Ibone Olza: "Es muy bonito tener un bebé en brazos, pero quizá no sea tan idílico lidiar con un adolescente pasados los sesenta años"
Doctora especialista en psiquiatría infanto-juvenil y perinatal y madre de tres hijos de entre 28 y 23 años. Publica 'Gestar. El creativo origen de la vida humana' (Vergara), en el que reflexiona sobre la gestación. También dirige el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y es consultora de la Organización Mundial de la Salud
BarcelonaLas primeras veces que gesté, no entendí bien lo que significaba. Los dos primeros embarazos estuvieron marcados por el trabajo en el hospital como residente de psiquiatría. Hice guardias de 24 horas hasta que parí. Una lástima y una tontería. En el tercer embarazo sí descansé en los últimos meses y me sorprendió la lentitud y el cansancio que me invadieron. Eran unas sensaciones que no había notado en los anteriores embarazos.
Se trata de escuchar el cuerpo, como dices en el libro.
— Me resulta difícil porque desde pequeñas se nos enseña a no escucharlo. A menudo, durante un embarazo, cuando una madre percibe que algo no va bien, no recibe la atención necesaria. Y al revés. A mujeres perfectamente sanas se las trata como si estuvieran enfermas. Para escuchar el cuerpo necesitas tiempo, un tiempo para no hacer nada, para holgazanear y desconectar.
Gestar es un reto físico, también psicológico.
— Así es. Es un reto físico y psíquico. Pero creo que esto tiene que ver con nuestra cultura y la forma que tenemos de entender el embarazo como un obstáculo o un impedimento. En cambio, nuestros cuerpos están diseñados para que la concepción y la gestación sean experiencias placenteras y saludables, pero socialmente las hemos convertido en una meta difícil de alcanzar, en la que debes superar todo tipo de peligros.
¿Uno de estos peligros es la ansiedad?
— No creo que el embarazo conlleve a la fuerza sentir ansiedad. Lo que creo es que resulta contradictorio decir a las embarazadas que se relajen cuando, a su vez, les dan tantos consejos y recomendaciones. El embarazo no deja de ser la culminación de la sexualidad. Es un momento de plenitud máxima y debemos hacer más visible esta parte feliz: la alegría y el erotismo son el antídoto del miedo. Ojalá entendiéramos más el embarazo como una celebración de la vida.
Te he leído un lema sorprendente: "El útero, patria común".
— Todos los humanos vivimos un tiempo en el útero de nuestras madres. Una de las muestras más potentes del patriarcado es la ocultación de ese tiempo vivido y de la capacidad que tenemos las mujeres de gestar y parir. Reivindicar esta patria significa girar la mirada a cómo tratamos a las madres, a las que nos pasó cuando estábamos en el útero, a las condiciones complicadas en las que muchas mujeres deben gestar actualmente, en situaciones complicadas o en medio de una guerra.
¿Veremos pronto como algo habitual tener hijos a los 50?
— Ya estamos aquí. La industria y el negocio de la reproducción asistida parece carecer de límites. En época de nuestras abuelas, algunas tenían hijos en torno a los 50, pero después de haber parido a seis o siete hijos antes. Ahora nos encontramos madres primerizas con 50. Cada caso es diferente y yo no quiero juzgar a nadie, pero creo que estas mujeres han de pensar que la crianza de un hijo puede ser larga y agotadora. Es muy bonito tener un bebé en los brazos, pero quizá no sea tan idílico lidiar con un adolescente pasados los sesenta.
Tus hijos son mayores. ¿Qué decidiste cuando eran pequeños que ha resultado ser un gran acierto?
— Haber priorizado que mis hijos estuvieran en contacto con el campo y la montaña. Y que siempre jugaran libremente. Ahora son adultos que viven en el medio rural y aprecian mucho la naturaleza.
¿Y qué te preocupaba mucho de que, al final, no fue tan importante?
— Pues habría preferido trabajar menos y así poder pasar más tiempo con mis hijos. Ya pasé mucho, pero debería haber pasado más.
¿Qué aconsejarías a la madre temprana que fuiste?
— Le diría "Para, disfruta de cada día con esos seres pequeños que te quieren tanto. Son lo mejor que te ha pasado en la vida y antes de que te des cuenta, ya serán mayores y los echarás de menos".
Háblame de esa distancia que define ahora tu maternidad.
Mira, cuando siento tristeza o culpa por no haber hecho algo, los hijos me dicen que me deje estar de tonterías, que pensar así es como considerar que ellos no son la mejor versión de sí mismos. Y tienen razón. Así que, cuando me ronda la tristeza o la culpa, doy la vuelta a estos pensamientos y celebro todo lo que sí hicimos en los maravillosos momentos vividos a su lado, la suerte inmensa que ha sido verlos crecer.