Así viven el Ramadán los cocineros, taxistas y peones
Durante este mes en barrios como el Raval de Barcelona muchos comercios ven cómo su negocio cae cerca de un 40%
BarcelonaEl 30 de marzo terminará el noveno mes del calendario lunar islámico. A partir de ese día los musulmanes podrán volver a beber, comer y tener relaciones sexuales durante las horas de sol. Se acabará el Ramadán, que rememora la revelación del libro sagrado, el Corán, que Dios hizo al profeta Mahoma en el desierto, y que duró un mes. Durante este marzo, más de 600.000 musulmanes que viven en Catalunya, provenientes sobre todo de Magreb, África subsahariana y Pakistán, cambian sus hábitos diarios: madrugan más de la cuenta y se obligan a hacer ayuno y abstinencia durante buena parte de la jornada.
Uno de los barrios barceloneses donde más impacta el Ramadán es el Raval, crisol de culturas con preeminencia islámica. "El 55% del negocio en el barrio es musulmán", explica Kamil, que regenta diferentes establecimientos de restauración en lo alto del Raval. Asegura que las ventas en el Bismillah Kebabish, uno de los locales míticos de la calle Joaquim Costa, caerán entre un 35 y un 40% este mes. La instantánea de un día laborable a mediodía le da la razón. A la hora del almuerzo hay una docena de mesas llenas. Todas ocupadas por occidentales.
Las cifras son similares a todos los establecimientos de la zona. En la tienda de dulces de enfrente también calculan un 40% menos de ventas. Algo más arriba, en el Bocatas del Sultán, lo elevan hasta un 50%. Los clientes, tres jóvenes latinos. Cuando se va el sol, algunos musulmanes se acercan a los establecimientos pero en cuentagotas para comer más importante del día, l'iftar. "La gente come más en casa o va a la mezquita", apunta Kamil. Sin embargo, fuera del Raval, la realidad cambia radicalmente. En pleno Eixample, en el City Doner Kebap de la calle Rocafort, el impacto del Ramadán es nulo.
Donde también se nota el descenso del consumo está en las tiendas de comida especializadas en clientes islámicos. El Sarfrac tiene una carnicería en la calle Riera Alta. Calcula que en marzo perderá un tercio del negocio. Por la mañana, antes del ayuno, en lo que se conoce como suhur, "se come más fruta, yogures, dátiles y especias", explica. Lo dice sin preocupación. Ramadán es muy importante para la comunidad musulmana. "Para nosotros significa sacrificio, ayudar a los demás, a los pobres", resume.
El Munir, taxista portavoz del sindicato Anget, señala que Ramadán va mucho más allá de permanecer un mes sin comer ni beber. Hay un trasfondo ético y, por eso, tanto él como todas las personas que lo hablan lo hacen con orgullo. Es un mes para hacer más "lectura del Corán, oración, convivencia, respeto, humildad, solidaridad... Si lo consigues en este mes, lo consigues siempre", enumera Munir en un catalán perfecto. Ella ha tomado "las decisiones más importantes" de su vida siempre durante el Ramadán porque es un mes en el que tiene más paz interior.
Los primeros días son los más complicados porque "el cuerpo debe acostumbrarse", explica Lacen, que trabaja en el sector del transporte. Peor lo traen los que sirven comida, como Inés. Ella está detrás de un mostrador en el Green Café de la calle de Guifré, en el corazón de Barcelona. Tiene veinte años y hace ocho que hace el Ramadán. "Al principio me apetecía alguna comida que tenía delante todo el día, pero te acabas acostumbrando, no me crea ninguna necesidad", dice. "Tocando comida, tienes más ganas de comer, pero la gente lo cumple", añade Kamil, que tiene un puñado de trabajadores musulmanes sirviendo comidas a sus órdenes.
La garganta reseca
El tipo de profesión y sobre todo si el Ramadán coincide con el verano puede hacer más difícil el cumplimiento del ayuno. Sin embargo, dado que la mayoría empezaron de adolescentes, están acostumbrados. Abdelhay pavimenta las aceras de la Ronda Sant Antoni. Se nota más "cansado" que de costumbre, pero desde los once años que hace Ramadán y ya tiene treinta y cuatro. Como Ahmed y Mohammed que también se dedican a la construcción. Trabajos físicos que consumen más energía.
Más que el hambre, sin embargo, la principal complicación es no poder beber. El agua en verano es más necesaria que nunca. "Sobre todo cuando tienes la garganta reseca por el calor", apunta Ahmed, que lleva treinta años cumpliendo su deber como musulmán. Al tratarse de un calendario lunar, esta festividad varía según el año y puede caer en medio del verano, cuando el calor, sobre todo en países africanos o asiáticos, puede ser extremo.
"No es lo mismo hacerlo en febrero o en marzo que en agosto. El día es más largo, hace más calor, y el tema del esfuerzo físico debe tenerse más en cuenta. En nuestro país, en Cataluña, no se adaptan los horarios de las tiendas o los trabajos. Sin embargo, hay gente que se coge y vas ", explica Munir.
En su sector, en el del taxi, el impacto es notable: casi un tercio de las licencias en el Área Metropolitana de Barcelona son propiedad de personas de origen extranjero, sobre todo de la comunidad paquistaní, y un 80% de los aspirantes a taxista que realizaron los exámenes de 2024 también nacieron. Por eso, el Instituto Metropolitano de Taxi (IMET) está pendiente de la oferta y la demanda para, si es necesario, realizar una liberalización del servicio de forma puntual, como ocurre cuando hay grandes acontecimientos.
Cuando los chicos y chicas musulmanes llegan a la pubertad, comienzan a cumplir de manera estricta el Ramadán. Antes, lo hacen puntualmente, unas horas o sólo algún día de la semana. "No les afecta demasiado académicamente, porque están muy acostumbrados. Eso sí, van algo más cansados porque han tenido que levantarse más temprano", explica la directora del instituto Miquel Tarradell, Verònica Santos. Sin embargo, hay una contrapartida en el cansancio y el hambre acumulados durante las horas de sol: "Lo cogen con muchas ganas, porque se sienten mayores, se llevan mejor porque quieren ser ejemplares".