Jóvenes de 'banlieue' que nunca han visto el mar aprenden a hacer barcas tradicionales de madera
Paulilles, en Portvendres, tiene un taller visitable de restauración de embarcaciones tradicionales catalanas. Colaboran eficazmente jóvenes franceses que están en fase de reinserción.
Entro en el taller de restauración de barcas de Paulilles, en Portvendres, en la Catalunya Nord, punto final de esta serie sobre el patrimonio marítimo del litoral catalán. La vista, el olfato y el oído son los primeros sentidos que se activan. En medio del taller se encuentra el buque de una barca que se está restaurando, y un olor mezcla de barniz, pintura y serrín se ha metido en mi nariz. Uno de los jóvenes va golpeando en popa –toc, toc, toc!– clavos de cobre.
Creado en 2010 por el Consejo Departamental de los Pirineos Orientales, el Atelier des Barques está situado en la bahía de Paulilles (l'anse de Paulilles), en un edificio que había acogido algunas actividades de una enorme fábrica de dinamita (hasta 130 edificios había tenido esta fábrica, incluidas viviendas, escuela, biblioteca, comercios, enfermería... Los trabajadores y su familia no hacía falta que salieran para nada!). La fábrica fue creada y dirigida inicialmente por el ingeniero Paul Barba y el químico Alfred Nobel, el artífice de los premios Nobel.
Hoy hay tres jóvenes que están ayudando a trabajar en este taller. Para preparar las maderas para el barco realizan la plantilla, seguidamente el trazado, el corte, el ajuste, y finalmente la colocación. También llenan las costuras del casco con hilo de cáñamo o algodón, para que el barco sea estanco, mueven las barcas de sitio, cuando es necesario limpian el taller a fondo... Sí, hacen de todo.
«Son delincuentes juveniles multirreincidentes que residen en el Centro de Educación Reforzado de Portvendres. Es un centro semicerrado, una alternativa a la cárcel. Los primeros tres meses solo salen para realizar algunas actividades», me explica Samuel Villevieille, responsable del taller. «Durante los tres meses siguientes, poco a poco, los jóvenes pueden salir y pasar de nuevo un fin de semana con su familia. Si no respetan las normas, serán enviados a un centro totalmente cerrado. El objetivo es alejarlos de su entorno. Éste es un auténtico proyecto de integración», añade.
«Algunos jóvenes no han visto el mar antes de llegar aquí», me comenta Samuel. «¿Realmente nunca han visto el mar?», le digo. «¡Verdad tanto! Los hay de la banlieue de París que nunca han salido de su barrio», me responde.
«Los primeros días no les es fácil, adaptarse a nuestro atelier, porque no solo no conocen el mundo de la restauración de barcas... No conocen el mundo laboral. Necesitamos establecer una relación de confianza y respeto. Es muy importante para evitar cualquier accidente hacerles entender que no deben ponerse en peligro», comenta Samuel. Originario de la Provenza, Samuel estaba realizando su tesis en antropología social y cultural cuando conoció la oportunidad de impulsar este centro de recuperación del patrimonio marítimo. Se entregó en cuerpo y alma, incluyendo el proyecto de reinserción de jóvenes y el de formación de jóvenes y adultos en oficios relacionados con la madera. La tesis no la ha terminado.
«Cuando empecé a trabajar en Paulilles, todos los edificios estaban en ruinas, llenos de una vegetación exuberante», recuerda.
La seguridad es uno de los elementos esenciales en este taller. Se utilizan zapatos muy resistentes, auriculares antirruido, gafas de protección, y a menudo guantes. Hay herramientas que para el neófito son muy peligrosas, como la sierra de cinta. Los jóvenes aprenden a usarlas con precaución. Otro elemento esencial es la pulcritud. Cada vez que hay que barnizar o pintar una embarcación, el taller debe estar limpio como una patena. Hay que barrer bien y quitar todo el serrín y el polvo.
«Cualquier asociación puede venir a restaurar su embarcación», me comenta el maestro de ribera Evangelos Detsis, y acto seguido me explica qué tipo de madera conviene a cada parte de la embarcación: la encina, rígida, es perfecta para el esqueleto, mientras que el pino y el abeto se utilizan para zonas que no deben ser tan resistentes.
En el exterior están pintando un barco palangrero construido en los años 60 en Marsella. A su alrededor, bajo un sol de justicia, hay unas pocas barcas en bastante mal estado que esperan algún día ser recuperadas. Alguna me parece irrecuperable.
La realización de barcas tradicionales ha formado parte del paisaje de estas comarcas. Tiempo atrás, determinadas zonas forestales se destinaban exclusivamente a la construcción naval, como el bosque de pinos de la Matte, plantado en Capcir en el siglo XVII. Por otra parte, las encinas del litoral de los Pirineos Orientales fueron arrasadas para las necesidades de la marina y en particular para la construcción de barcas catalanas.
PAULILLES, UN ESPACIO NATURAL PROTEGIDO. La fábrica de dinamita de Paulilles cerró sus puertas en 1984 y pronto se gestó un ambicioso proyecto para realizar un puerto de lujo, con 500 amarres. La movilización popular logró detenerle. Hoy Paulilles es un espacio protegido.
EXPOSICIONES SOBRE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO. En el taller de barcas de Paulilles se realizan exposiciones temporales sobre la historia y las culturas marítimas del Mediterráneo, así como de arte, siempre relacionado con el mar y el patrimonio marítimo.