BarcelonaNo recuerda cuántas noches su pareja la despertó mientras dormía por tener sexo. Natalia Ruiz respondía, aunque en más de una ocasión se habría girado, pero al menos así él "no daba la tabarra más". En otras ocasiones, él le había reprochado que "nunca tuviera ganas" o le había responsabilizado de que "no se le levantara". De todo esto hace 10 años, pero no ha sido hasta hace poco cuando Ruiz ha entendido que el comportamiento de su ya exmarido encaja con el concepto de violencia sexual, una de las agresiones machistas que menos emergen, y menos aún, cuando el perpetrador es la pareja. La enfermera Teresa Echeverría atiende a víctimas de violencia sexual en urgencias en el Hospital Clínic de Barcelona, ya partir de su experiencia certifica que es un fenómeno “superinvisibilizado”: primero, porque el agresor hace valer la confianza y, segundo, porque "planea" la agresión previamente. Todos sus movimientos se centran en “lograr el sometimiento de la mujer en el momento y de la forma en que él quiere tener relaciones sexuales”, señala la experta.
La violencia sexual es transversal (en edad, nivel de estudios o clase social) y universal porque se alimenta de los patrones compartidos de la superioridad del hombre y, cuando se habla del ámbito de la pareja, d uno “mandato conyugal” (o el contrato no escrito entre ambas partes) en el que el sexo es intrínseco en cualquier relación. Quien habla es la doctora Pilar Babi, presidenta del grupo de violencia machista de la CAMFiC (Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria), que coincide en esta dificultad que las mujeres se abren a la consulta para explicar agresiones y abusos por parte de la su pareja. Por eso, pide aumentar la formación específica para facultativos y practicar elescucha activa para ser capaces de detectar síntomas, como la histeria.
Más conciencia entre jóvenes
Con datos de 2022 y según la Encuesta Europea de Violencia de Género en relación con el Estado, tres de cada diez mujeres que han tenido pareja han recibido alguna vez amenazas, han sufrido humillación o violaciones. Sin embargo, en el Clínic, sólo representan el 10% de 586 víctimas atendidas entre enero y octubre. Las chicas más jóvenes son las que más sufren abusos (cuatro de cada diez), mientras que entre los 65 y 74 años son dos de cada diez. A pesar de los datos, los propios autores señalan que los generaciones más jóvenes se han criado ya con mayor conciencia de qué es un abuso y una agresión, mientras que las madres y abuelas han normalizado según qué situaciones. Babi apunta que muchas veces esta violencia sexual “se ejecuta sin intimidación ni fuerza”, un comportamiento que aleja a la mujer víctima –y también al hombre agresor– de “el imaginario de la violación en la calle por un desconocido, o con consumo de alcohol de por medio”.
Es exactamente lo que pensó Natàlia Ruiz: “Es mi marido y casi debía hacerlo, pensaba que era lo normal entre dos personas que aman”, afirma esta bióloga de 49 años y en plena recuperación psicológica. Nunca, admite, se sintió "incómoda ni amenazada" por las palabras de la pareja, mientras que ahora se siente "utilizada y violentada psicológicamente". Precisamente la violencia psicológica, la que intenta minar el estado emocional de la mujer, es la más común en este capítulo, hasta el punto de que casi dobla la incidencia de las agresiones físicas y triplica la violación.
Impacto sin marca
Hasta la consulta de la psicóloga Sílvia Catalán han llegado mujeres con falta de deseo o de orgasmos o sexo insatisfactorio, que a veces resultan ser síntomas de que una anterior o la actual pareja las ha presionado por tener sexo. Es una violencia que “no deja marca en el cuerpo, pero sí un impacto emocional”, matiza, y apunta que “los agresores utilizan un “A ti qué te cuesta, si me quieres en serio”” para salirse con la suya. Parte de la terapia consiste en conseguir subir la autopercepción de la situación de violencia y vencer las reticencias de, desde el conocimiento, cómo plantearlo a la pareja. Identificarse como víctima es muy complicado, señala esta psicóloga especialista en sexualidad y directora de Sexespacio. Ganar la conciencia es también romper con la vergüenza y un sentimiento de traición de la pareja. Sin embargo, Catalán y Babi apuntan que hay hombres que si no han pasado ninguna línea roja inaceptable y delictiva, pueden ser “recuperables” y pueden romper con la presión del patriarcado que fija que ellos son los que llevan siempre la iniciativa en la cama.
Después del caso de la francesa Gisèle Pelicot, la violencia sexual en la pareja está en el punto de mira. La violación es el grado máximo, y la enfermera Echeverría afirma que en las urgencias del Clínic atienden a “tres o cuatro mujeres” que, como ella, han sido víctimas de la sumisión química. “Son mujeres a las que la pareja ha dado antes de acostarse el Cola Cao o la copita de relajamiento”, explica la responsable del Clínic refiriéndose al hecho de sedarlas. Catalán también recuerda a pacientes que, sin ser conscientes de haber tenido sexo, se levantaban con “semen entre las piernas o se despertaban con la pareja encima”. Este sexo está tipificado como violación porque no existe consentimiento de la mujer.
Las violaciones y otras agresiones sexuales suelen convivir con la psicológica, la económica o la física, indica Mireia Blanco, coordinadora de una casa de acogida de la Fundación Agi, que sostiene que las usuarias de estos recursos de urgencia suelen acumular muchos años de sufrimiento. Como el de una que aguantó malos tratos durante 30 años y no pudo abandonar a su maltratador hasta que los hijos fueron mayores de edad. "Ella dice que durante 30 años fue violada por su marido", apunta la responsable. La violencia en la pareja no es lineal sino que transmuta y va aumentando de intensidad y frecuencia, que se puede perpetuar por un ciclo de violencia y supuesto cariño que hace que la mujer “ceda por tener unos días de tranquilidad”, apunta Blanco, convencida de que el grueso de mujeres maltratadas acaba sufriendo violencia sexual. “Ninguna mujer a quien pegan o humillan tiene ganas de tener sexo con su agresor”, concluye.
Ayudas económicas para las víctimas
La Generalitat tendrá que aplicar la letra pequeña de la ley del sólo sí es sí , que prevé compensaciones económicas para las víctimas de violencia sexual. Según explica la directora general para la Erradicación de las Violencias Machistas, Belén Gallo García, la medida deberá tenerse en cuenta en el próximo presupuesto y consiste en abrir un fondo de compensación económica para estas mujeres, que muy a menudo no reciben indemnización alguna fijada en una sentencia. Gallo explica que la cuantía de la ayuda dependerá de los ingresos y circunstancias de cada mujer, pero la acreditación de víctima no dependerá sólo de una denuncia policial o judicial, sino que también se tendrán en cuenta las órdenes de alejamiento dictadas contra el agresor.
Por otra parte, el departamento de Igualdad y Feminismo, que dirige Eva Menor, ha aprobado un plan nacional y 32 medidas contra la violencia machista. Según apunta Gallo, se estudia ampliar las plazas del circuito de urgencia (casas de acogida y otros recursos para atender a las mujeres que deben irse de casa por violencia) con el compromiso presupuestario de los ayuntamientos catalanes.
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