Teòric Taverna: un 'must' de la tradición moderna
El restaurante ofrece un menú delicioso, equilibrado y de temporada basado en el recetario catalán
Tenía la espina clavada de no haber visitado el Teòric Taverna (Bailén, 117), uno de esos lugares de los que todo el mundo habla bien. Así que reservé mesa y enredé a unos amigos. Lo que te encuentras cuando entras es un espacio agradable, pero sencillo. Un restaurante largo y estrecho, cálido y sobrio.
Es la opción perfecta para quien les gusta comer bien, pero sin liarse con una carta larga con muchas cosas para elegir. Ellos, de opciones, ofrecen sólo dos: dos menús cerrados, con la misma estructura, uno más largo que otro. El corto consta de diez platos y vale 47 euros y el largo tiene trece y sale por 62 euros. El precio incluye también el agua, la primera ración de pan, el aceite y un petit four que en mi caso fue un buñuelo relleno de chocolate caliente y delicioso. Si desea vino, se paga aparte.
El menú cerrado nació a raíz de los clientes, porque cuando ofrecían platillos la mayoría se dejaban asesorar y al final se acababa sirviendo más o menos a lo mismo. Así que vieron que si así lo hacían serían más sostenibles con los ingredientes y con su vida. Si os ocurre como a mí, que los amigos siempre le enchufan la carta para que elija un poco para todos, este formato es sinónimo de fiesta mayor. Sobre todo porque no detecto ninguno de los defectos que puede tener este formato más rígido, como poner platos de relleno.
Puede que piense que diez platos son demasiados, pero el menú es muy equilibrado y tiene una buena cantidad de verduras. Sales lleno, pero no demasiado. Y el precio, por lo que comes y por cómo está cocinado, es uno de los grandes atractivos del sitio. Tienen dos turnos y eso les lleva a tener un buen ritmo, no es una de esas comidas eternas. Entramos en materia con respecto a la comida.
Hay dos menús por estación. Por tanto, ocho menús al año. Lo que probé yo tenía platos como el melón cantelup, anguila y sopa de almendra; pollo, gamba, limón y tomillo; torta de Folgueroles, queso, higos y anchoa; croqueta de asado de cerdo, ciruela y calabacín encurtido; los tomates, alcaparras y sandía o la berenjena, pimiento y cebolla. El menú es una exhibición de cocina catalana, pero pasada por la criba de la técnica y las manos de un cocinero joven.
El chef en cuestión es Oriol Casals Mestre, a quien llamo unos días más tarde de haber cenado. Me dice que en un Erasmus que hizo en Montpellier se dio cuenta de cómo la gastronomía cuenta un país, porque los estudiantes de cada rincón de Europa hacían de embajadores de sus platos. Se basa en el recetario tradicional catalán y procura que sea una cocina ligera y de producto de proximidad (de verdad). Ha dado la vuelta a recetas y, si no se pueden mejorar, las deja tal y como están. Incluso ha encontrado inspiración en el recetario medieval. Afirma que la cocina catalana puede ser vanguardista o moderna. "Que cocinen bien los restaurantes de Barcelona es una esperanza para que la cocina tradicional y bien hecha sobreviva", me dice.
En esta aventura no está solo, sin embargo. La pareja de hecho que forma el Teòric son él y Teo Rubio Rioja (junta los nombres de los dos y descubrirás de dónde sale el del restaurante). Se conocieron en el autobús que subía a Sarrià cuando eran pequeños y se hicieron amigos durante la ESO. Teo es el jefe de sala y sumiller y juntos pensaron el restaurante cuando Oriol acababa de estudiar. De hecho, el Teòric fue su proyecto de fin de carrera. Un documento que les sirvió para pedir un crédito y para realizar una pequeña inversión, que con los precios que tiene ahora la ciudad sería del todo inviable.