Muere el arquitecto Jordi Bonet, el gran continuador de la Sagrada Familia
Dirigió las obras del templo en una etapa decisiva, del 1985 al 2012
BarcelonaJordi Bonet i Armengol, el arquitecto que ha hecho la Sagrada Familia tal como la conocemos hoy, murió ayer lunes por la noche, a los 97 años. "Ha muerto en casa, con la abuela Mariona a su lado y rodeado de familia. Ha sido un hombre bueno y generoso, un activo de país, un entusiasta de la arquitectura, la cultura, movimiento scout, el esquí, y un patriota que ha llevado a Catalunya y a Gaudí a todo el mundo", ha comunicado a través de las redes sociales su nieta Mireia.
"Era una persona muy activa, muy inteligente, muy perseverante, que ponía mucha dedicación y mucho estudio en todo lo que hacía, muy atenta con todos sus colaboradores y un gran constructor de equipos", dice el arquitecto y actual director de la Sagrada Familia, Jordi Faulí, que se incorporó a las obras del templo en 1990, cuando todavía las dirigía Bonet. "Dio un gran impulso a las obras y es quien las hizo posible. Dirigió toda la construcción de las bóvedas del interior, acabó la Fachada de la Pasión, llevó a cabo una tarea muy importante en las naves interiores, e hizo una gran investigación del proyecto de Gaudí introduciendo herramientas informáticas de dibujo e interpretación de las maquetas", detalla Faulí. Entre los muchos aciertos de Bonet, a la hora de continuar la construcción de la Sagrada Familia, Faulí destaca el hecho de utilizar la bóveda catalana.
"Convirtió la Sagrada Familia en un centro de alta investigación arquitectónica", dice el crítico e historiador del arte Daniel Giralt-Miracle, comisario del Año Gaudí 2002, amigo y buen conocedor del trabajo que hizo Bonet como responsable de las obras del templo del 1985 al 2012. Compañero de generación y escuela de Oriol Bohigas y Josep Martorell, y ligado para la posteridad a su etapa en la Sagrada Familia, también fue director general de patrimonio de 1981 a 1984 y una figura destacada en otros ámbitos como el movimiento scout católico.
"Tomó la gramática constructiva de Gaudí y la llevó a las últimas consecuencias", añade Giralt-Miracle. Efectivamente, después de estudiar en profundidad aquel mundo de paraboloides y otras figuras geométricas imposibles de Gaudí, Bonet tuvo "la gran intuición" de ponerse en contacto con Carles Buxadé y Joan Margarit, arquitectos y profesores de estructuras de la Universitat Politècnica de Catalunya, y pedirles que "llevaran la declaración técnica de las obras" de la Sagrada Familia. "La decisión de incorporar los nuevos lenguajes constructivos fue fundamental. Introdujo las técnicas de construcción modernas a aquello antiguo. De repente, ya no era un templo que se hacía con albañiles, sino un centro de alta tecnología arquitectónica, con avanzados cálculos de estructuras, nuevos materiales y un sistema moderno de construcción", dice Giralt-Miracle.
Para entender la relevancia de este laboratorio tecnológico de la Sagrada Familia, el mismo Bonet explicaba una anécdota: Frank Gehry, el arquitecto del Museo Guggenheim de Bilbao, fue al Massachusetts Institute of Technology (MIT) buscando consejo sobre unas superficies regladas... y lo enviaron a la Sagrada Familia, que "son los que más saben del mundo".
El trabajo con Boixader y Margarit y la investigación informática permitieron comprobar, como decía Bonet, que "Gaudí no se había equivocado". "Bonet no ha acabado la Sagrada Familia, pero la cerró y la hizo avanzar", asegura Giralt-Miracle, que admite que esta metodología tan innovadora contrasta con una visión más bien tradicional en cuanto a la interpretación litúrgica y al material simbólico: "No es tanto del Concilio Vaticano II como de Torras i Bages. Fue fiel a la idea del catolicismo que había en la época de Gaudí, e hizo poco por aportar las ideas del concilio al templo. Fue más fiel a la tradición del XIX que a los cambios posteriores".
Cultura en sentido amplio
Jordi Bonet i Armengol, hijo del arquitecto Lluís Bonet i Garí y de la mecenas Maria Mercè Armengol, fue arquitecto porque "su padre era arquitecto". Y no cualquiera: discípulo de Antoni Gaudí y uno de los continuadores de las obras de la Sagrada Familia. Bonet i Armengol, nacido en la calle Princesa de Barcelona en 1925, estudió arquitectura, decía, porque, al fin y al cabo, era el hijo mayor. El ambiente familiar en casa Bonet y en casa Armengol ha sido siempre propicio para la cultura en un sentido amplio. Un primo de su abuela era el arquitecto Josep Puig i Cadafalch. Su suegra era la soprano Conxita Badia. Sus hermanos: el músico Narcís Bonet y el padre Lluís Bonet, rector de la parroquia de la Sagrada Familia. Y uno de sus primos, el ceramista y escultor Jordi Bonet i Godó. Además, durante la posguerra la casa familiar de la calle Vallmajor acogió reuniones del Institut d'Estudis Catalans, y más adelante de Òmnium Cultural, de la Assemblea de Catalunya y del PSUC.
A Jordi Bonet le gustó bastante la carrera y acabó los estudios en la Escola Superior d'Arquitectura de Barcelona a los 24 años bajo la poderosa influencia de Gaudí recibida de su padre. No es extraño, pues, que su primer encargo tenga un aire gaudiniano: la iglesia nueva de Sant Esteve en Vinyoles de Orís (Osona), en 1953, inspirada también en las iglesias macizas del Románico. Después recibió la propuesta de levantar la iglesia de Sant Medir (con unas bovedas singularmente gaudinianas) y unas viviendas en el barrio de La Bordeta de Barcelona. En aquella parroquia, por cierto, se hizo la asamblea fundacional de Comisiones Obreras en 1964.
Bonet continuó su formación en Estados Unidos a principios de los 60, y en 1965 obtuvo el título de doctorado de la Escola Superior d'Arquitectura de Barcelona. La tesis doctoral era hija del trabajo que había hecho en la iglesia de Santa Maria de la Fortesa, en Piera: "Un caparazón de cemento armado en forma de paraboloide", según el mismo Bonet. En aquella época formó parte de la Cantonada, junto con el ceramista Jordi Aguadé, el joyero Aureli Bisbe, el pintor y vidriero Joan Vila-Grau (que más adelante trabajó en la Sagrada Familia) y el interiorista y ebanista Jordi Vilanova.
Después vinieron otras obras como el Auditori Pau Casals de El Vendrell, la nueva sede de la Orfeó Gracienc, el Teatre Auditori Felipe Pedrell de Tortosa y las naves de las perfumerías Dana, en Granollers, y Puig, en Barcelona. También desarrolló una importante tarea como restaurador de la Casa Garriga Nogués, un proyecto por el cual recibió el premio Ciutat de Barcelona en 1989. Escribió varios libros, como La arquitectura al servicio de la música (1986) y El último Gaudí: el modulado geométrico del Templo de la Sagrada Familia (2000), y hablaba alemán, inglés, francés e italiano.
Director general de Patrimonio
El primer gobierno de la Generalitat restaurada en 1980 nombró a Jordi Bonet como director general de Patrimonio, cargo que ocupó del 1981 al 1984. Fue él quién autorizó la compra de las 44 obras que pusieron a la venta las monjas de Sijena y que entonces nadie más quería adquirir. En 1981 ya le habían ofrecido incorporarse a la Sagrada Familia sustituyendo a su padre, que había sido arquitecto director entre 1971 y 1980, pero acababa de aceptar el trabajo en Patrimonio y, de hecho, admitía, no le apetecía meterse en aquel lío. Sí que lo aceptó en 1985, y empezó entonces su etapa como arquitecto director del templo, una responsabilidad que mantuvo hasta 2012, cuando cedió el testigo a Jordi Faulí, que formaba parte de su equipo desde 1990.
Además de la tarea estrictamente arquitectónica y estructural, su etapa a la Sagrada Familia se caracterizó por una defensa inflexible de su visión del legado gaudiniano que le provocó diferentes disputas, tanto en el ámbito arquitectónico como dentro de la Iglesia. Una de sus primeras decisiones, aprobada por la junta de obras, fue encargar las esculturas de la fachada de la Pasión a Josep Maria Subirachs, lo cual ha alimentado una polémica estética eterna. También fue de él la idea de poner los vitrales de Vila-Grau, "vitral de calidad", como recuerda Giralt-Miracle. Y en 2010 fue Bonet quien entregó las claves de la basílica al papa Benedicto XVI.
Bonet estuvo también muy vinculado a la música. Hermano de un compositor y yerno de una soprano, hizo una gran tarea de investigación sobre la acústica y es el responsable del Teatre Auditori Felipe Pedrell de Tortosa, el Auditori Pau Casals de El Vendrell, el Orfeó Gracienc... "Se atrevió a implantar la geometría de Gaudí en diferentes iglesias", destaca Faulí. Dirigió las obras de la iglesia de Sant Medir de Barcelona, de La Fortesa, de la Mare de Déu de Montserrat de Badalona, de Vinyoles de Orís, así como del Monasterio de Sant Benet de Montserrat continuando la obra de su padre, entre otras iglesias.
"Tenía una gran estima por su país", dice Faulí. Fue extraordinariamente activo en este sentido. Fue miembro, entre otros, del patronato de la Fundación Gala-Salvador Dalí, del Col·legi d'Arquitectes de Catalunya, de la Junta de Museus de Catalunya, de la Reial Acadèmia Catalana de Belles arts de Sant Jordi (y presidente), de Òmnium Cultural (y vicepresidente), del Centre Excursionista de Catalunya (vicepresidente), de la Fundación Pau Casals, de la Fundación Lluís Domènech i Montaner, de la Societat Catalana de Estudis Històrics...
En una vida tan larga y provechosa, Jordi Bonet fue también el primer presidente de la Delegación Diocesana de Escultismo de Barcelona (1957), secretario general de la Conferencia Internacional de la Escultismo Católico (1977-1981) y consultor del Consejo Pontifical para los Laicos (1985). Y recibió distinciones como la de Comendador de la Orden de San Gregorio Magno (1981), la Creu de Sant Jordi (1990), el premio Domènech i Montaner del Institut d'Estudis Catalans (1999) y la Cruz de Alfonso X el Sabio (2006).