¿Por qué el caso de Gisèle Pelicot traspasa fronteras?
El juicio muestra cómo no existe un perfil concreto de violadores ni de víctimas de la violencia sexual
BarcelonaLa expectación mediática de medio mundo sobre el tribunal de Aviñón, que ha juzgado y condenado a los 50 hombres que violaron a Gisèle Pelicot durante una década, demuestra que las repercusiones de este juicio inédito pueden significar un antes y un después en los casos de violencia sexual, sobre la que todavía hay una losa que la oculta. Como ha proclamado esta mujer de 72 años, madre y abuela, "la vergüenza debe cambiar de bando". La Humanidad le dedica la portada con un "Gracias, señora" ya Liberación divisan que los jueces han dictado un "veredicto para el futuro". En sus primeras palabras, Gisèle Pelicot se ha mostrado firme y digna y ha insistido en su satisfacción por haber hecho de su caso un juicio contra los hombres agresores: "Nunca me he arrepentido de esta decisión de hacer partícipe a toda la sociedad. Gracias a todo el mundo que me ha apoyado", ha manifestado rodeada de periodistas a la salida de los juzgados.
La vergüenza cambia de bando
¿Por qué su caso ha traspasado fronteras? Con su decisión de que las cámaras de televisión entraran en la sala del tribunal, Gisèle Pelicot ha conseguido romper los silencios que hay en torno a la violencia machista, sobre todo la que se perpetra dentro de la pareja. Más aún la de carácter sexual, que tiene unas cifras muy bajas de denuncia. El miedo al agresor y la vergüenza por no ser creída o ser juzgada socialmente frenan a las mujeres, que también sienten desconfianza hacia el sistema policial y judicial, según todos los estudios. De ahí que el gesto de Pelicot de comparecer y permitir que la prensa registrara cada uno de sus movimientos en la sala sea tan paradigmático: ha hecho evidente que no es ella –no son las mujeres víctimas de los ataques sexuales– la que debe esconderse. Durante todas las sesiones, sostuvo la mirada y escuchó la declaración de los violadores, en cuyo gesto se destacó la valentía.
Pacto entre 'caballeros'
El silencio de las mujeres supervivientes de la violencia y el de los perpetradores es vital para que se mantenga la situación violenta. De hecho, durante la década en la que el marido de Pelicot –Dominique, condenado a 20 años de cárcel– sedó y ofreció a su mujer a los otros 50 hombres procesados, mantuvieron un pacto no escrito en el que todos callaban para poder continuar violando cuando se les proponía. Uno de los acusados, de hecho, regresó hasta seis veces al domicilio de los Pelicot donde se cometían las violaciones. Mientras, Dominique registraba las agresiones, quizás también para asegurarse de que ninguna se iría de la lengua, como efectivamente ocurrió. Ninguno de los 50 hombres creyó oportuno acudir a la policía para denunciar las agresiones. Sin embargo, las imágenes acabaron siendo la condena definitiva de todos.
La víctima inesperada
La septuagenaria Pelicot rompe la imagen de mujer deseada. Sencillamente, no encaja en el imaginario de la perfecta víctima que el cine o los medios de comunicación han construido: mujeres jóvenes, desinhibidas sexualmente. Entonces, ¿qué nos demuestra el caso? Que la violencia sexual no responde al deseo sino al afán de ejercer poder sobre la víctima.
Un marido perfecto
Cuenta Gisèle Pelicot que cuando la policía la llamó a la comisaría, ella había definido a su marido como un hombre "genial" y "protector" de la familia. Nunca hubiera imaginado capaz de haber planeado sedarla por la noche para que unos desconocidos la violaran impunemente.
Los perfiles de los agresores
¿Quiénes son los violadores? Son varones de entre 27 y 69 años, que viven a pocos kilómetros de la localidad de residencia de los Pelicot. Son profesionales liberales, tienen un oficio o están en paro, y en sus círculos íntimos son considerados a menudo como buenos padres, maridos excelentes y unos eficientes profesionales. De la misma forma que no comparten un perfil socioeducativo, tampoco tienen el mismo origen, porque en la ficha de los procesados hay nacidos en Francia y inmigrantes. Es decir, si no existe una víctima ideal, tampoco hay un estereotipo de agresor que se ajuste a la imagen del violador solitario de las películas. Los agresores no son monstruos aislados, sino que viven perfectamente integrados en sociedad e incluso pueden estar bien considerados socialmente.
La sumisión química
Dominique Pelicot administraba a su mujer una sustancia, sin su consentimiento, para sedarla y poder perpetrar las violaciones sin riesgo de ser descubierto. La sumisión química es un método que se utiliza y, contrariamente a lo que se puede creer, su uso no se limita sólo a un ambiente festivo y de noche entre dos desconocidos. En el Hospital Clínic de Barcelona llevan años detectando la sedación forzosa en un tercio de las mujeres que han sido violadas. El problema es que muchas veces la propia víctima no es consciente de ello y, al no acudir a los servicios médicos, los hechos pasan desapercibidos. En este caso, las imágenes grabadas por Pelicot no dejan ninguna duda de que los hombres violaban el cuerpo inerte de Gisèle.