BarcelonaEn el bloque de viviendas cooperativas La Borda, del estudio Lacol, uno se siente como en casa apenas entrar en el patio cubierto, donde va creciendo la vegetación, y la casa empieza en el rellano, donde los vecinos tienen plantas y estanterías con libros. Estas galerías en el barrio de la Bordeta de Barcelona también son un lugar de encuentro para los vecinos. Los niños tienen un espacio de juego, hay una lavandería, una terraza comunitaria para tender la ropa y tomar el sol y habitaciones de invitados. "Confort" es una de las palabras que más veces repite durante la visita uno de los miembros de Lacol, Pol Massoni. Precisamente por los valores sociales de las viviendas cooperativas y los arquitectónicos La Borda acaba de ganar el premio Mies van der Rohe de arquitectura europea en la categoría de arquitecto emergente. El galardón es el reconocimiento internacional al trabajo de Lacol.
"Este proyecto cooperativo es transgresor en su contexto porque, si bien la producción de vivienda está dominada principalmente por intereses macroeconómicos, en este caso el modelo se basa en la copropiedad y la cogestión de recursos y capacidades compartidas", dice el acta del jurado, que también alaba la vocación de servicio y la estructura del estudio: "El modelo va más allá del proyecto específico de vivienda cooperativa: el estudio también funciona como una cooperativa donde catorce profesionales con diferentes conocimientos ofrecen un modelo a seguir y una herramienta activa para promover el cambio político y urbano desde dentro del sistema, basado en la sostenibilidad social, ecológica y económica". Y juntamente con el premio Mies van der Rohe concedido a las Grafton, el galardón reconoce “la arquitectura que profundiza en la posibilidad de cambiar mentalidades y políticas y la relevancia de la inclusión”. El premio está dotado con 20.000 euros y la entrega se celebrará el día 12 de mayo en el Pabellón Mies van der Rohe coincidiendo con el Festival de Arquitecturas de Barcelona.
Las obras de La Borde empezaron el 2015 y es el primer trabajo importante del estudio. La superficie construida es de 3.000 metros cuadrados y el coste total ha sido de 3,2 millones de euros. "Las obras empezaron hace siete años, pero el proyecto cooperativo y de la promoción se puso en marcha el 2012 dentro del entorno de Can Batlló y en el contexto de la recuperación vecinal y de como plantear una alternativa habitacional", explica Massoni. "El encargo se define con los habitantes que irán a vivir; son los primeros que están haciendo el proyecto y hacen el encargo a Lacol. La cooperativa es quien abre el campo de miras y permite romper muchos moldes", subraya, mientras enseña una nueva cocina comunitaria en la planta baja, pensada para no tener que tener un gran comedor en casa por los pocos días al año que vienen muchos invitados. La cocina la acabaron de construir hace unas semanas en una jornada comunitaria. La idea también es importante porque permite reducir la demanda energética de cada piso en un espacio que consume mucha energía.
"La cocina comunitaria es el principal espacio de la cooperativa. El edificio intenta ser poroso y dar otro tipo de actividad que no se da en las viviendas convencionales", dice Massoni. Por ejemplo, una vez al mes él y tres personas más hacen una cena para toda la comunidad de vecinos, que también gestionan que el interés mediático que genera el edificio desde hace años no interfiera mucho en su intimidad. "Los arquitectos han pensado que para hacer según qué diseño esto pasaría, y nosotros no somos los catalizadores sino que pensamos que podemos acompañar y ayudar a que esto pase. Hay factores sociales antropológicos y de organización mucho más importantes", recuerda.
El patio cubierto de La Borda, del estudio Lacol.Pere VirgiliUn detalle de la fachada de La Borda, de Lacol.Pere Virgili
La Borda es una iniciativa pionera en Barcelona. El Ayuntamiento de Barcelona aportó el terreno en régimen de cesión de uso por 75 años a cambio de un canon anual, y los vecinos consiguieron la financiación para construirlo. Hay 28 viviendas en las cuales viven cerca de sesenta personas, una docena de las cuales son niños. Los vecinos no son propietarios de los pisos, sino que los gestiona la cooperativa. Sí que pagaron una entrada de 18.500 euros y cada mes pagan entre 400 y 600 euros dependiendo de las medidas del piso: hay de 40, 50 y 76 metros cuadrados. La estructura de la planta baja es de hormigón y el resto de plantas son de madera. "Uno de los retos en cuanto a la sostenibilidad fue conseguir el mínimo impacto ambiental del edificio con la idea clara de que sea un edificio que funcione con sus habitantes y que los usuarios no sean un elemento pasivo, sino clave".
En los últimos años la construcción de viviendas cooperativas ha ido en aumento porque los primeros casos han sido de éxito. Para Massoni, los modelos son países como Francia, Alemania, Suecia y Dinamarca. Y a nivel mundial es Uruguay. "Es curioso porque es un país que tiene la misma población que Catalunya, y su modelo cooperativo tiene más de cincuenta años. Encontrar Uruguay, que es un país próximo en nivel cultural a los centroeuropeos, ayudó a quitar miedos", concluye Massoni.
El afán para crear "infraestructuras comunitarias que sostengan la vida"
Los miembros de Lacol se conocieron en la universidad y alquilaron un local para compartirlo durante los últimos años de la carrera. “Cuando acabamos la carrera, en lugar de ir a trabajar a diferentes despachos intentamos crear nuestro propio despacho a partir del trabajo que habíamos hecho en Can Batlló”, explica una de los socios de Lacol, Ariadna Artigas. La manera que tienen de organizarse no es la habitual por la horizontalidad. Crean grupos para hacerse cargo de los proyectos y durante el proceso hacen talleres para compartirlos y que todos los miembros puedan hacer aportaciones. “Quizás el premio también nos reconoce la apuesta de elegir un camino un poco diferente, el riesgo”, explica Artigas. “En lugar de unos arquitectos que diseñan la ciudad desde su despacho, queremos ser una pieza más del engranaje de gestión urbana popular”, dice Jordi Miró.
Lacol tienen en curso seis proyectos de vivienda cooperativa, fruto del camino que ha abierto La Borda, entras otros. Jordi Miró asegura que la vivienda cooperativa es un “eje principal” del estudio. También están interesados en hacer equipaciones colectivas comunitarias, como el lugar donde tienen la sede, el espacio cooperativo La Comunal, impulsado por ocho cooperativas. Esto les permite compartir espacios y recursos. “Intentamos dar una visión comunitaria a todos los proyectos”, dice Miró. “Queremos trabajar en infraestructuras comunitarias que sostengan la vida –concluye Carles Baiges–. Nos gustan los espacios en los cuales la aproximación no sea individual sino de la comunidad, y con un fuerte componente de sostenibilidad y de poner la vida en el centro”.