De Viladellops a París: la elaboradora autodidacta que acaba de poner a la venta sus dos primeros vinos
Isabelle Brunet ha sacado al mercado el vino Calcite, que se refiere al macizo del Garraf y que ha llegado a las cartas de restaurantes de Francia
Vilanova y la GeltrúIsabelle Brunet (Vausseroux, 1967) ha conseguido que sus dos primeros vinos, un tinto y un blanco, de nombre Calcite, puedan beberse en restaurantes catalanes y franceses. En Barcelona, Alkimia, Teórico, Palma de Bellafila. En París, en el Baccarat del cocinero Alain Ducasse y en Madrid, en el Gran Hotel Inglés. En medio de una ciudad y otra, otros muchos restaurantes, especialmente de la comarca del Garraf, que han pedido a la elaboradora, que se define autodidacta, el Calcite blanco y negro para ponerlo a la carta. Ahora bien, para llegar a este hito, hay un largo camino, que ha pisado con pasos pequeños pero seguros.
Todo empezó en el bar de los padres, en la población francesa de Vausseroux. Allí Isabelle, como también su hermano Christophe, ayudaban en todo lo que hiciera falta. "Siempre digo que con diez años era camarera, porque llevaba los platos en las mesas", dice Isabelle una tarde de otoño en casa de su hermano Christophe (Vaussseroux, 1969), en Vilanova y la Geltrú, donde ella también vive. Estamos rodeados de vinos, de muchos vinos, y también de muebles familiares que conservan a los dos hermanos del bar de los padres. Incluso tienen un futbolín, una cómoda y una bicicleta eléctrica (una Solex), que es probablemente el antecedente antiguo de las bicicletas eléctricas actuales. "Y funciona perfectamente a pesar de la antigüedad", dice Isabelle. El caso es que con diez años era camarera y aprendió el oficio y también a cuidar el huerto familiar. "En el bar venía el cura a jugar a cartas porque estaba situado frente a la iglesia", recuerda Isabelle, que añade que su madre cocinaba para doscientas personas a diario cuando la población tenía cuatrocientas personas empadronadas. El dato es importante; Isabelle la remarca porque es la forma en que se puede hacer entender lo esencial que era su trabajo de servir comida y vinos.
De mayor, con dieciocho años, se fue a correr mundo. Francia, Inglaterra, Alemania, Australia. Trabajó en restaurantes prestigiosos como el Ritz, el Casino de Londres, y finalmente, Barcelona, a donde llegó en el 2000. "Siempre aprendiendo el oficio yo sola, con la práctica diaria", señala. En Catalunya, un día fue a comer a El Bulli, y el querido Juli Soler le propuso que se quedara a trabajar. Era mayo del 2000, y ella no era consciente de la envergadura de la propuesta, de lo que representaba el restaurante. Y se quedó allí. "Trabajé dos años, en el restaurante y también en el taller; y trabajaba junto a Ferran Centelles y David Seijas". Unos años después, Isabelle conoce al empresario Sergi Ferrer-Salat, propietario de la Librería Ventanas y elaborador de vinos en la DOQ Priorat, y le explica el restaurante que quería abrir en la calle Diputació. Era el 2004, y el restaurante quería levantarse como el más importante de Barcelona por su carta de vinos de todo el mundo, y por su cocina, siempre de proximidad y temporada. Durante cuatro años Isabelle estuvo trabajando en la carta de vinos, y en 2008 el restaurante Món Vínic abrió sus puertas. Tras la pandemia, Sergi Ferrer-Salat decidió encerrarlo para transformarlo en la Librería Ventanas.
En Cataluña se bebe más cerveza
Con todo este bagaje, la elaboradora confiesa que sabría describir cuál es la relación de las culturas en las que ha vivido y trabajado con el vino. "En Cataluña se bebe poco respecto a la producción que se hace; en cambio, la cerveza es la bebida preferida, en varias franjas de edad", afirma, y añade los cambios de tendencia que ha habido también en las elaboraciones: "Pasar el vino por madera nueva se considera que es maquillarlo, enmascararlo, porque actualmente lo que se quieren".
El conocimiento, pues, lo tiene, lo tenía también cuando acabó su trabajo en el restaurante Món Vínic, pero había sido una etapa tan intensa de su vida, que Isabelle asegura que necesitó pasar unos años de luto. Durante este tiempo, fue cuando conoció a Marcelo Desvalls, elaborador de la bodega Viladellops, en el Macizo del Garraf (DO Penedès). "Me enamoré del paisaje, y le propuse si podía hacer mi propio vino". Y así fue como empezó su aventura elaboradora. Actualmente, tiene a la venta los vinos elaborados en 2023 y 2024. "Los del 2025 están en botas y en damajoanas", comenta. Son uno blanco y uno negro, y llevan de nombre Calcite por el tipo de tierra donde está la viña, que es caliza, porque en tiempos antiguos estaba bañado por el mar. De hecho, en el suelo se han encontrado fósiles marinos que demuestran este pasado. "Con estos suelos calcáreos busco frescura, acidez, mineralidad, poco cuerpo porque no hay madera nueva".
Las variedades con las que lo elabora son el xarelo, el xarelo rojo y la malvasía de Sitges en el caso del Calcite blanco; y la garnacha y la cariñena, en el caso del Calcite tinto. "Trabajo los viñedos junto al enólogo Carlos Nieto, y el vino reposa en damajoanas que me ayudan a preservar la acidez y en barricas viejas de roble". Mientras lo cuenta, Isabelle está ilusionada. Hacer sus vinos supone haber invertido los ahorros de su vida, poniendo también todo el esfuerzo. "Yo misma me dedico a vender los vinos, venta directa, y también tengo una distribuidora, Ithaca Wines, que me ayuda".
El trabajo que empezó con diez años, cuando servía los vinos en el bar del pueblo francés, se convirtió en una pasión, "una pasión contagiosa", a la que quedó enganchada hace cuarenta años, y en la que ha tenido mentores como Juli Soler y Sergi Ferrer-Salat. "El vino es mi respiración, siempre pico mientras como", comenta.
Por último, la elaboradora opina que los vinos catalanes aún tienen que entrar con fuerza en las cartas de los restaurantes. "Es cierto que el vino catalán es más caro, pero también es que es de proximidad y, por tanto, es mejor", concluye.