Demografía

Cada vez hay más (y a muchos les parece bien): así es la soltería en el siglo XXI

El número de personas que llevan vida sin pareja estable se dobla en 40 años y llega ya al 20% de la población

BarcelonaBel Costa era de las que de niña había imaginado bien casada a los 20, ya los 30, con dos o tres niños. La presión social invisible. Durante 10 años vivió con una pareja sin pasar por el registro y ahora, a sus 48 años, está “separada”, aunque administrativamente siempre ha tenido el estado civil de soltera. “No teníamos papeles, pero nos compramos una casa y pagábamos la hipoteca, ¡así que no podíamos estar más casados!”, dice, y asegura que en solitario se encuentra en un punto de “satisfacción personal”, en parte porque tiene solucionado el tema económico, también la vivienda y no tiene hijos: "Tengo pareja cuando quiero o puedo, sin angustia".

El estado civil

La biografía de Costa sirve para describir la soltería del siglo XXI. La definición primigenia de “persona que nunca se ha casado” ha evolucionado para adaptarse a las nuevas formas de organizarse la vida, y limitarse al estado civil es quedarse con la mitad de la fotografía. La soltería es el único “estado irreversible”, porque una vez formalizado un matrimonio ya nunca más se volverá a ser soltero, subraya el demógrafo de la UAB Pau Miret. Por eso, para las estadísticas se toma el dato de las uniones convivenciales y se pregunta qué relación se tiene con los residentes de la misma vivienda.

Administrativamente, pues, Costa siempre ha constado como soltera, pero para la sociología lo es ahora, mientras no tenga "una relación estable". Lejos quedan los “años dorados del matrimonio” de las décadas de los 50 o 70, cuando los jóvenes tenían cierta “prisa por casarse”, apunta el sociólogo de la UNED Juan Ignacio Martínez, que hizo su tesis sobre la nupcialidad en España entre 1970 y 2005. Es a partir de los 80 cuando la edad del primer matrimonio empieza a retrasarse: de los 25 años en 1976 a los 35 del 2021, según el Idescat. En cuanto a la primera pareja convivencial, la edad se sitúa en torno a los 27. En una y otra, existe una variable que se repite a lo largo de las décadas: las mujeres hacen la transición unos tres años más jóvenes que los hombres .

Derechos fuera del matrimonio

Esta desafección hacia el matrimonio, Miret la atribuye a la “desinstitucionalización” de la sociedad y Martínez añade también que ahora haya “más derechos fuera del matrimonio”, gracias a la equiparación de las parejas de hecho con las de derecho, y que estar casado "ha perdido lo que antes se obtenía en exclusiva", como las relaciones sexuales o tener hijos.

Hay más de 1,8 millones de catalanes mayores de 20 años solteros, según el estado civil, con datos del INE de 2021. Para tener una aproximación de lo que suponen estas cifras, hay que mirar el histórico del Idescat que apunta que, de 1996 a 2011, el porcentaje de ciudadanos que no vivían con ninguna pareja se dobló en el tramo de entre los 30 y 50 años. Los expertos apuntan que esta tendencia se mantendrá después de que pase el impacto de la llegada de una gran ola de nueva migración de principios de siglo, que descendió las edades de las bodas. Queda ver cómo se comportarán las segundas generaciones, pero Miret está convencido de que se comportarán como los jóvenes autóctonos.

Emancipación tardía

Los jóvenes ya no se marchan de casa sólo para estar con pareja o casarse y, en la medida en que el bolsillo se lo permite, estrenan su autonomía compartiendo vivienda con otras personas, con las que no necesariamente tienen ningún vínculo de amistad. Sin embargo, la soltería entre los jóvenes se alarga por el retraso en la emancipación que ya se sitúa en la raya de los 30, la edad más alta en las dos últimas décadas. Esto no quiere decir que no tengan pareja estable, pero la situación económica les hace imposible plantearse una vida en común.

Sin duda, detrás de esta independencia tardía hay varios factores. Entre ellos, el aumento de la formación académica, sobre todo entre las mujeres. Se cumple la ecuación según la cual mayor nivel de instrucción implica más soltería. La escalada desorbitada del precio de los alquileres, sobre todo a partir de la crisis del ladrillo, y los sueldos precarios, también influyen. A Sílvia Blanco la crisis de los 30 le ha llegado de golpe a los 35, cuando ha vuelto a casa de los padres, de donde había salido tres años atrás porque con el sueldo "justito" no puede asumir el alquiler del piso donde vive sola o la entrada de la futura vivienda de protección oficial que le ha tocado en un sorteo. No tiene pareja estable y señala una evidencia: "La soltería es más cara que vivir en familia".

El precio de la soltería

Efectivamente, vivir una vida en solitario, independientemente del estado civil, supone hasta más de 200 euros más que en pareja, sobre todo por las cuotas mínimas de mantenimiento de la vivienda (hipoteca, alquiler y suministros básicos). Sin embargo, para el demógrafo Miret, más que el estado civil o la compañía con la que se conviva, lo que marca la economía son los hijos a cargo.

Soltería en la vejez

En el otro extremo de la vida, los otros falsos solteros son los viudos y viudas ya mayores que, aun conviviendo con una nueva pareja, evitan formalizar la relación para mantener la pensión, sobre todo en el caso de las mujeres. Eusebio Martínez es un soltero “recalcitrante”. A punto de cumplir los 75, ha tenido dos parejas (una con una viuda) con quien no ha convivido bajo el mismo techo. “Yo siempre he estado solo y ya me he acostumbrado”, explica y recuerda lo joven que se sintió “menos ni diferente” que los hermanos casados. Ahora que ya está en la vejez teme que “quizás sí que añore a alguien”, pero es consciente de que no se va a casar: “Voy a morir soltero y en una residencia”, ríe.

A los 83 años, Pilar Capella tiene un grupo de “chicas” con quien sale a tomar un café, va al casal e incluso hace unos años todavía viajaba, lo había empezado a hacer cuando sus padres murieron. Ella fue la que les cuidó porque se quedó en la casa familiar, pero dice que esto no le restó oportunidades. Nunca se planteó ni casarse ni quedarse soltera, relata, sino que la vida "sucedió así". Su "suerte" es que seguramente pudo alejarse de la soledad y el estigma porque siempre ha estado rodeada de amigas solteras y ahora también de viudas que viven solas. “He hecho un grupito y tengo a la familia, a los sobrinos ya los hermanos”, afirma.

Ésta es la soltería definitiva, un concepto que la sociología da al hecho de vivir sin pareja ni haber estado casado. En las últimas cuatro décadas, según apunta Miret, se ha doblado el porcentaje de esta categoría, alcanzando el 20% actual, un porcentaje similar al del resto de Europa occidental.

El estigma en la mujer

Cuando se habla de soltería, la pregunta es casi obligada. En una sociedad con más y más solteros todavía hay estigma para quienes hacen vida sin pareja? Depende de la edad y, sobre todo, si son mujeres u hombres. Las de la generación que ahora tienen más de 70 años tuvieron que convivir con la etiqueta peyorativa (por compasiva) de ser las tías que cantaba Serrat, y que ya en la vejez se han podido desligar. Como en el caso de Capella muchas se quedaron en la casa familiar cuidando a los padres. La diferencia respecto a los hombres de esa edad que tuvieron la misma preocupación es que quedaban "invisibilizados" y socialmente aislados, señala Bruna Alvarez, profesora de Antropología e investigadora del grupo AFIN de la UAB. Esto ocurre porque la sociedad no los ve como cuidadores y porque los hombres, independientemente de su estatus, tienden a no abrirse emocionalmente, algo que sí hacen las mujeres con sus redes personales.

Está claro que hoy la soltería se vive sin tantos complejos, por el mero hecho de que no se está solo. Con todo, la socióloga Núria Viladomat, autora de Solteras y encantadas (Angle) sostiene que "pesa más entre las mujeres" porque durante siglos han sido educadas en "agradar y ser valoradas por sus vínculos afectivos", así que, en ausencia de pareja, “no se sienten validadas” y, en esta línea, afirma que el celibato entre las mujeres "no es una elección". Incluso, señala que una mujer que ha alcanzado un éxito social y laboral, que puede declararse incluso feminista, puede “esconder” que no tiene una pareja estable para evitar miradas inquisitivas o el molesto “¡ya la tendrás!”. Sin embargo, vaticina que la soltería ganará terreno.

Blanco, que está en esa edad en la que se tiene el primer hijo, afirma que no se siente interpelada con esta imagen “de mujer desesperada por una relación” ni tampoco se ha sentido presionada para llevar pareja a casa ni quedar se embarazada.

Sexo y soledad

Soledad tampoco es sinónimo de soltería. En este sentido, Bel Costa confiesa que en los últimos años de convivencia en pareja sí se sentía "triste por no dar el paso" de romper la relación "y por el miedo" de si podría mantenerse. Lo único que reprocha a los padres es la “incomprensión” a su decisión de separarse.

Las aplicaciones como Tinder son una buena opcion para ganarse unas horas de placer, como lo son discotecas u otros puntos de ocio, pero el divorciado Santi (no quiere identificarse) apunta que no son plataformas sólo de solteros. ¿Qué busca un soltero como él, de 42 años y con dos hijos en Tinder? "Pasarlo bien". Viladomat ha encontrado, revisando los perfiles de los usuarios, que los hombres buscan "una relación puntual" y lo hacen saber directamente o con sutileza, mientras que las mujeres entran "anhelando encontrar a alguien con quien generar intimidad".

En una sociedad de relaciones líquidas, muy diversa, están apareciendo nuevos vínculos, nuevas formas de relacionarse: desde el LAT (living aparte together), las siglas en inglés de los que viven cada uno en su casa pero forman una pareja estable; al poliamor, si existe una relación estable; al "amante de calidad", un concepto que apunta a la socióloga para definir a una persona con la que se comparte un vínculo sexoafectivo.

El merca de los 'singles'

Luego están los singles, la palabra en inglés que a partir de los 2000 ha hecho fortuna, porque el "marketing se ha apropiado" del concepto de soltería para hacerlo "más atractivo", expone Sarai Marín, doctoranda en antropología en la UAB, quien subraya que ha sido una forma en que la "sociedad de consumo neoliberal" ha "desestigmatizado" estar sin pareja con el único objetivo de vender más. Tras un trabajo de campo de dos años, Marín publicó Singles. Una aproximación a las fiestas de solteros (Editorial Bellaterra), y como apuntan las comillas del título, se encontró con pocos solteros de estado civil, había más divorciados, separados e incluso viudos con hijos.

En las celebraciones, explica Marín, acuden personas de entre los 40 y los 70 años de una "clase media ficticia", y desmontan el mito de que son un mercado de oro, y aunque "están disponibles para hacer lazos románticos y sexoafectivos", no les mueve el afán de ligar, al menos allí, sino que los participantes buscan una red de amistades "tras una ruptura vital". "No es uno First Fechas", afirma la antropóloga en referencia al programa de televisión de citas a ciegas. También indica que, más que reivindicar ser singles, los asistentes defendían su autonomía y que estaban satisfechos con su condición.

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