A menudo se dice que una buena carta de vinos presupone una muy buena de gastronómica. En el restaurante La Lleona Salada de Altafulla se hace cierto. "La primera idea fue abrir un bar de vinos con cocina fría, pero realmente nos daba mucho miedo porque no veíamos que el sur estuviera preparado", dice la sumiller Helena Boronat, una de las cuatro socias. Tras ver que era arriesgado dedicarse sólo al vino, se decidieron por el restaurante en una calle que no pasa, marcada por la belleza de la arquitectura y una buganvilla. Abrieron en mayo. "La idea es muy clara. Tenemos vinos vibrantes y energéticos que no te dejan indiferente. Nos gusta que el vino despierte cosas a las que lo bebe; eso es lo que buscamos y lo que nos motiva", resume. Con su hermano Cesc también hacen vino en la bodega Cerra els Ulls, en Nulles. Claramente, la carta respira el espíritu de sus vinos y es una estrella cada vez más diversa de vinos de amigos que lo valen, como los vecinos del Celler 9+ o Sicus. "Queríamos una carta líquida corta, pero me siento más cómoda a medida que voy incorporando más referencias aunque a veces pueda costar introducirlas. El cliente se deja aconsejar casi siempre. No conoce demasiados los vinos que sugerimos, porque en Tarragona el público es más bien clásico. Por lo tanto, hacemos un trabajo pedagógico que de pena no lo hacemos. es visible", explica. La mayoría de los vinos de la carta son catalanes y de las comarcas de Tarragona pero no faltan referencias de pequeños elaboradores italianos y franceses. "Queremos vinos de producciones cortas con personas detrás", matiza Boronat. Se atreve a decir que "si el restaurante fuera un vino, sería el Cambuix de la viticultora mallorquina Cati Ribot: un vino rojo de víbora y callejón. Esto es lo que resume el espíritu de la carta: variedades autóctonas y mucha artesanía en la elaboración".
Boronat ya tiene en mente ampliarla de cara al otoño; pasará de una hoja con medio centenar de referencias a un pequeño catálogo. En verano, en el restaurante han llenado y han sabido crear armonías con una cocina que exhibe todas las virtudes del mediterráneo con producto de temporada y proximidad, y un toque juguetón, el del cocinero uruguayo Sebastian Benia Ruiz. La lubina salvaje a la brasa, el tártaro de atún o la croqueta de gamba roja de Tarragona han hecho las delicias de locales y turistas. "Seguiremos atreviéndonos y cada dos o tres meses moveremos la propuesta gastronómica. Por el otoño estamos pensando en un ciclo de música y vino. Buscaremos formatos más distendidos y que nosotros también lo pasamos bien", avanza. Los primeros fieles saben que hay que ir en ocasiones reiteradas y que la acogida es otro de sus grandes valores.