Muere Jane Goodall, la primera científica que dio nombre a los primates
La primatóloga, de 91 años, fue la primera en constatar que los simios también producen y utilizan herramientas
BarcelonaLa primatóloga y activista británica Jane Goodall, considerada la mayor experta mundial en chimpancés, ha fallecido este miércoles a los 91 años en California tras toda una vida entregada en busca del reino animal y en la preservación del medio ambiente. Sus estudios sobre los chimpancés y los gorilas cambiaron la percepción que se tenía sobre los primates, demostraron lo cerca que están de la especie humana y concienciaron de la necesidad de proteger la biodiversidad para no condenar a muerte a unos animales con los que compartimos ancestros. Goodall era una de esas personas que trascendió su trabajo y se convirtió en un icono, revolucionó la etología y sentó las bases de un mundo donde todos los seres vivos puedan convivir de forma solidaria.
Nacida en Londres el 3 de abril de 1934, Jane Goodall siempre explicaba que desde pequeña tenía un sueño: "Ir a África a estudiar a los animales". Con sólo 23 años lo logró, viajó a Kenia para trabajar con el antropólogo Louis Leakey durante seis meses investigando el comportamiento de los chimpancés. Aquel viaje, sin embargo, acabó convirtiéndose en el proyecto de toda una vida. Doctora en etología por la Universidad de Cambrigde y doctora honoris causa en 45 universidades del mundo, Goodall escribió una veintena de libros, además de artículos científicos y documentales, y dedicó toda su vida al estudio de los primates en el continente africano, una labor de conservación de la biodiversidad que le valió un centenar de premios a lo largo de su carrera.
Bajo la dirección de Leakey, Goodall llegó en 1960 al Parque Nacional de Gombe, cerca del lago Tanganika, en Tanzania. Junto con su madre y un cocinero, instaló su tienda de campaña e inició la investigación sobre los chimpancés. Desafió la práctica científica dando a los chimpancés un nombre en lugar de un número, y poco a poco se fue ganando su confianza. En poco tiempo dio la vuelta a la doctrina científica al observar a un chimpancé macho adulto, que bautizó como David Greybeard, atacando a un termitero con una rama vacía a la que había arrancado las hojas para extraer y comerse los insectos. Fue la primera científica en constatar que los primates también producen y utilizan herramientas, una habilidad que se había considerado durante mucho tiempo un sello distintivo de los humanos.
"Estaba adscrita a Cambridge y estaba muy nerviosa porque primero me decían que lo hacía todo mal, que a los chimpancés no se les debe poner un nombre, sino numerar, que no se puede hablar de sus personalidades ni decir que tienen un cerebro capaz de resolver problemas. Y ciertamente no se puede decir si tienen emociones. tu tema. Bueno, sabía que esto último era erróneo. Cuando era pequeña, mi perro Rusty me enseñó que esas ideas eran tonterías", explicó Goodall el año pasado en una entrevista en The New York Times, donde aseguró que al principio la comunidad científica la cuestionaba por ser una chica joven.
Incombustible hasta el final
Sin embargo, los trabajos de Goodall son importantes porque han influido decisivamente en la conciencia que tiene la humanidad de sí misma: la que la hace sentir tan especial y diferente. Aparte de construir y utilizar herramientas, la naturalista descubrió que los chimpancés tenían comportamientos sociales complejos: cazaban en grupo y también eran capaces de hacer la guerra con otros de la misma especie o de practicar el canibalismo, un lado oscuro que también les acerca a la humanidad. De hecho, muchos años después los estudios sobre la herencia genética confirmarían que el grado de coincidencia entre humanos y primates era incluso mayor de lo que se pensaba.
"Nos separamos del chimpancé hace 6 millones de años, pero queda claro que tenemos un ancestro común. Lo que nos ayuda a saber esto es en qué diferimos. Tristemente, hemos evolucionado mal. Hemos creado la tecnología más increíble, pero estamos destruyendo el planeta", lamentaba en una entrevista en el ARA.
En 1977 fundó el Instituto Jane Goodall, una institución sin ánimo de lucro dedicada a la educación y la conservación para proteger la naturaleza, y también fundó la organización juvenil Roots & Shoots, presente en más de 70 países de todo el mundo. También apareció en libros y películas y recibió un centenar de reconocimientos, como el título de Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico, la Medalla de Oro de la Unesco, Mensajera de la Paz de Naciones Unidas, el Premio Internacional Cataluña y el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica el 20.
La primatóloga trabajó incansablemente hasta el último momento, y el año pasado, con 90 años, realizó una gira de 320 días para recaudar dinero para sus organizaciones sin ánimo de lucro. Entonces ya dejó claro que seguiría viajando para luchar por las ideas en las que creía hasta el último aliento: "Cuando llegas a los 90 no sabes cuándo acabará todo, pero evidentemente estás más cerca que cuando tenías 70 y mucho más cerca que cuando tenías 60. Pero si crees que tienes la misión de intentar marcará la diferencia; si gran parte del mundo no ha recibido ese mensaje, en lugar de frenar, ¿qué puedo hacer sino acelerar?".