionar cuando empiecen las obras. Tiene 81 años y no puede subir por la escalera.
En la puerta de entrada del bloque de pisos de la calle Aragón 309, también hay una pegatina que dice “Stop Alarma”. Eduardo del Pozo vivió allí hasta el 31 de julio de 2019, según explica por teléfono. Pagaba mil euros de alquiler por un piso de 90 metros cuadrados, pero se tuvo que ir porque también una socimi, Optimum III Value-Added Residential, adquirió el edificio y no le renovó el contrato. Más de tres años y medio después el bloque continúa vacío. En el inmueble de al lado, situado en la calle Bruc 85, tampoco hay vecinos. La misma socimi lo compró en febrero de 2017, según datos del Registro de la Propiedad que ha consultado el ARA.
Optimum III Value-Added Residential también es propietaria del bloque de pisos de la avenida Diagonal 343. Allí se repitió la misma historia. Carles es el último vecino que tuvo que irse hace escasas semanas. Era propietario del bar Jofama, un histórico establecimiento que estaba en los bajos del edificio desde hacía casi medio siglo. Ahora diversos obreros trabajan sacando escombros del bloque de pisos. “Habrá 34 viviendas. Dos pisos de la planta baja y los áticos tendrán piscina. Además, habrá un gimnasio y un restaurante en las zonas comunes. El piso más pequeño, de 69 m², vale unos 550.000 euros. Y el más grande, un ático de 220 m², unos 2,6 millones”, explica por teléfono un comercial de la inmobiliaria que vende los pisos, que está especializada en viviendas de lujo.
La portavoz del Sindicat de Llogateres de Catalunya, Carme Arcarazo, explica que la situación empezó a torcerse después de que el Partido Popular aprobara dos cambios legislativos a nivel estatal con la crisis inmobiliaria. “Por un lado, se dieron ventajas fiscales a las socimis”, destaca. El gobierno español pretendía de esta manera que esas sociedades absorbieran los activos inmobiliarios acumulados por los bancos después de que muchos propietarios no pudieran pagar las hipotecas. “También se reformó la LAU [ley de arrendamientos urbanos] para que los contratos de alquiler fueran de tres años. Es decir, se puso una alfombra roja para que vinieran fondos de inversión a comprar bloques de pisos y expulsaran a los vecinos”, asegura.
Pisos de alto 'standing'
Carlos Almeida, director comercial de obra nueva de la consultora CBRE Residencial España, aclara que los pisos que se están rehabilitado en la Dreta de la Eixample no habría que llamarlos de lujo, sino de “alto standing”. “El lujo es cuando el precio del metro cuadrado supera los 10.000 o los 15.000 euros y se ofrecen servicios complementarios”, declara. Según afirma, CBRE Residential España ha detectado que en la actualidad se están haciendo cinco proyectos de alto standing en el barrio.
El Ayuntamiento de Barcelona modificó el Plan General Metropolitano en diciembre de 2018 para que todos los edificios que se rehabiliten o se construyan en la ciudad tengan la obligación de destinar un 30% de los pisos a viviendas de protección oficial. Es decir, de precios asequibles. Según la teniente de alcaldía de Urbanismo, Janet Sanz, ésa es la mejor medida para combatir las promociones de viviendas de lujo. “También hace falta una ley de vivienda que acabe con estos precios prohibitivos”, añade.
En cambio, el director general de la Asociación de Promotores y Constructores de Edificios de Catalunya (APCE), Marc Torrent, asegura que la nueva normativa municipal solo ha servido para que se reduzcan las promociones de nueva construcción y las rehabilitaciones. La presidenta de la demarcación de Barcelona del Colegio de Arquitectos de Catalunya, Sandra Bestraten, corrobora que ellos también han notado una disminución de este tipo de proyectos. Sin embargo, sospecha que se están haciendo obras de envergadura con un simple "enterado”. “Un enterado es un documento con el que informas al Ayuntamiento de que, por ejemplo, cambiarás las baldosas del lavabo. En cambio, así se están haciendo reformas de toda una vivienda y eso tiene un riesgo muy grande”, advierte.
Incumplimiento de la normativa
Paseando por la Dreta de la Eixample, el ARA ha localizado diez edificios en obras. Según el Ayuntamiento, seis de esas promociones están siendo investigadas por un posible incumplimiento de la normativa del 30%. A una le abrirán expediente porque el promotor pidió licencia de obras menores para cada uno de los pisos reformados, en vez de solicitar una licencia única de rehabilitación de todo el edificio. Se trata de un bloque de alto standing situado en la esquina del paseo de Sant Joan y la calle Ausiàs Marc. Todos los pisos ya están vendidos, según ha podido saber este diario.
Las obras de rehabilitación también están acabando en la Casa Dolors Alesan, un edificio modernista que también está en el paseo de Sant Joan, en el número 110. Un operario subido en un andamio pule la puerta de la entrada que es de madera maciza. El edificio tiene veinte viviendas y solo queda una disponible a la venta: tiene 78 m² y vale 695.000 euros.
“Ya hace años que buena parte de la oferta de las zonas céntricas de la ciudad está destinada a un comprador extranjero. Antes habían muchos rusos. Ahora predominan los norteamericanos y los europeos”, explica Guifré Homedes, director general de Amat Immobiliaris. De hecho, muchos anuncios y webs de venta de estos pisos están directamente en inglés. Barcelona tiene un gran atractivo internacional. Ocupa la sexta posición en el ranking que elabora la prestigiosa consultora Resonance. Eso, sin duda, tiene consecuencias.
En 2021 el Eixample ya era el distrito de la ciudad con el precio más alto del metro cuadrado, incluso por delante de Sarrià-Sant Gervasi, según datos de la APCE. Homedes afirma que otros de los efectos es que han aumentado los alquileres de temporada. Es decir, contratos de alquiler que van de los 32 días a los once meses y que no están regulados por la LAU. Los precios también están por las nubes y es fácil encontrar ejemplos.
El bloque de pisos del número 288 de la calle Consell de Cent ha sido rehabilitado, aunque desde fuera no parece nada del otro mundo. En el portal hay un sofá de color blanco y una mesa de oficina. Una mujer con acento alemán atiende amablemente a esta periodista pensando que es una potencial clienta. “Todos los pisos que tenemos son de alquiler. El más pequeño, de 48 m², vale 3.500 euros al mes. Y los más grandes, de 80 m², 5.500 euros”, detalla mientras me extiende una tarjeta de visita. "El tiempo de estancia máximo es de once meses, pero lo podemos alargar sin problemas", añade.
En el paseo de Gracia, los precios son aún más altos. Los alquileres de temporada llegan a los 16.000 euros al mes. La concejala de Vivienda, Lucía Martín, cree que son alquileres turísticos encubiertos. "Son la rendija que algunos operadores han encontrado porque el Ayuntamiento puso límite al número de plazas turísticas", afirma. ¿Pero hay alguna manera de frenar esta espiral?
El catedrático de derecho civil de la Universitat Rovira i Virgili Sergio Nasarre aclara que no hay soluciones mágicas. Por ejemplo, explica que en Catalunya no sería posible aplicar la medida que el gobierno de Canadá acaba de aprobar y que prohíbe la compra de vivienda a los extranjeros no residentes durante los dos próximos años. Según dice, va en contra de las normas comunitarias.
“En Alemania los contratos de alquiler son indefinidos, pero el propietario puede embargar los bienes al inquilino si no paga el primer mes”, sigue explicando. Es decir, no es oro todo lo que reluce. “Viena también se pone a menudo como modelo a seguir porque el 60% de la población vive en alquiler social. Pero hace cien años que un mismo partido gobierna en el Ayuntamiento porque ¿quién está dispuesto a votar contra el propietario de los pisos?”, añade.
La presidenta de la Fundación Hàbitat3, Carme Trilla, opina que la ley debería obligar a mantener a los antiguos inquilinos cuando se rehabilita un edificio. Y el miembro de la Comisión de Economía Territorial y Urbana del Colegio de Economistas de Catalunya Miquel Morell afirma que el quid de la cuestión es que las administraciones destinen más presupuesto a vivienda protegida. “Es un error delegar toda la responsabilidad en el sector privado”, destaca.
Alfonso Hidalgo hace poco más de un año se compró un piso en la calle de Consell de Cent. Él es uno de los nuevos vecinos de un edificio rehabilitado después de que los antiguos inquilinos se tuvieran que ir porque no les renovaron el contrato de alquiler. El piso le costó casi dos millones de euros. Sin embargo, a principio de enero tuvo que llamar a un camión cisterna para que sacara aguas residuales de la portería. Se había roto una tubería. Dice que también ha tenido goteras en casa y problemas de malos olores. El propietario del edificio era Optimum RE Spain, una de las socimis que también tiene previsto rehabilitar otros edificios en la Dreta de la Eixample.