Pere Mas: "Después del susto cardíaco, lo que menos llevo es la fatua contra el alcohol"
Periodista


Me has citado en la Bodega Sepúlveda para realizar la entrevista. ¿Qué te ha hecho decidir venir aquí a hablar de vinos?
— Tiene narices que escogemos este lugar para hablar de vinos porque, realmente, casi siempre que vengo pico el mismo vino, que es el de la casa. Pero lo he elegido por diferentes motivos: por el montón de botellas que hay en el reservado, porque es uno de los restaurantes que más frecuento y porque después de quince años de ser cliente de la Bodega Sepúlveda ya conozco a las hermanas, los padres y toda la familia. Me encanta el trato, me encanta la comida y es un restaurante en el que todavía se cocina.
¿Cuál es ese vino que siempre pides?
— Es un Viña Alberdi, un Rioja que jode caña. Me sabe mal decir este vino, aunque es el de la casa, porque la gran mayoría de veces pido vinos catalanes, por motivos ideológicos, pero también especialmente por motivos gastronómicos. Aquí Empar Moliner haría un discurso muy claro en este sentido, pero es que es evidente. Se debe consumir el producto del territorio, tenemos muchas denominaciones de origen de gran calidad. La época de los Rioja ya ha pasado y también la etapa del Ribera del Duero de Aznar: ya lo hemos superado.
¿Eres de los que llevas la batuta a la hora de elegir un vino en un restaurante?
— Soy mucho de dejarme llevar. Ahora bien, sin tomar el pelo con el precio. A mí no me molesta que me llamen el precio, al contrario, pero entonces parece que le estoy tratando de pobre. Creo que como consumidores está bien que te llamen el precio. Pero depende mucho con la persona con la que vaya. Con según quien, renuncio a escoger el vino.
¿Cómo quién?
— Si voy a comer con Xavi Coral, lo elige él porque sabe. También si voy con Carles Fité, un compañero periodista que tiene una tienda de vinos –ViconVino–. Hay un momento en que Fité hace un repaso de la carta de vinos y digo: "Vale, tío. Elige tú el vino, pero elige ya". Si no voy con ninguno de ellos y el jefe de sala o sumiller me pregunta qué quiero, me gusta ser llevado por sus preguntas y que me sorprendan descubriendo un nuevo vino.
¿Los vinos naturales logran sorprenderte?
— Ha habido cierta efervescencia de esto, ahora te los encuentras por doquier. Pero no sé si es porque he tenido muy mala suerte con este tema, pero me tocaban vinos naturales que olían a un poco de olor a heces. A veces algunos también tenían cierta acidez o algo picante al final, que podía hacer pensar que había burbuja incluso. Y recuerdo particularmente un día que fui con Fité a un restaurante donde se come muy bien, no voy a llamarle el nombre, y nos llevaron un orgánico que nos echó arriba la buena comida. Lo que sí últimamente me ha funcionado mucho son los vinos dulces.
Hace un año tuviste un susto, que obligó a operarte de urgenciadebido a una obturación en parte de una arteria del corazón. ¿Cómo ha cambiado tu relación con el vino desde entonces?
— Apenas la semana pasada de hace un año me daban el alta y salía del hospital, fue una sensación muy bestia. Me ha cambiado mucho, porque todo fue muy rápido, desde el diagnóstico hasta la operación y salir con un corte en el pecho de un palmo para hacer el doble bypass preventivo para evitar que tuviera algún infarto. Evidentemente, el estilo de vida debía cambiarse. Yo ya era diabético antes y tenía que vigilar, también con el alcohol: preferentemente iba a beber negro. Después de esto tuve que añadir el pack cardiópata. Pero después del susto cardíaco, lo que menos llevo es la fatua contra el alcohol. Sobre el papel, debo tomar una unidad de alcohol por comida como máximo, lo que representa 150 mililitros de vino.
¿Y cómo lo llevas a la práctica?
— Después del verano tuve la sensación de que me estaba soltando un poco y fui al cardiólogo y le dije: "Dígame la verdad del consumo de alcohol". Hicimos una negociación y le dije: "Doctor, ni usted ni yo". Le prometí que reduciría mucho su consumo y le hice una propuesta concreta que es un secreto entre él y yo. Había unos ratios y le dije que previera cuatro excepciones al año. Y me dijo que no, que no quería excesos. Fruto de eso hoy he comido aquí, en la Bodega Sepúlveda, sin vino y sobre todo he reducido aún más los licores, porque hacía bastantes gintónics de sobremesa o cuando sales de copas con los amigos.
¿Piensas que podrás seguir manteniendo ese consumo reducido?
— Creo que sí que podré. Pero es que lo de "no vendrá de un día", sí viene de un día. Porque es una suma de días que no vendrá de un día. Entonces, de vez en cuando, he hecho un esfuerzo de racionalización, aunque sea un poco difícil de llevar a la práctica. Ahora, sí que es verdad que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
También están los vinos sin alcohol.
— El otro día probé un blanco sin alcohol muy bueno, Neverwine, lo probé en el restaurante El Ciri, de Marc Ribas, un restaurante también buenísimo. Bebimos un blanco sin alcohol y me sorprendió muy gratamente, tenía un buen bouquet. Pero al final, no sé, también te gusta el vino por la alegría y el temple que te da. Son ambas cosas. Y pienso que si tengo que tomar vino sin alcohol tendré el gusto, pero, escúchame, puede que no sea necesario y pico agua y ya no jodamos la comedia.