"Es infinitamente más fácil ser madre que madrastra"
Hablamos con diferentes madres afines para ver cómo gestionan su vida en una familia enlazada

BarcelonaNadie te prepara para cuidar a los hijos de tu pareja. Cuando el enamoramiento ciega todos los sentidos, poco te puedes imaginar que, junto con esa persona, se añaden otras más pequeñas que, si todo va bien, acabarán teniendo un papel muy importante en tu vida. Es el inicio de un camino lleno de baches donde, a través del ensayo y el error, quien lo experimenta puede llegar a vivir emociones y situaciones muy contradictorias. "Amalos como si fueran tuyos... pero no intentes ser su madre". "Tienes que ser una adulta de referencia, pero prohibido poner límites" son sólo algunas de las frases que deben escuchar los llamados padrastros o madrastras, o padres o madres afines, como prefieren decir desde la Asociación de Atención a la Diversidad Familiar.
Se calcula que existen alrededor de 800.000 familias enlazadas en todo el Estado, según datos del INE, y que suelen pasar entre 4 y 7 años desde que se forma una de estas familias hasta que sus miembros sienten que forman parte de ella. De todo esto, saben mucho Aina Buforn y Berta Capdevila, orientadora y terapeuta especializadas en familias enlazadas, divulgadoras en las redes con el perfil Ser madrastra y autoras del Manual para la madrastra moderna (Alfaguara, 2025).
A través de sus páginas, las autoras, que también son madres afines, reflexionan sobre todo lo que rodea a esta complicada relación que puede haber cuando una madre afín intenta mantener una buena relación con los hijos de su pareja: "A menudo hay demasiada presión impuesta, porque sienten que de eso depende que la relación de pareja funcione", explica Capdevila.
Toda una olla de presión que se suma a saber gestionar la misma relación de pareja, saber ponerse de acuerdo con las normas de convivencia en casa, de los límites y deberes de cada uno. Una gestión que ya es difícil para muchas parejas que no tienen hijos y que, como guinda, también cuenta con la presencia constante de la expareja y progenitora de los hijos, con todo lo que esto implica.
Romper estereotipos
"Al principio, cuando las madrastras empiezan a encontrarse con estas situaciones, nos dicen que no saben si son ellas las que están mal y se han vuelto locas o si son tan egoístas que no son capaces de aceptar esta situación", continúa Capdevila, quien siempre intenta transmitir que lo que viven es normal y forma parte de todo el proceso. Ocurre que no tienen ningún marco de comprensión ni saben poner palabras a lo que les pasa.
"La sociedad no ayuda, porque todavía tiene el estereotipo de la madrastra como una bruja y, en cambio, el modelo femenino que tenemos para la familia es el de la santísima madre", añade Buforn. "Las madres ya tratan de realizar una tarea para intentar ser imperfectos sin que la sociedad las crucifique. El problema es que la madrastra no puede ser imperfecta porque a ella no se la perdona, pasa directamente a ser la bruja", continúa.
Poner límites
Cuando Bea Álvarez, madre de un hijo, se juntó con su pareja, que tenía otros dos, tuvo que aprender a gestionar la educación de su propio hijo con la de los hijastros. "Cuando eres madre, el hecho de que otra persona abuchee a tu hijo no es fácil, pero de la misma manera, también tienes derecho a decir cómo quieres que se comporten los hijos del otro, porque todos viven bajo el mismo techo", apunta. Todo un tira y afloja que exige mucha paciencia y buscar un equilibrio constante para que no haya diferencias entre ambas partes. Pero no siempre está de acuerdo, ni se permite al otro poner los límites necesarios.
"Muchas veces nos encontramos con que la madrastra está intentando hacer un proceso de normalización de la familia para encontrar su sitio, pero que los padres están sólo pensando en las criaturas porque tienen sus propios miedos. Entonces, si se encuentran con una situación que les desagrada del hijastro, tampoco pueden decir nada porque la primera persona que la desacredita es la misma pareja", lamenta Buforn.
"Yo soy madre y madrastra y para mí ha sido infinitamente más fácil ser madre -añade Capdevila- porque no estoy todo el rato sobreanalizándome y con la tensión con la que vivía con mi hijastro. Me permito mucha más flexibilidad". Es ese miedo constante a ser excluido, porque el vínculo es tan débil que siempre se teme acabar viéndose como la mala de la película, asegura la terapeuta.
"A mí esto me molesta mucho, porque cuando dejas a una criatura en la escuela, permites que la maestra sea su adulto de referencia, y lo mismo con la familia extensa. ¿Por qué la madrastra no puede?", lamenta Buforn. En cambio, precisamente tener cierta autoridad puede ser beneficioso para ambas partes: "Si no dejas que una madrastra exprese sus límites, tampoco dejas que las criaturas se expresen libremente con ella. Hay que dejar de sobreproteger y fiscalizar la relación para que todos puedan relacionarse con algo más de libertad", continúa Capdevila.
Conflictos de lealtad
Para Núria (nombre ficticio) el día que ella y su hija pequeña se unieron con la familia de su pareja, con otras dos hijas, fue un regalo inmenso. "Siempre había querido tener una familia numerosa y era muy enriquecedor para los niños tener más figuras de referencia y otras formas de ver la vida", asegura. Pero todas estas ventajas, que todavía comparte, se vieron eclipsadas cuando una de las hijastras empezó a tener muchos conflictos de lealtad con su madre biológica. "Un día le pregunté si le pasaba algo, porque llevaba días muy extraña conmigo. Me dijo que se sentía mal porque me sentía más madre a mí que a su propia madre. Le dije que eso no quería decir que quisiera menos a su madre, que a lo largo de la vida mucha gente le haría de madre", explica.
El problema es que la madre de la niña transmitía mensajes subliminares muy potentes en contra de Núria para que no hubiera una buena relación. "Al final, si las exparejas no dan permiso a la madre afín para que entre en el sistema, es muy difícil que los chavales puedan sentirse libres, porque lo primero que quieren es proteger a sus padres", dice Núria, que también se ha encontrado muchos impedimentos del centro escolar a la hora de normalizar el papel de las madres y padres afines. "A pesar de ayudarles a hacer los deberes y en su educación, nunca me citan para hacer las tutorías, y en los festivales de final de curso sólo dan entradas para papá y mamá, sin pensar en todo el sistema familiar", se indigna.
Estimar diferente
La llegada de una nueva criatura a una familia enlazada también puede ser un momento convulso, depende como se gestione. Para Aida G. Quer, la época más complicada de su vida como madre afín fue durante su posparto. "Mi compañero sintió mucha culpabilidad, porque podía estar siempre con nuestra hija, pero no con sus otras", confiesa. "Y yo me sentía muy mal porque sentía un amor diferente por ella que por las demás, aunque al final los quieres todos, pero cada uno de forma diferente", explica. Precisamente, el hecho de tener una hija propia también le ha ayudado a entender más a la madre de sus hijas afines. "Soy consciente de que estoy compartiendo un espacio con sus hijos cuando ella quizás también quisiera estar con ellos", reflexiona.
Las familias enlazadas son una realidad que cada vez será más frecuente, lo saben bien en la Asociación de Atención a la Diversidad Familiar, que atiende a más y más personas que solicitan ayuda o que participan en grupos de apoyo. Madres afines como Bea Álvarez forman parte y aconsejan sobre todo el proceso que implica adaptarse a vivir en una familia enlazada: "Mucha paciencia, amor, comprensión y, sobre todo, hablar mucho".
En la misma línea, las autoras Capdevila y Buforn recomiendan que, a la hora de iniciar una relación con una persona que tenga hijos, es necesario tener muchas "conversaciones incómodas". "Hay que poner todo sobre la mesa porque, si no, después el golpe puede ser muy fuerte", afirman. Y mientras la relación va avanzando, no hay que esperar a que todo vaya bien de entrada. Habrá mucho ensayo y error y no será culpa de nadie, sino que formará parte del proceso. "Y, sobre todo, hay que cuidarse y no perder las relaciones con la familia, los amigos ni las aficiones. Guárdate siempre un espacio para ti", concluyen.