La novelista, el demonio y la inteligencia artificial

Ilustración
23/08/2025
3 min

Mireia descubrió la catástrofe tres días después de que el libro estallara en las librerías como una bomba de tinta. Tres días triunfantes, mientras las ventas se disparaban y los primeros lectores devoraban sus palabras como perros famélicos. Tres días antes de que el mundo se hundiera.

Estaba en el capítulo ocho. Escondido entre rituales satánicos y fluidos corporales descritos con una prosa rabiosamente poética, brillaba –con la gracia de un neón de sex-shop– la frase maldita: "Aquí tienes la escena en la que la protagonista descubre que su amante es en realidad el demonio. sexual. Espero que te guste.

¡Qué educado que es ChatGPT! Pero siempre esa manía de empezar las respuestas con un comentario que nadie le ha pedido. Y cuando Mireia hizo CTL+V, o sea, copiar y enganchar, no solo arrastró la escena que la inteligencia artificial le había redactado, sino que olvidó borrar ese maldito comentario que fue a petar directamente al borrador de la nueva novela.

Y ahí se quedó. En la página 8. Entre las descripciones de sangre, sexo y magia negra que tanto excitaban a sus fans, latía, como una herida supurante en medio de la prosa, la frase que la condenaba. Las redes sociales hervían. El post con la captura de pantalla tenía más comparticiones que el vídeo del gato que bailaba bachata. "Eres un fraude!", "¡Mentidera!", "Pensaba que eras la nueva Rowling. Pero eres la nueva Ana Rosa Quintana".

Mireia cerró los ojos esperando de un momento a otro un correo electrónico de su editor que empezaría seguramente con uno: "Querida Mireia, lamentamos informarte de que..." Pero, sorprendentemente, el mundo no se acabó. El libro se convirtió en un fenómeno de masas. Las ventas se triplicaron. La edición original –con el fallo– se agotó en 48 horas. Los ejemplares con la frase maldita se vendían en eBay por 200 euros como "edición glitch".

El hashtag #PutoChatGPT se hizo viral. Influencers literarios se tatuaban la frase en el antebrazo. Tres días más tarde, recibió una llamada del editor. "Mireia, reina… tienes un don. Te has adelantado a tu tiempo. Has abierto un nuevo género: la metaerótica demoníaca accidental". Y con la voz temblorosa de éxito siguió: "Queremos que escribas una secuela. Y esta vez… –el editor hizo una pausa teatral– quiero que el demonio sea una inteligencia artificial. Como un ChatGPT que quiere follar a la protagonista".

Ella respiró, abrió ChatGPT y escribió: "Escribe una novela en la que la protagonista descubre que el amante que la seduce y la posee es en realidad un demonio en forma de IA. Hazlo dramático y con mucha tensión sexual."

Epílogo

Cuando la segunda novela –"Algorítmicamente tórrida"– salió al mercado, los lectores hacían cola a la FNAC como si regalaran bitcoins envueltos en papel de inodoro dorado. Una gran productora de streaming le ofreció una serie de ocho capítulos. El demonio en forma de IA haría una versión recreada digitalmente de Benedict Cumberbatch.

Y finalmente, un día, Mireia recibió LA LLAMADA. Era desde Barcelona. "Mireia Salvat, el jurado de los premios Planeta ha decidido por unanimidad –la voz del portavoz temblaba de emoción– que tu obra marca un antes y un después en la relación entre literatura, inteligencia artificial y sexo endemoniado". Lloró. No por el millón de euros del premio, sino porque ahora veía que todo era posible.

Cogió el portátil. Abrió ChatGPT y escribió: "Haz un borrador de una novela en la que la protagonista gana el Nobel de literatura después de confesar que toda su obra la había escrito una IA. Hazlo dramático y con mucha tensión sexual, claro."

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