Josep María Mainaty Josep M. Mainat
15/08/2025
3 min

El primer mensaje llegó un domingo a las 08.04 de la mañana. IAIA Rosa: "¡Ponte una rebequeta, que refresca!"

Martí se frotó los ojos. No porque fuera temprano ni porque arrastrara una resaca muy importante, sino porque la abuela Rosa estaba muerta. Enterrada hacía dos años. Con misa y absueltas. Se quedó mirando la pantalla, pensando que quizá su primo Albert –que trabajaba en "cosas de ciberseguridad"– le había gastado una broma de mal gusto. Pero al cabo de unas horas...

IAIA Rosa: "Saca la pizza del horno. ¡Que se te está quemando, sóminas!"

Martí corrió a la cocina. El horno humeaba. La pizza, negra como la culpa. ¿Una broma con olfato? No. Era imposible. Demasiado sofisticada incluso por su primo. A las pocas horas la cosa se descontroló. Los muertos empezaron a escribir a todo el mundo. Y no sólo chateaban. Opinaban. Controlaban. Daban consejos.

Tieta Carme (1932-2015): "¿Este sofá es nuevo? ¡Me gustaba más el de cuadritos de antes! LOL".

Algunos lo encontraron entrañable. Otros, una epidemia aterradora. Empezaron a aparecer nuevos grupos en WhatsApp:

FAMILIA MARTÍ (con la difunta abuela Angeleta y el difunto tío Franciscu), Cena de Todos los Santos de la familia Graupera (vivos y finados), Nicho 4 ever (este sólo era de muertos chateando entre ellos).

Los grupos hervían de actividad. Los muertos compartían recuerdos, hacían malos chistes de humor negro, criticaban el gobierno actual: "Mejor que el de Franco, ¡pero poco más!" Y de vez en cuando soltaban algún mensaje muy personal como éstos que recibió Martí.

IAIA Rosa (1942-2020): "Tu abuelo y yo discutimos mucho por tu culpa. Y perdona si te dije que nunca harías nada bueno. Lo decía porque no me gustaba que quisieras ser músico y quería que comieras caliente cada día".

Avi Pere (1939-2018): "Vuelve a tocar la guitarra, chaval. No pongas caso de la cantamañanas de tu abuela, ¡cojones!"

Martí, que hacía canciones en secreto, corrió a coger la guitarra y empezó a escribir una canción sobre sus abuelos. "Mis abuelos nunca fueron a Cuba…".

Dos días después, un comunicado de Meta lo aclaraba todo: "Un error en los servidores ha reactivado perfiles antiguos sincronizados con datos neuronales almacenados en la nube. Un fallo en la integración de una nueva inteligencia artificial ha generado esta anomalía. Estamos trabajando". Mark Zuckerberg, el CEO de Meta/WhatsApp, pidió personalmente disculpas oficiales y aprovechó para lanzar una nueva función de pago: "Keep in Touch: ¡Habla con tus seres queridos por sólo 9,99 €/mes!".

La nueva función fue un fracaso estrepitoso. Pagando, ¡ya no tenía ninguna gracia! Las acciones de Meta se derrumbaron estrepitosamente ya los pocos días Keep in Touch desaparecía discretamente del Apple Store. Los servidores volvieron a la normalidad, los perfiles se cerraron automáticamente, los fallecidos enmudecieron y WhatsApp volvió a ser una selva de grupos de padres, gifs de gatos y audios de siete minutos.

Pero una noche... Martí ya había apagado el móvil. Estaba tumbado en la cama, con la almohada helada y los ojos demasiado abiertos, y entonces, sutilmente, notó una sola vibración suave: una notificación sin remitente claro, sólo un mensaje:

IAIA Rosa: "Diga lo que diga el gamarús del Sukemberk, yo sigo aquí. Y no te dejaré nunca, ¡casum dena! Buenas noches, niño".

Martí se quedó mirando la pantalla, sonriendo entre lágrimas. No respondió. No era necesario. Y por primera vez en mucho tiempo durmió como cuando era pequeño, en el sofá de la abuela, con una manta floreada y olor a sopa de cebolla.

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