Violencia machista

Las violaciones más invisibles

El caso del ‘tiktoker’ Naim Darrechi revela un delito muy frecuente pero poco asumido y perseguido

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Un cartel en una manifestación feminista en Barcelona.

BarcelonaMás que una práctica, el stealthing es un delito que atenta contra la libertad sexual de las mujeres porque rompe las reglas del respeto y el consentimiento en una relación. Naim Darrechi, un cantante e influencer con 26 millones de seguidores en las redes -la mayoría jóvenes-, reía lozano explicando que engañaba a sus parejas diciendo que era estéril para no tener que utilizar preservativo, o que se lo quitaba unilateralmente en medio de la relación. Esto es el stealthing, un anglicismo que se podría traducir como furtivismo y que es condenable en los tribunales. De hecho, tanto el ministerio de Igualdad como el gobierno de las Baleares, de donde es el tiktoker, han anunciado que llevarán el caso a la Fiscalía.

Varios especialistas afirman que este tipo de agresiones, en las que el hombre no tiene en cuenta los límites marcados previamente y se guía solo por su placer, son muy habituales e inversamente proporcionales a las denuncias. En parte porque las mujeres que las han sufrido a menudo “tienen poca conciencia” de haber sido agredidas, como relata Sílvia Catalán, psicóloga especializada en sexología y relaciones de pareja. Coincide la magistrada Lucía Avilés -socia fundadora de la Associació de Dones Jutges-, que recuerda que según la última macroencuesta sobre víctimas de violencia machista solo un 8% de las violencias sexuales se denuncian. “Es un engaño y es más frecuente que pase esto que la violencia física”.

Para Anna Rodríguez, psicóloga del Espacio Lila del Centro de Jóvenes de Atención a la Sexualidad (CJAS), hay un “estereotipo” de la violencia sexual centrado en un “desconocido, por la noche y en la calle”, pero hay “normalizadas e invisibilizadas” que no se identifican con esta categoría y que tienen que ver con un “abuso de poder” del hombre. Es lo que Cynthia Cockburn etiquetó como continuum de la violencia sexual, una “manifestación de la desigualdad en las relaciones sexoafectivas”, afirma Rodríguez. Uno de los problemas, insiste Avilés, es que “para poner una denuncia te tienes que reconocer antes como víctima”. Y hacer este paso no es fácil, porque una vez se asume, también está “el miedo a la estigmatización y del qué dirán”, cosa que echa para atrás las mujeres.

La primera pregunta que la psicóloga Catalán hace a una nueva paciente es si alguna vez ha tenido una relación sexual que desearía no haber tenido. “La respuesta normalmente es que sí, pero que en aquel momento no supieron decir que no”, explica. Una de las pacientes se medicaba con fuertes ansiolíticos y antidepresivos que la dejaban grogui durante toda la noche. Por la mañana se quitaba “empapada de semen”. La pareja la había penetrado y le había eyaculado encima cuando ella no era consciente. “Al principio lo defendía porque entendía que eran pareja y, por lo tanto, no había agresión”, recuerda la especialista, que dice que cuando le habló de la falta de consentimiento la mujer “se quedó sorprendida”. El paso siguiente es “sentirse culpable” por no haberse dado cuenta de la agresión, apunta.

De tanto que te estimo te abollo

Las películas de Hollywood de amores sufridos o vengativos o el porno más consumido han creado un ideal de relaciones en el que se asumen como normales los abusos y los vínculos tóxicos. Un buen termómetro de la relación es aceptar que el amor deba doler. “Los que se pelean se desean”, añade la psicóloga Catalán, que apunta, además, el peso que está ganando el “discurso machista de la extrema derecha” de legitimar el papel sumiso de las mujeres.

Por el contrario, Rodríguez señala que la polémica del influencer mallorquín ha posibilitado un pequeño Me Too en las redes, con mujeres que hablan de situaciones parecidas. En el CJAS, que depende de la Asociación Derechos Sexuales y Reproductivos, llegan usuarias muy jóvenes, a veces conscientes de que sus parejas sexuales no las han respetado y otras no tan conscientes. “A veces no le ponen nombre, pero tienen una idea de que aquello que les ha pasado es desigual”, señala. No han podido, por ejemplo, negociar el método conceptivo, las presionan para tener sexo sin protección o han tenido relaciones que las hacen sentir incómodas.

La magistrada Avilés entiende que las declaraciones de la influencer no podían quedar sin respuesta, teniendo en cuenta que coinciden con la aprobación del anteproyecto de la ley del consentimiento sexual o ley del solo sí es sí. Pero explica que en términos judiciales es difícil que una denuncia pueda prosperar si se basa únicamente en unas “manifestaciones tan diluidas”. Para que el caso salga adelante, dice, hace falta que las mismas víctimas lo denuncien o que la Fiscalía las localice y lo haga por ellas.

Esto no quiere decir que la magistrada no vea delito. Para Avilés, la conducta del tiktoker ya está recogida en el actual Código Penal como un abuso sexual, porque se ha usado “el engaño”. “Con la nueva ley, como se potencia el consentimiento, se trataría de una agresión sexual”. De hecho, la nueva ley pone en el centro el punto del consentimiento y elimina el concepto de abusos para englobar todos los delitos sexuales bajo el paraguas de las agresiones sexuales. Para Avilés la nueva ley integral también supone “un antes y un después” porque compromete las administraciones a hacer pedagogía y a avanzar en el camino de “la reparación y la atención a las víctimas”.

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