Adrian Grösser: "Me parece muy 'fashion' el vino rosado"
Actor


Los actores van con horarios girados: cuando la gente descansa usted trabaja. ¿Cuál es el momento que tienes para desconectar y tomar una copita de vino?
— No sólo eso, sino que cuando estás haciendo teatro vives un poco por el teatro, es decir, te despiertas por la mañana y ya tienes la función en la cabeza. Yo siempre he dicho que sobre todo con el teatro hay como algo de no descanso mental, que acabas de trabajar a las 11 de la noche después de la función, pero sabes que desde que te despiertes al día siguiente hasta que empiece la función ya la tendrás en la cabeza, por mucho que te vayas al gimnasio, o que hagas cualquier otra cosa. Siempre queda el run run. En el caso de los rodajes también son muy intensos y no es hasta el final que tienes más tiempo. Yo no soy un gran enamorado de los horarios de los actores. Por eso la copita de vino siempre se da después de la función, o en este caso el lunes, que suele ser el día libre.
A menudo en los camerinos se pone algo de comida o bebida. ¿Qué es lo que pides?
— Yo siempre tengo una botella de Ballantine's comprada por mí. Esto fue porque me la regalaron un año que hice un estreno de una función y me fue muy bien. Ahora no recuerdo cuál era, pero desde entonces siempre debo tener una botella de Ballantine's en el camerino para que me dé suerte. Aunque yo no soy nada de whisky, ¿eh? Es sólo superstición. Es cuando terminamos la obra que pegamos un tapete. Lo veo bonito, porque al final es algo que compartes con los compañeros de equipo y porque no deja de ser una muestra de final y celebración.
Justamente, por los desplazamientos como actor has podido viajar bastante. ¿Recuerdas alguna copa en especial?
— Una vez me invitaron, junto con otros actores, a hacer una vendimia en los viñedos de Jean León. Tienen una cultura muy arraigada con el tema del cine, por lo que decidieron hacer la vendimia del cine. Lo recuerdo mucho porque, aparte de la vendimia, también probamos unos vinos muy buenos y una gran comida. Allí probé el mejor vino que he probado nunca. No soy un experto de vinos, pero aquel vino era muy bueno y todavía me acuerdo ahora. Recuerdo que llevábamos mucho vino, y cuando estás en esta situación no acostumbras a querer más vino porque no te entra, pero recuerdo que me insistieron y me dijeron que lo último que servirían estaba especialmente bueno. Así era. Creo que era una botella de la década de los ochenta.
¿Te interesa que te cuenten el proceso de elaboración del vino?
— Es una historia, y cuando tú haces un trago de esa historia, es un gusto, a veces. Lo mismo ocurre con la comida. Cuando estás en un sitio que no conoces y catas un plato tradicional, pienso que tiene un valor añadido, porque hay historia y es cultura. El gusto sensorial e intelectual.
Una de las cosas que me ha sorprendido cuando nos hemos encontrado ha sido que miraras con atención los vinos rosados. ¿Te gustan especialmente?
— Sí, mucho. Me parece mucho fashion, el vino rosado. Me encanta el color del vino rosado, lo encuentro precioso. Me llama la atención por la imagen, pero también por el gusto, por eso suelo pedir rosados. Si quiero un vino algo más fresquito y con algo más de cuerpo que un blanco, pido un rosado. De vino blanco, de hecho, pico muy poco.
¿Qué otras especificidades tienes en cuenta a la hora de elegir un vino?
— El vino lo pide mi madre, siempre. Yo, normalmente, miro sobre todo de dónde está el vino y ya más o menos me hago una idea de qué gusto tendrá. Pero mis padres siempre han sido mucho de cultura de vino. Aunque yo al final he terminado siendo más de cerveza...
¿Qué diferencia, por ejemplo, un encuentro con un vino o una cerveza de por medio?
— Ostras, pues no sé, pero sí que es verdad que se crea un ambiente diferente. En mi caso, creo que depende de la persona. Tengo relaciones con las que, cuando quedamos, bebemos vino, y relaciones con las que, cuando quedamos, bebemos birra. Tengo gente que la relaciono con el vino y gente que la relaciono con la birra.