El único vino de Cataluña dentro de un monasterio (en activo) es una joya de la Conca

Hoy vamos a la única bodega de Cataluña que está dentro de un monasterio, ¡y en activo!, con treinta monjes que hacen vida. La Abadía de Poblet, que es propiedad de Codorniu. Cuando el enólogo Ricard Rofes le enseña a algunos visitantes americanos, y antes de entrar, se detienen, admirados, en la portalada, les da siempre una broma: "¡Tranquilos, todo esto es cartón-piedra!". Y es que tenemos enterrada nuestra realeza, en este monasterio.

Los enólogos que trabajan en el día a día del proyecto son Jaume Pujol y Judit Sabaté. Ricard, ese amigo mío que huele al mundo como si fuera el vino y huele al vino como si fuera el mundo (y ahora, leyendo la frase que acabo de escribir, se reirá mucho de mí) va de vez en cuando, para, sobre todo, ayudar "que tengan el trabajo fácil y puedan chalar mientras lo hacen".

"Llueve! ¡Espérate, que detengo el coche!", me dice. Porque lo pillo entre Falset y Gratallops, yendo hacia Scala Dei, la otra bodega donde trabaja. "Mos han caído 230 litros en la Torre de Fontauvella, desde el 1 de marzo hasta ahora, como un regalo del dios de la lluvia, que decía El Último de la Fila...".

Un patrimonio preservado

La mano de Ricard está ahí en el momento de "plantear" el vino, que ya tiene diez años de historia. La primera añada fue en el 2014. Hasta entonces, hacían pinot noir. ¿Y por qué? Por el cava. El pinot, para el cava, en la Conca está muy bien, porque el arrecifes en agosto y lo puedes cosechar con acidez. Pero la Conca de Barberà, como dice su nombre, es una cuenca. Esto significa que en verano el aire caliente se queda cerrado, y en invierno, el frío. "Con esto, un pinot sólo quedaba interesante los años fríos. Y dijimos: La Cuenca ha sabido preservar el patrimonio vitivinícola como nadie. Ha cuidado el taladrado, el garrut, el tempranillo… Pues hacemos vinos que representen el lugar. Y así nacen los Abadía de Poblet. El blanco es mayoritaria." Un macabeo que viene de tres viñedos con altura, entre 600 y 700 metros, bajo el pueblo de Forès. "Es viña vieja, de ochenta o noventa años, son unas cepas que parecen árboles...". El rendimiento son unos 2000 o 3000 kg por hectárea. "A la macabeo le hacemos un prensado directo. Y el otro diez, quince, veinte por ciento, que es parellada (de unos cincuenta años) como algo insulsa, pobrecita, que no sería la vedete de las variedades blancas, para que tenga un poco de sustancia la fermentemos con las pieles hasta medias." No es un brisa, pues, porque debería fermentar hasta el final, para serlo, si lo he entendido bien.

Tiene crianza. La mitad en fudre de roble francés y la otra mitad, en cemento. La parte de fudre para preparar el vino para su vida en la botella. Y la parte de cemento, para preservar la tensión, la acidez. Es una obsesión de Ricard, yo diría, que los vinos tengan esa verticalidad. "Hemos aprendido a cosechar antes por tener frescura, para que sea un vino largo".

Y lo es. "Si ahora pruebas una añada dieciocho, por ejemplo, verás que conserva la fruta de hueso, el melocotón y tal y cual, pero también esos toques de mantequilla". Sí, como estos chardonnays de Borgoña, que son tan golosos, tan densos. Yo hoy, en la salud de Ricard, que tiene un talento inacabable (y por eso se rodea de gente de talento inacabable) destaparé este vino y lo maridaré con un cerdo al horno, muy graso. Me emociona imaginarme la bodega en la que duerme este vino antes de salir al mercado, como la bodega del monje Dom Perignon. Me gusta este vino, que expresa Cuenca, que explica tantas cosas del pasado y mira al futuro.

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