"Los maestros se pueden quemar, pero los niños también": ¿hay que cambiar de tutor cada curso?
En la mayoría de escuelas públicas optan por cambiar de tutor cada curso o cada ciclo educativo, mientras que en escuelas con pedagogías alternativas, como la Waldorf, están ocho cursos, y en la Montessori, tres
BarcelonaDurante cuatro cursos, desde I4 hasta segundo de primaria, Martí tuvo la misma tutora en la escuela pública donde estudia. El niño hizo un vínculo fuerte con la maestra pero su madre –y de hecho la mayoría de las familias– creían que ya era necesario un cambio, más que nada para que los niños conocieran otras formas de enseñar y relacionarse. Sin embargo, lo cierto es que fue una suerte que pudiera hacer la transición de infantil en primaria con la misma maestra, ya que el cambio de ciclo a Martí le costó fuerza y mantener esta figura conocida lo hizo menos pesado. La hija de Marc, Aurora, estudia en una escuela Montessori. Allí, los alumnos tienen el mismo tutor durante tres cursos seguidos, pero varias situaciones llevaron a una pérdida de confianza de la familia hacia la maestra que acabó con la demanda de un cambio de tutor.
El caso de Martí es poco habitual, ya que en la escuela pública se suele cambiar de tutor cada curso o cada dos. ¿Pero qué es mejor, mantener el mismo maestro de referencia durante varios cursos o ir cambiando? Y si se debe cambiar, ¿cuál es el tiempo mínimo aconsejable que un tutor debe estar con el mismo grupo? Ralentiza el ritmo, el cambio de un tutor o tutora por curso? Hemos hablado con familias, maestros y pedagogos para su análisis. Desde el departamento de Educación puntualizan que la gestión de los tutores recae en las escuelas y que, por tanto, es cada centro, según su plan de trabajo, quien decide, aunque la recomendación es hacer coincidir el cambio de tutor con el cambio de ciclo.
Precisamente, en la escuela de Anaïs Andreu, la escuela rural de Sant Esteve de Guialbes, cambian los tutores cada dos cursos coincidiendo con el cambio de ciclo: ciclo inicial (primero y segundo de primaria), medio (tercero y cuarto) y superior (quinto y sexto). "Es el que tiene más sentido a nivel de aprendizaje porque en el ciclo inicial está la consecución de la lectoescritura; en el segundo, el entrenamiento de este hábito y aprender la ortografía y, en el tercero, perfeccionarlo". Éste es el segundo curso que tiene el mismo grupo. "He empezado mucho más tranquila que el año pasado porque ya conozco al alumnado tanto personal como académicamente, sé perfectamente en qué nivel de aprendizaje se encuentra cada uno y ellos ya saben qué dinámicas utilizo en el aula", relata. El curso pasado –explica– no conocía sus fortalezas ni debilidades ni si existía algún conflicto que arrastraban del curso anterior. "Tampoco se atrevía a apretarlos, era más prudente y hasta noviembre o diciembre no tuve la sensación de que conocía bien al grupo", apunta.
Establecer vínculo
Éste es uno de los handicaps que cambiar de tutor cada curso. Esther Martínez, maestra de educación infantil y primaria, asegura que "establecer un vínculo con los alumnos y las familias requiere tiempo, constancia y voluntad". "Y si cada año tenemos que hacer este proceso entre este triángulo alumnos-maestro-familia estamos destinando una energía muy grande que podríamos focalizar en otras cosas más importantes –opina–. Aparte del trasiego que significa para niños tan pequeños adaptarse a diferentes maestros y diferentes formas de enseñar", añade esta profesional, que ahora se está formando en pedagogía Waldorf.
En las escuelas Waldorf mantienen al mismo tutor durante toda la primaria (que aquí se alarga hasta los 14 años), es decir, ocho años, y otro tutor hasta bachillerato. "El maestro se convierte para el alumno en una persona con la que establecen un vínculo muy fuerte, casi familiar. Es más, existe la tradición de que el maestro visite la casa de la familia y venga a comer o merendar una vez al año", explica Martínez, que como madre ha optado por esta pedagogía para la educación de sus hijos. "A medida que los niños se hacen mayores tienen una relación de consejero y confidente. El tutor es una persona a la que pedir ayuda porque les ha conocido durante ocho años de su vida. Y a los maestros les sirve para ver mucho más allá del alumno: saben cómo es su familia, su vida o qué hechos de su historia le hacen ser como es", dice.
Pero ¿qué ocurre cuando la relación con el tutor no fluye, como le ocurrió a Marc, padre de Aurora? Martínez reconoce que siempre que le hacen esta pregunta piensa que es "muy triste" que tengamos la predisposición a pensar que las cosas deben ir mal. "Y eso se puede extrapolar a las relaciones de hoy en día, en las que no nos comprometemos demasiado con nada –opina–. Hemos hecho un voto de confianza y, como en cualquier otra relación, cuando ocurren cosas se hablan y se intentan buscar soluciones", dice.
Si bien Marc ha optado también por una escuela donde los tutores acompañan durante tres cursos a los alumnos, él, después de su experiencia, es taxativo: "No soy muy partidario de mantener tutores –reconoce–. Es verdad que cuando la tutora nos ha gustado ha estado muy bien, pero cuando no te gusta es una puedo. año?No cambian de padres cada año. Hay muchas cosas que se mantienen y que son constantes, lo que se modifica es algo que es habitual en la vida, como es el entorno de trabajo, y deben adaptarse a nuevas situaciones", opina. Admite que la mala relación con la tutora la tenían más ellos como padres que la niña como alumna. "Algo que hemos aprendido es que cuando pierdes la confianza ya no se puede reconducir", dice.
Finalmente, pidieron cambiar a la niña de grupo para poder cambiar de tutora, y la dirección se avino, pero con el argumento de que era para separar a Aurora de otra compañera de clase con quien tenía una relación poco beneficiosa. Marc admite que cuando la continuidad de tutor es "una apuesta de la escuela" hacer un cambio como éste es grande. "Aurora se sentía castigada, pero con la nueva maestra conecta más, se siente muy bienvenida en el aula y va muy contenta".
Un tutor por ciclo
Para Anaïs Andreu dos años con un mismo grupo de alumnos es "el ideal". Joan Gamero, miembro de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Pedagogía de Catalunya, también opina que un tutor por ciclo "es lo lógico y recomendable" porque también los contenidos se estructuran por ciclo. "Pero esto no significa que la solución de un tutor por curso sea mala", puntualiza, ya que dependerá de la realidad de cada centro. De hecho la profesora de San Esteban de Guialbes considera que más allá de dos cursos "el grupo ya toma lo bueno y malo de la maestra, en mi caso que soy un nervio", relata. Lo sabe porque durante la covid llegó a tener el mismo grupo durante tres cursos y detectó también que por parte del alumnado había un exceso de confianza, aunque deja claro que nunca lo vivió como una falta de respeto. "Pero es positivo que los niños y niñas y también las familias vean otras formas de hacer y otros perfiles". Además, estos cambios también facilitan la transición hacia el instituto, donde la mayoría de alumnado tiene un tutor diferente cada curso y lo tiene muchas menos horas en el aula. "Algunos de mis exalumnos comentan que echan de menos la proximidad".
Para Montse Vilella, en cambio, tres cursos con el mismo grupo es el que más se adecua a la escuela rural donde trabaja, l'Heurom, ubicada en Perafita. Al ser un centro pequeño, tiene el alumnado distribuido en tres aulas: los pequeños, donde están mezclados todos los niños de infantil, los medios (primero, segundo y tercero de primaria) y los mayores (cuarto, quinto y sexto). Ella es la tutora del último grupo. "Es importante que a lo largo de infantil y primaria el alumnado tenga más de un tutor para que vea varios perfiles, pero ser tutor de un mismo grupo un solo año es muy poco tiempo para conocer bien tanto a los niños como a las familias y para encontrar un marco de trabajo idóneo en el aula", puntualiza.
La tutoría, deja claro Vilella, que lleva más de tres décadas trabajando de maestra, exige tiempo. "Hay que dar un vínculo de confianza para valorar las herramientas que pueden incorporarse en un niño". Para conseguirlo en la escuela realizan, como mínimo, una tutoría personalizada con cada alumno cada trimestre. "Es un momento para detenernos, analizar en qué punto estamos, qué hemos aprendido, cómo seguir avanzando con el niño o niña", relata. También se realizan al menos dos encuentros durante el curso con las familias, priorizando los primeros días de escuela los que sus hijos tienen un tutor nuevo. "Es importante saber con qué mochila empieza a andar cada niño". La fórmula de esta escuela encaja bien a la vez que los estudiantes dan el salto al instituto, ya que en algunos centros de la zona el alumnado de ESO tiene un tutor por clase y, además, un tutor individual al que pueden recurrir en el momento que lo necesite.
No es un factor determinante
Gamero, que también es director de la escuela el Oreig de Pallejà, defiende que si los claustros son equipos compactados y, si además, se trabaja por proyectos, el cambio anual de tutor no perjudica al alumno porque "a nivel pedagógico son muchos los maestros que intervienen en el día a día y entran en su relación con la realidad con la familias".
En el caso de infantil, en cambio, defiende que el propio docente de I5 suba a primero para continuar con el proceso de lectoescritura y porque el cambio de etapa es lo suficientemente importante para mantenerlo, aunque, ahora, si el maestro no tiene doble titulación –infantil y primaria– esto no se puede hacer.
Maestros quemados
El pedagogo Joan Gamero explica que el 95% de las escuelas funcionan con un tutor por ciclo (dos cursos) o por curso sin que ello comporte "ningún hándicap a nivel pedagógico". Sin embargo, reconoce que en la escuela actual, donde uno de cada tres alumnos tiene necesidades educativas especiales, los maestros tienen "una presión muy fuerte para dar respuesta a todos los alumnos", por lo que propone introducir la figura del cotutor, "para repartir cargas" y "no quemar antes de tiempo al profesional". Admite que si el grupo es complejo el tutor puede estar deseando que acabe el curso para cambiar de grupo.
"Hay un desgaste muy importante, mental y físico. Cada centro sabe su realidad y tiene autonomía de centro, pero si empiezas en primero de primaria con un tutor y no lo cambias hasta sexto, no lo retendrás como profesional. No podemos tensionar a ninguna de las partes porque, si no, el sistema no funciona", reconoce este pedagogo. "Entiendo que los maestros se puedan quemar, pero los niños también se queman. Un profesor malo duele mucho. ¿Cuántos profesores malos pueden tocarle a tu hijo? ¿Uno? Dos? Si no cambian cada curso se les come dos o tres años seguidos", opina Marc, padre de Aurora. El dilema, a juicio de Gamero, no sería tanto si los tutores deben estar más de un curso "sino qué se hace en cada curso para que el tutor no se queme".
Martínez recuerda que cuando ejercía de maestra esto ocurría. "Si tenías un grupo difícil, sabías que al año siguiente el problema se le comería otro, pero nuestra tarea es acompañar. Es como un hijo, que a veces te lo pone difícil y no puedes pulsar el botón de off", dice. Esta maestra cree que muchas de las cosas que se hacen en pedagogías como Montessori o Waldorf, como la duración de las tutorías, podrían adaptarse a la escuela pública. pero que "habría que escuchar a las personas dentro del aula y dotarlas de recursos", concluye.