Freddie Mercury lo preguntaba cantando como si le fuera la vida: Who wants to live foreeever? O sea: ¿quién quiere vivir para siempre? Y, claro, así en frío, suena dramático. Pero la pregunta tiene trampa. Porque si vivir para siempre significa estar confinado en una residencia geriátrica, con pañales, comiendo puré por la izquierda mientras babeas por la derecha y con las facultades mentales totalmente evaporadas... Pues gracias, pero no.
En este caso, la pregunta buena no es "¿quién quiere vivir para siempre?", sino "¿quién carame quiere vivir para siempre… así?" Pero, ¿y si cambiamos el guión? ¿Y si hablamos de vivir muchos años con energía, sin enfermedades crónicas, con el cerebro despierto, el cuerpo funcional y la libido con ganas de juerga? Aquí ya cambia la cosa, ¿verdad?
Aquí es donde entra una nueva manera de entender la longevidad. Porque no estamos hablando de vivir más tiempo, sino de vivir mejor… durante más tiempo. Y cuidado, porque tampoco estamos hablando de futuros lejanos, ni de utopías del Elon Musk después de fumarse un puerro. Es el siguiente capítulo de la biología humana que nos alcanza toda velocidad.
Estamos entrando de cabeza en una revolución médica que parece sacada de Black Mirror, pero con final feliz. Hablamos de terapias génicas, edición de ADN, regeneración celular, impresión de órganos y, sobre todo, de inteligencia artificial. (IA) Esta IA que ya escribe como un escritor, genera imágenes como un artista y te responde a preguntas existenciales con una calma envidiable, ahora ha puesto sus circuitos al servicio de la medicina. Y lo está cambiando todo.
Demis Hassabis, fundador de DeepMind, que predijo con IA la forma tridimensional de más de 200 millones de proteínas, lo que le valió el Nobel de química 2024, dice: "Dentro de diez o quince años, la IA podrá curar todas las enfermedades." No unas pocas enfermedades. ¡Todas! Palabra de premio Nobel.
Y por si eso te parece flipando, espera a sentir a Dario Amodei, jefe de Anthropic, una empresa pionera en IA, que vaticina: "En investigación biológica, en sólo cinco o diez años podremos avanzar cien años. Doblar la esperanza de vida no es ninguna locura."
Como puede ver, la revolución médica ya ha empezado y va deprisa. Sin embargo, alargar la vida sólo tiene gracia si va acompañada de buena salud. Porque si conseguimos alargarla diez o quince años ahora, son diez o quince años que le damos a la ciencia para seguir avanzando. Es una carrera contra el tiempo en la que cada década ganada… te pueden regalar otra. Y otra. Y quizás otra. Y así indefinidamente.
Pero para que este ciclo se active, es necesaria una primera cosa: envejecer lo menos posible durante los próximos diez años. ¿Cómo? No me pondré ahora a predicar la importancia de comer equilibradamente, de hacer ejercicio con regularidad, de no fumar, de no hacer ningún exceso con el alcohol ni con otras sustancias "recreativas", de mantener una vida sexual activa (si puede ser con alguien, mejor), de dormir bien, evitar el estrés, dejar unas relaciones familiares y sociales gratificantes se ha demostrado científica y repetidamente que permiten frenar el envejecimiento y mejorar ostensiblemente la salud. Esto lo sabemos, lo saben los médicos y no sé por qué no lo recomiendan obligatoriamente, como si fuera un tratamiento rutinario.
"Señora María, aquí tiene la receta: camine media hora al día y hágame el amor dos veces por semana". Y ella: "¿A usted?!". "¡No! ¡A su marido!". "¡Uy, perdón! Es que había entendido..." El médico: "¡Calle, calle! Y vuelva dentro de tres meses, a ver cómo nos encontramos". Si la señora Maria lo hace, seguro que "nos encontraremos" mucho mejor.
Estas prácticas funcionan. Son saludables y alargan la vida. Pero tienen límite. Por eso el verdadero objetivo es llegar a tiempo que la ciencia haga su papel y encuentre cómo detener o incluso revertir el envejecimiento. Ya lo sabéis. Aguantamos diez o quince años. Porque el futuro pinta bien. Y si llegamos vivos, despiertos y con ganas… ¡verá cómo no nos sacará nadie de la pista!