Una familia, un mundo

Xavier Estrada y Soraya Lombao: convivir con un árbitro que acaba siendo político

Tienen dos hijos, Marc y Julia, que han tenido que convivir con la exposición mediática de su padre

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Xavier Estrada y Soraya Lombao con sus hijos Marc y Júlia

LleidaCuando era pequeño Marc se aferraba a la maleta de su padre para que no se marchara. Y cuando volvía, el niño le castigaba sin querer estar con él. “Eso duele”, asume Xavier Estrada Fernández. Durante muchos años se iba cada fin de semana. Tres días después del nacimiento de su primer hijo se fue al extranjero por trabajo. Estrada fue árbitro de la Primera División de fútbol, hasta que lo dejó en el 2021, con dos años finales de colofón haciendo de asistente de VAR en Madrid. Ahora este padre de dos criaturas, Marc (12 años) y Julia (7 años), ha dado el salto a la política local. A este leridano de 48 años le va la marcha.

Xavier y Soraya Lombao se conocieron en el año 2001 en una cena de arbitraje. ¿Dónde, si no? Si no quieres caldo, dos tazas. A ella no le apasiona el fútbol, pero tiene un árbitro en casa, Marc hace de portero y Julia es la única niña de su equipo de fútbol. Tres tazas. Soraya durante muchos años fue el contrapeso necesario para Xavier cuando aterrizaba en casa después de un partido intenso. El peor momento lo vivieron en el 2009 cuando expulsó a Cristiano Ronaldo. La presión fue brutal y la pareja decidió huir tres días lejos para aislarse del foco mediático: su rostro apareció en la portada de un diario.

Durante los primeros años de relación, Soraya tuvo que llamar más de una vez a los Mossos d'Esquadra para que Xavier pudiera escabullirse de algún campo sin que le pegasen. A medida que él ascendía, la cautela iba en otra dirección; por un lado, las amenazas en las redes recordándole que sabían dónde trabajaba su mujer. Por otro, la inquietud que les persiguió cuando interpuso una querella por el caso Negreira, un escándalo que salpicó al Barça. “Los primeros días miraba por el retrovisor", admite ella. Mientras Xavier estuvo en activo, sus hijos nunca llevaban camisetas de equipos de fútbol para evitar suspicacias ni confabulaciones. Toda precaución era poca.

Xavier Estrada arbitrando un partido.

La familia ha tenido que convivir siempre con la exposición mediática. "¿Os sentís observados cuando vais por la calle?". Pero Marc los sorprende a todos con su sinceridad: "Tampoco es tan famoso". Es la mirada del niño. Del hijo “demasiado responsable por la edad que tiene”, como dice el padre. Es lo que han intentado transmitir en casa. Xavier está haciendo un doctorado en psicología y educación: Soraya, que es contable, hasta hace dos años también estudiaba. Por eso les llena de orgullo que el hijo mayor tenga claro que la prioridad para este septiembre, cuando dé el salto al instituto, no sea seguir la estela de los amigos, sino la ilusión de poder seguir parte de los estudios en inglés, una materia que le apasiona. La otra, la historia. De hecho, este agosto han viajado hasta Normandía, una decisión consensuada entre todos, pero en la que ha tenido bastante peso el interés del niño.

Aunque las cámaras le incomodan, Soraya se abre con facilidad a la hora de abordar cualquier tema de conversación. Ella es la sociable de la familia, con el permiso de la simpática y movida Julia. Él, en cambio, ha intentado siempre resguardarse tras una coraza. Una cuestión de supervivencia. La rectitud y el perfeccionismo le vienen de pequeño, del camino que le marcó su padre. A los 14 años, como tantos jóvenes de Ponent, ya estaba recogiendo fruta bajo los agradables 40 grados del verano leridano. Con 19 trabajaba de camarero en la mítica discoteca Wonder, con el tiempo justo, cuando el sol empezaba a despuntar, para irse a casa de los padres para almorzar, cambiarse y llegar a tiempo a los campos polvorientos de las barriadas de Lleida o de cualquier pueblo perdido para arbitrar partidos. Fueron tres años durísimos, con días en los que el taxi que debía llevarlo hasta el estadio, porque su padre no le dejaba el coche, le costaba más que lo que le pagaba la Federación.

Eso sí, la recompensa llegó al cabo de varios años. Con 28 años pudo comprarse un piso gracias al silbato. Y la apuesta por el arbitraje le llevó a dejar el trabajo que tenía como técnico de juventud, un cargo dentro de la administración que abandonó después de una década compaginando ambas cosas. "Fue la mejor decisión que he tomado", reconoce. Entre semana, si los partidos internacionales se lo permitían, podía dedicarle tiempo a sus hijos. Por eso tuvieron a Julia. Marchar el fin de semana lejos de casa ya no era tan duro porque ganaba tiempo de calidad el resto de días. Tiempo para ir a correr mientras Julia le perseguía con patinete y Soraya y Marc se aferraban en casa pidiendo clemencia. “Él se levanta ya haciendo cosas, proponiendo mil planes, y Julia se apunta a todo, mientras nosotros dos estamos bien en casa”, explica Soraya mirando a su hijo.

Soraya y Xavier tienen ahora el debate que resuena en muchos hogares: el móvil para el hijo de 12 años. Dicen que debe utilizarlo para jugar, pero sin redes ni WhatsApp. "Una tontería ahora te puede pasar factura a los 28 años", dice ella. "Si yo hubiera tenido de pequeño, no habría llegado a profesional", añade él.

Saben que son una familia afortunada. Por eso los dos progenitores intentan que sus hijos toquen con los pies en el suelo. En un viaje a Egipto, Marc se asustó porque los niños que los rodeaban iban descalzos. Xavier y Soraya lo aprovecharon para hacerle comprender que eran muy privilegiados gracias al trabajo de su padre; no todas las familias pueden permitirse comprar zapatos. Precisamente, hace poco el hijo mayor les dijo que sólo le faltaban dos años para poder arbitrar. "Sólo nos falta esto", balbucea Soraya con los ojos como naranjas. "Si quiere serlo, adelante. Sólo me daría miedo que quisiera serlo únicamente porque yo me dedicaba a ello. No son los hijos de...”, apunta él, que en los últimos meses ha abierto una nueva etapa en su vida. En este caso, en el mundo de la política municipal: “No existe tanta diferencia entre el fútbol y la política; si tuviera tarjetas, en la política me quedaría solo”.

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