El cerebro autista de las niñas funciona diferente que el de los niños
Durante décadas se consideraba que los TEA afectaban sobre todo a chicos, lo que ha hecho que las chicas estén infradiagnosticadas
El autismo o, dicho con mayor propiedad, el trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo que afecta a la comunicación, la interacción social y el comportamiento de las personas afectadas. Se manifiesta de forma diversa en cada persona y puede incluir intereses restringidos y patrones repetitivos de conducta, aunque no siempre estén presentes. Se calcula que en Cataluña hay unas 75.000 personas afectadas, unas 160.000 en el conjunto de los Països Catalans, lo que significa cerca del 1,23% de la población.
Durante décadas ha sido considerada una condición predominantemente masculina, ya que de cada cinco niños que se diagnosticaban cuatro eran niños y sólo una niña. Sin embargo, un conjunto de investigaciones recientes, que la revista New Scientist ha agrupado en un trabajo de la neurocientífica británica Gina Rippon, revelando que la manera de manifestar los comportamientos asociados al TEA son diferentes en niños y niñas, y que los tests que se utilizan para detectarlo están enfocados principalmente a las características masculinas. Esto ha hecho que, hasta ahora, muchas niñas y mujeres con TEA hayan permanecido sin diagnosticar o que hayan sido diagnosticadas de forma errónea y, por tanto, que no hayan recibido el apoyo necesario, con consecuencias significativas para su vida.
'Camufan' los síntomas
Una de las razones principales por las que a menudo no se detecta el TEA en las niñas es su capacidad para camuflar los síntomas. Muchas niñas con autismo desarrollan estrategias para adaptarse socialmente, como imitar el comportamiento de sus compañeras o forzarse a mantener contacto visual con las demás personas, aunque esto les resulte incómodo. Estas habilidades de adaptación pueden hacer que sus síntomas pasen desapercibidos a los padres, maestros e incluso a los profesionales de la salud. En la escuela, por ejemplo, un niño con TEA suele jugar solo alejado de sus compañeros. Una niña con TEA también juega sola, sin interactuar con los otros niños, pero, en cambio, no se aleja del resto del grupo sino que suele mezclarse con ellos; además, muestran a menudo intereses restringidos muy intensos pero socialmente aceptables, como la lectura o los animales, mientras que los niños afectados suelen manifestar intereses más inusuales. Todo ello contribuye al infradiagnóstico en las niñas.
En cuanto a la actividad neuronal, el TEA también suele manifestarse de forma ligeramente diferente en el cerebro de las niñas en comparación con los niños. Por ejemplo, una investigación liderada por la Universidad de Virginia, en EE.UU., utilizó imágenes de resonancia magnética funcional para observar la actividad cerebral durante las interacciones sociales. Los resultados mostraron que las niñas con autismo utilizan regiones cerebrales distintas de las niñas sin autismo, y estas diferencias no coinciden con las observadas entre niños con y sin autismo.
En concreto, las niñas con TEA muestran una activación cerebral reducida en áreas como la corteza premotora ventral derecha, la corteza motora primaria, la sustancia blanca parietal, el putamen, la corteza dorsolateral prefrontal bilateral y el opérculo central. Estas regiones cerebrales tienen funciones muy relevantes en la interacción social, el movimiento y el procesamiento cognitivo, y justifican por qué algunas personas con TEA realizan movimientos repetitivos, tienen dificultades para entender los gestos y las caras, manifiestan hipersensibilidad sensorial y dificultades de regulación emocional, entre otros aspectos de comportamiento.
Genéticamente, también se ha descubierto que las niñas con TEA presentan una mayor cantidad de variantes génicas asociadas a esta condición en comparación con los niños, lo que podría explicar que tengan mayor capacidad de camuflaje. A igual número de variantes génicas implicadas en TEA, los niños lo manifestarían con mayor intensidad.
"No encajo"
Todo ello ha hecho que hasta hace relativamente poco muchos de los instrumentos utilizados para diagnosticarlo hayan sido desarrollados principalmente con datos de niños, lo que no permite captar adecuadamente los patrones de comportamiento típicos femeninos asociados al autismo. Esta falta de test convenientemente adaptados ha comportado que haya habido un gran número de diagnósticos erróneos o tardíos, lo que ha dejado a muchas niñas y adolescentes sin el apoyo necesario durante etapas cruciales de su desarrollo, con repercusiones significativas. Muchas mujeres diagnosticadas en la edad adulta dicen haber oído que "no encajaban" o que había "algo mal" con ellas y en ellas durante su infancia. Esta falta de comprensión a menudo deriva en problemas de autoestima, ansiedad y depresión, que aún dificultan más las relaciones sociales y les afectan negativamente al bienestar emocional e incluso al rendimiento académico.
Finalmente, el trabajo de Gina Rippon hace un llamamiento a fomentar una mayor conciencia pública sobre el TEA en las niñas y los niños, para reducir el estigma que todavía a menudo representa y promover una detección precoz que sea igualmente válida para ambos sexos, que garantice al máximo que todas las personas afectadas, independientemente de su género, reciban el apoyo adecuado y sean reconocidas.