Investigación

Casi seguro que tienes un doble en algún lugar

Un estudio hecho en Barcelona explica desde la genética, la biometría y el reconocimiento facial los parecidos extremos entre individuos

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El estudio, impulsado desde Barcelona, busca respuestas en los parecidos de personas sin filiación.

BarcelonaEstá visto y comprobado que no solo los gemelos homocigóticos o univitelinos tienen un parecido extraordinario que va más allá del físico. En cualquier rincón del planeta la posibilidad de encontrar a nuestro “doble”, alguien que se asemeje tanto a nosotros que nos haga indistinguibles a simple vista, es “notablemente alta”. Así lo señala un nuevo estudio publicado en la revista Cell Reports liderado por Manel Esteller, director del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC), donde ejerce también de investigador Icrea. El estudio, en el que han colaborado científicos del superordenador Mare Nostrum, el Centro de Regulación Genómica, la Universitat Pompeu Fabra y la Universitat de Barcelona, no se ha centrado únicamente en la apariencia física, sino que ha profundizado en el estudio genómico, el epigenoma y la composición del microbioma para concluir que comparten incluso “un elevado número de rasgos genéticos y de comportamiento”.

Para llegar a esta conclusión, que se podía intuir, pero todavía no está verificada, los investigadores recurrieron a técnicas de identificación facial para encontrar “parecidos razonables” entre dos individuos no emparentados, explica Esteller. Las parejas de semblantes se sometieron a un estudio de su genoma, la secuencia de su ADN, su perfil epigenético, que es el conjunto de mecanismos que regulan el genoma, y finalmente la composición de bacterias, virus y hongos que conviven con cada uno de nosotros.

El primer hallazgo relevante fue comprobar que las parejas de personas parecidas comparten variaciones similares del ADN en genes vinculados a la formación de rasgos faciales como la boca, la nariz, los ojos, la barbilla y la frente. A partir de esta información genética, sugiere Esteller, se podría llegar a reconstruir la cara de cualquier individuo. Del mismo modo, otras variaciones genéticas informan de su altura, peso y complexión física. La comparación genómica permite establecer que incluso puede haber rasgos de “carácter y conducta” compartidos.

El análisis epigenómico, como era de esperar, aporta “diferencias sustanciales” que se traducen en los niveles de metilación del ADN de cada uno de los integrantes de la pareja de semblantes. Los niveles de metilación, que son los que regulan la expresión de los genes, pueden variar de una persona a otra según cuál sea su exposición a factores ambientales o bioquímicos. Así, si alguien está expuesto habitualmente al sol, es mucho más probable que reciba cantidades de luz ultravioleta que no otro que tiene una exposición moderada. La exposición excesiva a la luz del sol puede alterar el epigenoma y activar el paquete de genes que desencadena los melanomas, el cáncer de piel.

En cuanto al microbioma, hay multitud de factores que pueden hacer variar su composición, desde la alimentación hasta los niveles de higiene, pasando por patologías diversas o el diferente consumo de fármacos. Todo ello puede hacer que la cantidad de bacterias sea más alta o más baja, y que sean más o menos variados. “La genética nos ayuda a entender por qué tenemos dobles”, dice Esteller. El entorno social, el medio ambiente o incluso las características climáticas y geográficas expliquen por qué dos personas genéticamente iguales o bastante parecidas pueden acabar siendo tan diferentes.

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