Atentados en Barcelona y Cambrils

El yihadismo y la extrema derecha mantienen la alerta antiterrorista

Cuatro años después del 17-A, el nivel todavía es de 4 sobre 5 pero con diferencias

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Un agente de los Mossos con una arma larga a la Rambla de Barcelona en un dispositivo antiterrorista.

BarcelonaDos años antes de los atentados del 17 y el 18 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils, España había subido el nivel de alerta antiterrorista a 4 sobre 5. En todo este tiempo, coincidiendo con los peores ataques del yihadismo en Europa, se ha mantenido el nivel de peligro. Pero cuatro años después del 17-A se ven diferencias en las posibles amenazas. Según los Mossos d'Esquadra, ahora el foco está puesto en los llamados lobos solitarios: personas que actúan individualmente sin estar dirigidas por las organizaciones terroristas. Otro cambio que detectan es que los atentados no solo pueden estar influenciados por el yihadismo sino también por la extrema derecha.

El inspector David Sánchez, adscrito a la Comisaría General de Información de los Mossos, explica que con una alerta tanto de nivel 3 como 4 es “muy probable” que pueda haber un ataque terrorista. A pesar de que la probabilidad apunta al yihadismo, tampoco se descarta, sin estar “al mismo nivel”, la ultraderecha. “La mirada sobre el fenómeno terrorista no se puede circunscribir a un único tipo. Tiene que ser amplia. Por eso hablamos de extremismos violentos”, dice Sánchez. El 17-A llegó tras otros atentados yihadistas en Europa, como los de la sala Bataclan de París y el aeropuerto de Bruselas. En cuanto a los de extrema derecha, los últimos años han tenido “una cierta habitualidad” en otros países europeos, expone el inspector, con un número de víctimas “en crecimiento”.

Hace menos de un año se hizo una operación relevante en Catalunya para la ultraderecha cuando los Mossos detuvieron a dos hombres de 30 años por supremacismo blanco. Habían escrito un manifiesto con muchas analogías con los de Anders Breivik y Brenton Tarrant, autores de los atentados de Noruega y Nueva Zelanda, respectivamente. Los detenidos “estaban en proceso de radicalización y en fase de captación”, recuerda Sánchez: habían buscado casas alejadas en La Pobla de Cérvoles, en las Garrigues, para empezar una comunidad blanca. “A pesar de que no había una inmediatez en su actuación”, asegura el inspector, querían dotarse de armas para prepararse para una guerra racial.

“Es muy difícil que desaparezca”

Mientras la extrema derecha coge fuerza entre los posibles riesgos, tampoco se prevé que el yihadismo pierda peso. “Las estructuras del terrorismo no son las de finales de siglo XX, que respondían a una jerarquía. Tanto la ultraderecha como el yihadismo se basan en la afinidad. Sus miembros se sienten parte de ello porque son afines a una idea”, explica Sánchez. Sin tener un jefe ni integrar una célula, las personas “se autocapacitan y se forman para poder acabar actuando”. El inspector advierte que este fenómeno “es muy difícil que desaparezca, porque puedes desarticular un grupo o más, pero al lado puede haber alguien que esté sufriendo el mismo proceso de manera individual”.

Sánchez destaca que los atentados terroristas más habituales de los últimos meses y años son de un único individuo que acostumbra a actuar con medios más bien precarios. Los ataques también se diferencian de los de hace un tiempo porque son menos lesivos y no se planifican con una definición marcada de objetivos. Entre los tipos de autores, hay algunos que pueden sufrir un proceso de radicalización y otros que tienen una cierta inestabilidad emocional, “sin responder al patrón racional de asumir un ideario”, según el inspector. Es un perfil más difícil de detectar que la propaganda yihadista intenta disimular.

Otro cambio que ven los Mossos desde que en 2015 se puso la alerta 4 sobre 5 hasta ahora es que el número de contenidos que difunden las productoras de Daesh –el acrónimo árabe del Estado Islámico– ha pasado a ser inferior. “Cuantitativamente, la capacidad de influencia es menor”, considera Sánchez en comparación con finales de 2014, cuando tres jóvenes de la célula de Ripoll ya empezaron a consumir propaganda yihadista . Entonces el material circulaba por internet “de forma generalizada y cualquiera podía tener acceso”.

El reto de toda la población

A pesar de la reducción de la propaganda, el inspector insiste en que “el verdadero reto” es que la población sea “resiliente”. Sánchez advierte: “Nunca acabaremos con la propaganda extremista violenta. Tenemos que dar herramientas a las personas que pueden estar expuestas para que no lo asuman en ciegas y sean críticas. Sobre todo a los jóvenes, puesto que un porcentaje alto de los procesos de radicalización empiezan a partir del final de la adolescencia y en la primera juventud”.

El inspector de los Mossos explica que un aprendizaje del 17-A es que las medidas de prevención tienen que implicar “muchos actores”. En Catalunya el protocolo por los procesos de radicalización extremista violenta se conoce por las siglas Proderae: se dirige a la ejecución penal –en prisiones y en centros de justicia juvenil–, a la comunidad educativa y a otros ámbitos, como por ejemplo el local y el asociativo. “Si no los detectamos enseguida, la única carta que nos queda es la investigación policial”, avisa Sánchez, que remarca que cuando intervienen es porque hay indicios delictivos de terrorismo y el riesgo es alto.

Por eso defiende que “hay que incidir antes”. La apuesta de la policía catalana es que esta prevención se trabaje aplicando el protocolo Proderae. La finalidad es detectar los “cambios asimilables” que puedan tener una conexión con un proceso de radicalización.

Para acabar, el inspector reconoce que los Mossos han puesto sobre la mesa la opción de rebajar la alerta antiterrorista a 3 sobre 5, porque plantean que puede estar más cerca de un nivel inferior, a pesar de que al final se ha acordado que continúe en 4. Es una decisión que se consensua en la mesa de valoración de la amenaza del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), el órgano español donde los diversos cuerpos de seguridad se coordinan en materia antiterrorista.

Cambios que se aplican si se sube o se baja el riesgo de peligro

Agentes de los Mossos con armas largas en la calle y en los medios de transporte. Esta imagen es habitual cuando el nivel de alerta antiterrorista es de 4 sobre 5, porque está previsto que las unidades de la policía activen dispositivos de prevención. También implica más controles en grandes eventos.

En cambio, si el riesgo de peligro fuera de 3 sobre 5, habría menos dispositivos, pero todavía se verían controles en los medios de transporte y en carreteras. Si la alerta antiterrorista fuera en el sentido contrario y se activara el nivel 5 sobre 5, entonces se desplegarían al máximo todos los recursos de los Mossos. Es el umbral más extremo y hasta ahora nunca se ha llegado a aplicar en España.

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