Espero que sea un hombre como es debido
¿Cuántas veces pedimos a nuestros hijos qué piensan? Yo lo he empezado a hacer más a menudo


BarcelonaEn menos de 10 minutos suelta comentarios radicales ya veces no llega a entender vocabulario de nivel de primaria. Nunca lo habría dicho de ese adolescente que conozco. Y tú tampoco si le conocieras y conocieras su entorno. No sé devenirlo. Ahora constato que todo esto que me estremece cuando abro los periódicos, y especialmente estos días, no está tan lejos. Dime ingenua.
Durante la conversación, sólo le escuchaba, pensaba que si le rebatía los argumentos aún se enrocaría o, lo peor de todo, estos pensamientos se le instalarían para siempre. La deriva de la conversación me agarró por sorpresa y no estoy muy segura de haber reaccionado bien. Aún me explota la cabeza y, en ese caso concreto, las posibles respuestas sociológicas no me sirven. Es más, todavía siento el escalofrío.
La conversación con este adolescente me ha hecho pensar en cómo quiero educar a mi hijo. Me viene a la cabeza una de las frases que me decía mi madre cuando era pequeña y que más rabia me daban: "Los árboles pequeños deben crecer rectos para que de granos sean fuertes". A menudo le servía para rematar conversaciones que acababan de que yo no me salía con la mía. Y ahora, mira por dónde, soy la responsable de un arbolito plantado en la primaria... Y, adivina, también quiero que crezca recto.
Como la mayoría de padres y madres, miramos que nuestro hijo se desarrolle de la forma más sana y saludable posible mientras le preparamos para que un día vuele solo. Y en esta práctica somos unos artistas en dibujar posibles peligros. Aunque oportunidades también las hay.
Cuando comparto con otros padres y madres los peligros que acechan a nuestros hijos coincidimos en el exceso de pantallas, la omnipresencia del azúcar, la banalización de los afectos (el gran revuelto entre caer bien, agradar y querer...), la infravaloración de las drogas blandas (cuyo consumo reiterado la que ahora parece inesperado). Tengo unos cuantos más, pero seguramente éstos son los más coincidentes.
Pensar antes de actuar
"Pensar antes de actuar", suelta de vez en cuando nuestro hijo, el mantra aprendido en el colegio. Precisamente esto: pensar. Hacerse ideas, combinarlas mentalmente con atención para formarse un juicio a partir de unos valores y cultura.
¿Cuántas veces pedimos a nuestros hijos qué piensan? Yo he empezado a hacerlo más a menudo. Qué importante tener pensamientos y personalidad propia. Parece obvio, pero ahora quizá sea lo que más me preocupa y se me figura como un antídoto contra todos los peligros. Cuando le buscábamos escuela, una de las cosas que más valoramos de la suya fueron las clases de ajedrez, desde infantil hasta primaria, como fórmula para estimular el pensamiento.
"No me importa lo que hagan los demás, me importa lo que haces tú". "Eres responsable" y "en el pecho". Pequeña selección de las frases estrella de mi padre. Estos días también me atraviesan el pensamiento. Ahora ya me encuentro, no quiero ni pensar más adelante...
Pero en ese momento cuando veo a nuestra criatura esgrimiendo más de 60 argumentos en un minuto me pongo contenta. A veces, gana con un razonamiento y otras me veo explicándole que nuestra casa funciona como un barco y que su padre y yo somos los capitanes. Supongo que esta pensada le debe dejar tan satisfecho como a mí la del arbolito.
En un cerrar y abrir de ojos estará tomando decisiones con impacto sobre él y sobre los demás, formando parte de varios círculos y comunidades. Y si no fuera una madre miedosa pensaría que podrá vivir en un mundo en el que la tecnología esté al servicio de las personas, con mayor conciencia social y responsabilidad ecológica y con más avances en ciencia y medicina.
Y entonces espero que sepa construirse una pequeña comunidad íntima de la que sea depositario y merecedor de confianza y vulnerabilidad. Espero que con sentido y sensibilidad sepa transitar bien por el resto de esferas de su vida y que haga un buen uso de sus derechos y deberes como ciudadano. Espero que sea un hombre como es debido, que dirían las abuelas.